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lunes, 31 de agosto de 2015

5CREAM SIN REGLAS: Sacrificio.

Tyler Posey como Cameron.



Judy Hicks iba enfrente, corriendo lo más rápido que podía hasta el baño de las chicas, que estaba en el segundo piso. Detrás de ella iba Kirby, y Javier cerraba la fila, corriendo pesadamente y algo agotado.
Cuando llegaron a la puerta del baño, se dieron cuenta de algo horrible: por debajo de la puerta salía un enorme charco de sangre, fresca y muy roja que contrastaba con el piso color arena. Judy sacó la pistola y empujó con la pierna la puerta.
El lugar era una sucursal al manicomio: la sangre empapaba todo el sueño, y el cuerpo de Helen estaba en el suelo, boca arriba. Le habían cortado la garganta, y como si al asesino le hubiese dado más tiempo, le había sacado las tripas a través de un enorme tajo bajo el vientre. Judy abrió los ojos, muy impresionada, y Kirby se tapó la boca para no gritar. Javier se internó más en el baño, cuidando de no pisar la sangre, y alcanzó a ver algo en la pared. Eran tres palabras, escritas con sangre:
CASA DE SIDNEY.
-El maldito hizo eso-, dijo el muchacho, señalando la pared.
-Javier, ve por Cameron, está en clase de deportes abajo, en el auditorio. Adelántense y vayan a casa de Sidney Prescott. ¿Sabes dónde queda?
El muchacho asintió, y sin decir nada más salió caminando apresuradamente de regreso a las escaleras.
-¿Ahora qué hacemos?-, dijo Kirby en un susurro.
-Hay que calmarnos. Tenemos que llamar al comandante. Debe estar cerca…
Pero cuando ya estaba localizando a Emmerson a través de su radio, algo pasó.

Javier iba bajando las escaleras, cuando escuchó algo familiar. Una chicharra empezó a sonar en todo el recinto, y pensó que la clase había terminado. Sin embargo, ese sonido era de la alarma contra incendios. O algo se estaba quemando, o a alguien le pareció buena idea aquella broma.
En un instante, profesores y maestros empezaron a salir de los salones, en dirección a la puerta principal. Javier se apresuró a bajar las escaleras y buscar el camino hacía el auditorio. De repente, los alumnos de deportes, vistiendo bermudas y playeras sin mangas, formaron una fila para salir, pero era imposible distinguir a Cameron de entre toda la gente.
-¡Javier, aquí!-, gritó Cameron, quién estaba tratando de regresar adentro, pero la mole de personas se lo impedía. Brincaba y trataba de empujar, pero fue inútil. Javier alcanzó a ver cómo salía, como empujado por una corriente.
-¡Maldita sea!-, dijo Javier, tratando de avanzar más rápido.
De repente, alguien le empujó contra los casilleros del pasillo. Aunque Javier le veía claramente, nadie se había dado cuenta que Ghostface estaba ahí, acorralándole.
-¿No querrás que nadie más muera, o sí?-, dijo el asesino con su casual estilo de voz.
Javier le tomó del disfraz y lo empujó contra la pared contraria, cuando dejaron de pasar los alumnos. Después, sin perder tiempo, corrió hasta llegar a la puerta. Cuando volteó, ya no había nadie más dentro.
El enorme muchacho salió jadeando de la escuela, mientras buscaba a Cameron entre el mar de alumnos que se mezclaban en los jardines de la preparatoria. De repente, un tropel de policías, con el comandante Emmerson al frente, entró corriendo en el edificio.
-¿Por qué no salías?
Javier pegó un salto. Cameron le había saltado por sorpresa justo a su lado. Tenía el pelo empapado en sudor y la cara preocupada.
-Vi a Ghostface en el pasillo. Mató a Helen en el baño de las chicas. Tenemos que irnos…
Cameron se le quedó viendo, como si no hubiese entendido nada de lo que Javier dijo. Empezaron a caminar por entre la multitud.
-¿Y a dónde se supone que vamos?
-A la casa de Sidney Prescott…
Cameron se detuvo, y se puso frente al enorme muchacho, quién sólo se detuvo para ver qué tenía que decir.
-No, ni lo pienses. Puede ser una trampa, una emboscada.
-Fue lo que pensé. Pero Judy nos alcanzará allá, y no nos pasará nada. Te lo prometo.

Judy y Kirby seguían viendo la escena del homicidio en el baño, cuando Emmerson y su personal llegaron.
-Vine en cuanto recibí su llamada, agente Hicks…-, dijo Emmerson al llegar, pero las palabras no le salieron de la boca después. La escena sangrienta le conmocionaba.
-Creo que entró y la mató, y después activó la alarma. Tal vez quería que todos salieran, para que nadie más pudiera interrumpir…-, le explicó Judy.
-O para que todos lo vieran-, dijo Kirby.
-¿Cómo supo que había pasado esto?-, preguntó Emmerson. Los policías ya estaban preparando todo para levantar el cordón policiaco alrededor del pasillo.
-El asesino mandó mensaje a través del celular de Helen. Nos decía que sabía dónde estaba Sidney. Vinimos a buscarla, y nos encontramos esto.
-¿Y los otros dos muchachos?
Judy sabía que la respuesta no le iba a agradar nada al comandante.

Javier manejaba la moto lo más rápido que podía. Cameron iba detrás de él, con el casco.
La zona por donde viajaban estaba repleta de casas grandes, separadas hasta por un kilómetro de distancia. Había algunas que tenían sus propios campos de maíz. Eran casas más lujosas y grandes que las de los suburbios, al otro lado de Woodsboro.
La motocicleta dio vuelta en una especialmente bonita, aunque un tanto descuidada por el abandono. En su tiempo era blanca, y aunque ya no lucía tan hermosa, aún se podía apreciar bastante bien, ahí sobre la pequeña colina. La calle justo al lado se inclinaba hacía otras tres casas más abajo.
Javier detuvo la motocicleta cerca de un árbol alejado de la casa. Cameron se bajó de la motocicleta, con las piernas temblando como gelatina.
-Eres un salvaje manejando esa cosa, ¿ya te lo han dicho?
-Kirby no se quejó anoche, te lo aseguro. Vamos.
Caminaron despacio hasta el costado de la casa de Sidney, que estaba oscura y se veía tétrica, como si de repente fuera a caerse sobre sus cimientos. Javier iba al frente y Cameron tuvo que alcanzarlo con grandes zancadas.
-¿Quién crees que esté detrás de todo esto?-, dijo Cameron, jadeando a causa del cansancio.
-No lo sé. Ya escuchaste a Kirby aquella vez: ninguno de nosotros será el sospechoso, si el asesino ha decidido acabar con la saga de una manera espectacular.
Dieron la vuelta hacía el patio trasero, que estaba algo más elevado que el resto del jardín que rodeaba la casa.
-Eres muy listo. No te lo había dicho porque cualquiera podría pensar que estaba coqueteando contigo. Me gustas, pero no estoy desesperado de amor-, dijo Cameron, con las orejas y las mejillas coloradas.
Javier se detuvo y se puso cara a cara con el muchacho. Le llevaba más de una cabeza de altura, pero a Cameron no le asustó.
-Que nadie te intimide, amigo. Yo tuve que dejar la escuela para poder trabajar cuando mis padres murieron. Me convertí en un ermitaño y mis compañeros dejaron de hablarme. Que no te pase a ti. No dejes que sus comentarios te hieran jamás. Eres una buena persona.
Javier le dedicó una sonrisa algo forzada, pero sincera, y siguieron caminando, despacio para no llamar la atención.
-O sea que no podríamos ser novios…
-No. Camina.
Ahora Cameron sonreía, más que nunca.

Llegando a la puerta trasera de la casa de Sidney, Javier se asomó por uno de los cristales. No parecía haber nadie. Forzó un poco la manija de la puerta. Nada. Cerrada con llave.
-Diablos.
-¿Esperabas que se abriera? Claro que no. Se ve que la casa ha estado abandonada mucho tiempo.
Javier puso cara de confusión.
-¿Entonces para qué querían que viniéramos?
-Recuerda, grandote: te dije que podía ser una trampa. Tal vez el asesino esté espiándonos o acechando por ahí…
El celular de Javier empezó a sonar y ambos se miraron asustados. Lo sacó del bolsillo y respondió a la llamada.
-¿Quién…?
-Javier, ¿ya están en casa de Sidney?
Era Judy. Cameron alcanzaba a escuchar su preocupada voz a través del auricular.
-Sí, todo bien. Cameron sigue aquí conmigo. La casa está cerrada y abandonada. No pudimos entrar.
-No se muevan, y esperen cerca de la motocicleta si tienen que escapar. Estaremos ahí en unos minutos. Llevamos al comandante Emmerson. Cualquier cosa llama a mi celular o al de Kirby, ¿entendiste?
Javier terminó la llamada con un seco “Ok”, y colgó.
-Habrá que esperar entonces-, dijo Cameron, momentos antes de que su celular sonara también.
-¿Otra vez Judy?-, preguntó Javier, mientras su amigo revisaba la llamada.
-No sé, no conozco el número. Debe ser mamá desde la oficina… ¿Diga?
Por el auricular se escuchó la voz espectral y metálica de Ghostface.
-Bienvenido Cameron, al siguiente capítulo de nuestra trepidante historia de terror…
El muchacho abrió los ojos de la sorpresa, y puso el altavoz para que Javier escuchara. Este último apretó los puños, asustado y enojado.
-No nos asustas, imbécil-, le espetó Cameron con voz amarga.
-Deberías tener mucho miedo, amigo. Puedo verte, estoy en todas partes. Soy un Ghostface más sobrenatural. Podría aparecer donde menos te lo esperas.
-¿Y qué piensas hacer? Demuéstrame tu grandioso poder…
-No tientes a la suerte Cameron. El penúltimo capítulo da pauta para el grandioso final, así que empecemos. Cameron y Javier, fuera de la casa de Sidney Prescott, esperaban el desenlace. Porque, como había dicho Ghostface en una visión sobrenatural, sólo uno de ellos llegaría vivo a Halloween…
Javier y Cameron se miraron, y después empezaron a buscar a su alrededor. A través de la penumbra cada vez más pesada de la noche, no parecía moverse algo, ni detrás de los árboles ni lejos, en el espacio abierto entre la casa y la calle.
-Los muchachos saben que están perdidos. Ponen sus últimas esperanzas en la policía y en Kirby, que parece tener más vidas que un gato. ¿Qué horror sobrenatural encontrarán nuestros protagonistas en su camino? Dime, Cameron, ¿crees que Sidney Prescott esté dentro de la casa?
Cameron se asomó a la puerta una vez más. La oscuridad era más profunda, y se veía cada vez menos.
-Eres un mentiroso. No hay nadie…
-Vuelve a ver, genio…
El muchacho se asomó una vez más, esta vez con más precaución. Al fondo de la cocina, en el recodo del pasillo hacía la estancia, se veía una sombra pasar, despacio. Fue cuando, de repente, la luz de la puerta trasera se encendió.
-Sidney, ¡Sidney!-, gritó Cameron, para hacerse notar. Javier estaba muy tenso, vigilando hacía el patio trasero.
De repente, apareció alguien tras los cristales de la puerta. Era una mujer, de mediana edad y cabello negro, algo despeinado. Tenía ojeras y la piel muy pálida. Miró a Cameron con sorpresa y asombro y decidió abrir la puerta, que estaba cerrada por dentro.
Javier reconoció al instante a la figura que antes había sido la joven protagonista de la masacre original de Woodsboro, pero que ahora parecía una mujer consumida por el miedo.
-¿Quién eres tú?-, dijo Sidney Prescott, sin abrir la puerta completamente.
-Me llamo Cameron, y él es Javier. Venimos a… ¿Estás bien?
A través del teléfono, volvió a escucharse la voz de Ghostface, y Sidney se asustó tanto, que soltó un grito.
-Mala idea. Cameron nunca debió llamar la atención de la pobre Sidney, quien se ha convertido en la esclava del despiadado asesino fantasma. Solo hay dos opciones: quedarse y morir; o correr…
El asesino colgó.
-Vamos, tenemos que llevárnosla de aquí antes de que…
Pero Javier no terminó su frase, porque de repente se escuchó un silbido muy cerca de ellos. Cerca de la puerta trasera, había ahora una flecha clavada, muy cerca de la cara de Cameron. Sidney cerró de nuevo la puerta con seguro y los dos muchachos, dejados a su suerte fuera de la casa, salieron corriendo de regreso al camino donde habían dejado la motocicleta.
-¡Corre, no mires atrás!-, gritó Javier a Cameron, quien ahora iba al frente.
Se escuchaban silbidos de flechas que caían a su alrededor, unas mucho más cerca que las otras. Javier levantó la mano justo al escuchar uno muy cerca de su cabeza, y la flecha se clavó en el casco que aún llevaba en la mano. Ninguno dejó de correr, y cuando ya estaba cerca el camino, Cameron sintió un horrible escozor en la pierna derecha. Una flecha le había dado en el muslo.
El grito de Cameron hizo que Javier se detuviera, para ayudarlo. Lo arrastraría si fuera necesario. Cuando estuvo cerca de él, trató de levantarlo, pero Cameron no podía. El dolor le había hecho hincarse en el césped, mientras su pierna sangraba.
-Vamos, vamos, levántate-, decía Javier, jadeando y jalando a su amigo para que se levantara. Los dos voltearon instintivamente, y vieron que en un árbol algo apartado, estaba Ghostface, encaramado en una de las ramas más bajas, con una ballesta entre las manos.
El asesino volvió a apuntar, esta vez, justo al pecho de Javier.
La flecha salió zumbando hacía su objetivo. Sin embargo, Javier sintió que perdía el equilibrio. Cayó de espaldas, y pudo ver, antes de cerrar los ojos, como una sombra se cernía sobre él, cubriéndolo.
El sonido de la flecha cesó, y un quejido de dolor se escuchó en todo el lugar. Javier abrió los ojos y vio a Cameron, de pie frente a él, sonriendo y sufriendo, con el rostro pálido. La flecha se le había clavado en el costado izquierdo, por debajo de la clavícula. Javier podía ver las plumas de la flecha moviéndose cada vez que Cameron respiraba.
-Perdóname…-, dijo Cameron, antes de desplomarse sobre Javier. El enorme muchacho trató de levantarse y mover a su amigo boca arriba, pero pensó rápido antes de cometer un error. No debía moverlo más, o lo mataría. Lo dejó boca abajo en el suelo, y se quedó a su lado, sin soltarle la mano.
-Vas a estar bien. Voy a llamar a Judy, te llevaremos al hospital.
Javier miró por encima de la colina, pero Ghostface ya no estaba en el árbol. Sacó su celular, y con las manos temblándole, marcó el número de la agente Hicks.

Pasaron quince minutos antes de que Judy, Kirby y Emmerson llegaran en la patrulla, seguidos por una ambulancia. Los paramédicos levantaron a Cameron, extrayendo las flechas de su cuerpo y haciendo lo posible porque no perdiera sangre. Lo subieron a la ambulancia, mientras platicaban con Javier acerca de lo sucedido. El muchacho se veía alterado y muy nervioso.
Mientras tanto, Judy y Emmerson salieron en busca de Sidney Prescott, y la encontraron llorando en su recámara, donde había podido atrancar la puerta con la puerta del clóset. Después de convencerla de que no pasaría nada, la sacaron de la casa, para que también pudieran atenderla. Estaba muerta de miedo, y parecía no haber comido nada en varios días.
-Dios mío, Sidney, ¿estás bien?-, dijo Kirby, acercándose a su vieja amiga para abrazarla, sin importarle que los paramédicos hicieran su trabajo.
-Vamos Kirby, no es momento. Ella responderá cuando esté mejor-, dijo Judy, llevándose a la muchacha junto a Javier y el comandante Emmerson.
-¿Cómo está Cameron?-, dijo Javier, mirando hacía la ambulancia abierta, camino debajo de la calle lateral de la casa.
-Estará bien, según los paramédicos. Las heridas no son de gravedad, pero pierde sangre y eso puede ser peligroso. ¿Tú estás bien muchacho?
Javier asintió, pero un sonido le hizo poner atención cuesta arriba.
Un auto se acercaba, y las luces encendidas alumbraban cada vez más el camino. El comandante Emmerson se acercó un poco más a la orilla para ver mejor. No era una de sus unidades. Y no parecía tener conductor…
-¡A un lado!-, gritó el hombre al ver el auto bajando el camino sin detenerse. Los paramédicos y Sidney corrieron de regreso al césped y los demás se alejaron del camino. Kirby sintió cuando Javier la abrazó y la arrojó al suelo, cubriéndola. El auto avanzó directamente en picada hacía la ambulancia. Judy alcanzó a ver que el auto estaba repleto de unos contenedores de gasolina, antes de arrojarse también al suelo.
Cameron no pudo levantarse rápido. Estaba demasiado sedado. Pero pudo ver como el auto se dirigía hasta él…
La ambulancia y el auto chocaron y hubo una enorme explosión, que se levantó como un hongo atómico en miniatura. Los restos de la ambulancia se levantaron y fueron a caer en la casa de Sidney, atravesando la pared y rompiendo los cristales. En la casa explotó el gas de la cocina, lo que hizo que media estructura saltara por los aires y se derrumbara.
Mientras el fuego consumía la casa, Javier trataba de alcanzar lo que quedaba de la ambulancia, llorando por su amigo, a quién aún deseaba salvar por imposible que fuera. Kirby y el comandante Emmerson se lo impedían, pero no había nada que hacer.
Y Judy, mirando por encima del alboroto, se encontraba con la mirada perdida de Sidney Prescott, rodeada de paramédicos confundidos. Sidney no tuvo que hablar para que, en sus ojos, reflejara algo que estaba tan claro como el agua.
Ha sido mi culpa, otra vez…

miércoles, 26 de agosto de 2015

5CREAM SIN REGLAS: En el baño.

Emma Stone como Helen.



Kirby estaba sentada en la acera de la calle cuando los forenses se llevaron el cuerpo de Malcolm. Del asesino no había nada: al parecer había subido al segundo piso para escapar por alguna ventana.
Javier estacionó la motocicleta del otro lado de la calle, bajó corriendo y se acercó pesadamente hasta Kirby, agachándose para quedar a su altura.
-¿Estás bien?-, le preguntó, mientras veía su rostro pálido y asustado.
Kirby asintió, desganada. Tenía los ojos hinchados y rojos.
-Llegamos tarde. Dijo que si lo salvábamos, los mataría a ti y a Cameron. Estamos enfrentándonos a un loco…
Javier sabía ver mejor lo que las otras personas pensaban: tantos años oyéndolos hablar a sus espaldas y burlándose de él lo habían entrenado bien.
-¿Malcolm era algo más de ti?
Kirby le miró, extrañada. Al final, asintió.
-Sí. Éramos amigos, pero estábamos saliendo en plan de algo más. Él era lindo, y yo estaba sola. Ahora estoy más sola, y él murió. Me queda el consuelo de saber que no es un psicópata.
Javier se sentó a su lado, y sin decir nada, le pasó el brazo por encima de los hombros, para reconfortarla. Ella sentía como si abrazara a un enorme oso de peluche envuelto en ropa de motorista.
Judy se acercó a ellos, caminando decididamente.
-¿Alguien ha visto o sabe algo de Cameron?
Helen venía detrás de ella.
-Intenté llamarle de nuevo y no me contesta. O está asustado en casa, o deshaciéndose de otro cadáver…
Todos le miraron, pero ella no entendió el sentido de sus reacciones.
-Como sea, no es hora de sacar conclusiones ni de culpar a la gente. ¿Cómo llegaste aquí Javier? Intentamos llamarte y no contestabas.
Javier miró con recelo a Judy.
-Mi culpa: el celular se quedó sin batería. Vi las patrullas cuando se dirigían al pueblo, que decidí seguirlas. Fue un presentimiento, creo.
Todos guardaron silencio.
-Muy bien. El comandante Emmerson está a punto de llegar. Cuando acaben aquí nos vamos. No sé cómo decirles esto, pero separados estamos menos protegidos. Al menos quiero que estén en grupos de dos o más. ¿Está claro?-, dijo Judy, severa y muy seria.

Después de que Emmerson revisara la escena del crimen e hiciera varias preguntas, todos se fueron. Helen se quedó con Judy en su casa, y Kirby, que aún estaba algo dolida, aceptó la invitación de Javier de quedarse cerca en la gasolinera. Como no llevaba casco extra, le dejó el suyo a la muchacha, y arrancaron en la moto hasta la gasolinera. Cuando llegaron, Kirby se sentía algo mareada, pero era normal: no estaba acostumbrada a las vueltas y arrancones.
-Te agradezco traerme aquí. Ha sido un día horrible.
-No te preocupes, Kirby. Tengo un catre y una cobija en el cobertizo. Puedes descansar ahí. Yo me quedaré dentro en el sofá de la gasolinera. No tengo nada más. ¿Quieres café o algo?
La chica negó amablemente.
-Así está bien. Necesito descansar. ¿Estás seguro que no extrañarás tu cómoda cama?-, dijo ella, sonriendo.
Javier soltó una pequeña carcajada.
-No te apures. Mientras descansa, mañana pensaremos mejor qué hacer.
Mientras Kirby se alejaba, Javier no pudo contenerse.
-Y sobre Malcolm… Lo siento, era un buen chico.
-Gracias.
Sonrojada, Kirby le dio un beso en la mejilla a Javier, pero tuvo que levantarse de puntillas para alcanzarlo. Después, se dirigió al cobertizo, desapareciendo en la noche.
Javier solía sonreír sinceramente sólo cuando nadie lo veía.

Al siguiente día, una sola camioneta de paquetería exprés entregó cinco paquetes diferentes. Todos ellos iban dirigidos a cinco de los mejores atletas de la escuela preparatoria de Woodsboro. Cada caja contenía un disfraz de Ghostface, y una nota impresa: “¿QUIERES UNA GRAN RECOMPENSA? SIGUE LAS INSTRUCCIONES.” Los cinco muchachos recibieron mensajes en su celular, con lo que debían hacer. Si lo hacían bien, recibirían algo valioso al final, y no habría consecuencias.
Aquella mañana del 30 de Octubre, las cosas iban a cambiar.

-Mañana es Halloween. Y la gente aún está decidida a celebrar. Qué idiotas…-, dijo Helen despectivamente, mientras Judy la llevaba hasta la escuela. Vieron que Javier y Kirby ya estaban ahí, mientras el enorme muchacho le ayudaba a bajar de la motocicleta. Judy se estacionó un poco más apartada de ellos, y ambas bajaron de la patrulla. Judy ya estaba de servicio otra vez.
-Agente Hicks-, exclamó Cameron, caminando hasta ellos cuando todos estuvieron reunidos.
-¿Se puede saber por qué no contestabas las llamadas anoche?-, le reprendió Helen al verlo llegar.
-Lo siento. Tuve que apagar el teléfono porque mi madre se pone de nervios con todo esto. ¿Y Malcolm?
Kirby, con voz afectada, fue la que le contestó.
-Está muerto.
-¿Es broma?
Todos se quedaron en silencio. Cameron soltó una exclamación de terror.
-Van a tener que cuidarse las espaldas todo el tiempo. Y me refiero a ustedes dos-, dijo Judy, señalando a Helen y Cameron.
-Nosotros vamos a estar cerca de la escuela. No vamos a ir solos a ningún lado. Judy va a buscar la aprobación de la directora para poder estar dentro de la escuela, vigilando en todo momento-, dijo Kirby.
-Y tengan los celulares encendidos-, remarcó Javier, mientras dejaba el suyo en su bolsillo.
-¿Y quién cuida la gasolinera?-, dijo Helen, mirándole.
-No te preocupes. El dueño se hace cargo de todo hoy.

Después de las dos primeras clases, Helen ya no aguantaba más. Salió caminando rápido del salón después de que sonara la campana, y se dirigió al baño de las chicas. Durante el camino, no vio a nadie, ni siquiera a la agente Hicks, quién fácilmente podría distinguirse de todos los alumnos por su uniforme color caqui.
Al llega a los baños, se dio cuenta de que tardaría un poco más de lo usual. Las chicas incluso hacían fila para entrar. Se dio cuenta que los muchachos del comité no habían dejado espacio sin adornar: había murciélagos de cartulina colgando del techo y calabazas sonrientes adornando los espejos.
Fanáticos, pensó Helen con su usual acento británico.
Después de unos minutos, pudo entrar a uno de los baños. Se sentó y sacó su celular de la mochila. Sólo tenía un Whatsapp, de un número desconocido.
-“Te preguntarás como lo hice”-, leyó la chica. Era un archivo de vídeo, de unos cuantos segundos. Lo abrió.
En el vídeo aparecían ella y Kirby golpeando la puerta de entrada de la casa de Malcolm la noche anterior. Alguien entre las sombras del otro lado de la acera las había estado grabando.
De repente, entró una llamada a su celular, del mismo número desconocido, que hizo que Helen se sobresaltara. Afortunadamente, los baños ya estaban vacíos, y los alumnos estaban entrando a sus clases.
-¿Hola?
-Que buen trasero tienes, Helen. ¿Te gustó el vídeo?-, dijo la voz del asesino del otro lado de la bocina.
-¿Quién eres?
-Lo sabrás a su tiempo. Quiero que tú y tus amigos vean que tengo poderes, puedo estar en todas partes, verlo todo. Ayer no pudieron atraparme.
Helen se levantó del baño, como pudo, y salió del cubículo. Efectivamente, estaba todo vacío. Miró alrededor, pero no había nadie. El asesino empezó a reírse.
-¿Por qué no te fijas bajo los cubículos? Puedes llevarte una grata sorpresa…
-No caeré en tus juegos.
Helen no se agachó. Empezó a golpear las puertas de los baños, hasta que estuvieron todas abiertas. No había nadie en ellas.
-Eres un mentiroso. Si sólo querías asustarme, lo has hecho, pero no eres lo que esperaba. Si en verdad estás en todas partes, ¿dónde estás ahora?
-Más cerca de lo que crees. ¿Crees que Sidney pudo haberse salvado ya? ¿Quieres saber dónde está?
-Eres un hablador. Sidney lleva años sin aparecerse por aquí…
-Eso es lo que tú crees. Da la casualidad que vino solamente para presenciar sus muertes. Una quinta masacre la haría salir de su escondite, y yo lo logré. Ahora vamos a jugar.
La que se rió ahora fue Helen. Movió su cabello pelirrojo brillante en señal despectiva.
-¿Dónde está el asesino? ¿Preguntas y respuestas? Ya pasaste de moda. ¿A qué vamos a jugar…?
Se escuchó un estrépito desde la puerta al fondo de los baños, donde el conserje guardaba las escobas y demás productos para limpiar. Ghostface levantó su cuchillo.
-Juguemos a “destripar a Helen”…
La chica soltó su celular y corrió hasta la puerta del baño, que aún estaba muy lejos. Se volteó y le arrojó la mochila al asesino, quién no alcanzó a esquivarla, y se le enredó en uno de los brazos. Sin pensarlo dos veces, Helen corrió hasta la salida, pero antes de jalar la puerta, el asesino la alcanzó, jalándola del cabello y de la blusa, y la arrojó hasta los lavabos, donde la chica se resbaló y se golpeó la cabeza contra la porcelana.
Helen estaba desesperada, y su cabeza daba muchas vueltas, que creyó que la puerta de uno de los baños era la salida. Se arrastró por el suelo, tratando de alcanzar la salida, pero el asesino le pateó las costillas tan fuerte, que sintió que le faltaba el aire, y dejó de moverse, tosiendo.
Ghostface sacó el cuchillo de nuevo, y levantando la cabeza de su víctima, le rajó el cuello de lado a lado. La sangre salió a borbotones, y salpicó todo el piso del baño. Dejó que la cabeza de Helen cayera al suelo. Después, dedicó pocos minutos a acabar con lo que tenía planeado. Tomó el celular, y revisó los contactos de la chica…

-Judy, es Helen-, dijo Kirby, quién estaba sentada junto con la policía y Javier en las bancas de la cafetería. Revisaba su celular en cuanto llegó el mensaje de la chica.
Los tres vieron lo que decía: VÉANME EN EL BAÑO. SÉ DÓNDE ESTÁ SIDNEY…

lunes, 24 de agosto de 2015

5CREAM SIN REGLAS: "El Novio".

Kevin McHale como Malcolm.



Se pusieron de acuerdo: Javier tenía que regresar para cuidar la gasolinera, así que no podía quedarse. Los padres de Cameron estaban preocupados por él, y Malcolm se ofreció a llevarlo de paso a su casa. Kirby y Helen fueron las únicas que aceptaron quedarse, siempre y cuando Helen llamara a sus padres antes que nada.
-Muy bien. Helen, tú dormirás conmigo en mi habitación, y Kirby en la habitación de los invitados, si no te importa, claro…-, dijo Judy.
La chica rubia sonrió.
-Para nada, gracias.

Después de prestarle a Helen ropa para dormir, Judy bajó a la estancia, donde aún estaba Kirby, tomando té caliente antes de dormir.
-Dejé un pijama en la recámara. Dormirás más cómoda.
-Gracias, agente Hicks.
-No, dime Judy. Me haces sentir más vieja cuando me dices agente…
Las dos se rieron.
-¿Cómo lo lograste?-, preguntó Judy, más seria.
-¿Sobrevivir aquella noche?
Judy asintió.
-No lo sé. Ya sé que cuando eras ayudante del alguacil, mucha información no fue dada a conocer, ni siquiera a ustedes. Me quedé quieta hasta que llegaron. Si Charlie estaba por ahí, era mejor no llamar demasiado la atención. No fue tan grave, al menos no tanto como creyeron.
Kirby se levantó un poco la blusa para que Judy viera las cicatrices de su abdomen. Sin duda se veían horribles.
-Lamento mucho que tengas que revivir esto. Después de todo, la vez pasada fue algo terrible para todos. Yo también tengo miedo.
Kirby miró a Judy con toda tranquilidad.
-No me asusta esto, Judy. Tengo más miedo de saber que este loco está allá afuera. Pero no temo por mí. He visto bastantes películas para saber en qué va a acabar esto. No quería decirlo frente a los demás, pero el final será tan doloroso y sorpresivo que acabará con nosotros para siempre, de una forma u otra.
Judy tragó saliva al escuchar eso. Era como si las cosas estuvieran tomando un rumbo más alarmante cada vez más.
De repente, sonó su celular. Lo sacó del bolsillo y lo revisó. Era el comandante Emmerson.
-Disculpa un momento, es el comandante. Vuelvo enseguida…
Kirby tomó un sorbo de su té, mientras veía cómo Judy salía de la casa al porche.
-Hicks…
-Malas noticias, agente. Simon está muerto. Su madre no aparece, pero no creemos que le haya pasado algo malo. ¿Qué pasó con los muchachos?
-Tengo a dos en mi casa. Los demás tuvieron que regresar a sus hogares, pero les hice prometer que regresarían mañana. No voy a dejar que les pase nada, si es que ese loco los tiene en la mira.
-No se preocupe, agente. Por favor, tómese mañana el día. Quiero a esos muchachos a salvo hasta que Halloween haya pasado. Mientras tanto, seguiremos buscando a la madre del chico. No le va a agradar la noticia, pero no tengo alternativa…
-Por supuesto. Llámeme en cuanto sepa algo, comandante.
-Así será. Descanse, Hicks.
Y colgó.
Judy cruzó los brazos, soltando un suspiro. Estaba cansada, asustada y preocupada. Todo a su alrededor parecía desmoronarse. Su celular sonó otra vez, pero no era un número conocido.
-¿Diga?
La voz del otro lado era de mujer, pero se escuchaba asustada.
-Lo siento, señorita Hicks. En la comisaría me dijeron que podía llamarla a este número. Soy la madre de Simon.
Judy hizo de tripas corazón.
-Señora, no se preocupe. Gracias por llamar aquí. Tengo algo que decirle…
-Estoy llamando a casa, pero nadie contesta. ¿Podría decirme qué pasa? Mi hijo se quedó solo, con ese asesino rondando por ahí, yo…
-Tranquila señora. Necesito que se tranquilice. ¿Dónde está?
-Voy hacía su casa, agente Hicks. Mi hijo puede estar en peligro…
Judy frunció el ceño.
-¿A mi casa? ¿En la comisaría también le dieron mi dirección?
Con un clic, la voz de la aterrada madre de Simon cambió, a la de un hombre sin escrúpulos, de voz fría y afilada como cuchillo.
-Lo siento, agente Hicks. La madre del chico no se encuentra disponible por el momento. Pero yo sí, y uno de sus protegidos también…
Judy volteó para todas partes, acercándose poco a poco a la puerta de su casa.
-¿Qué le hiciste a esa mujer?
-Ella está bien, en serio. Lo que me preocupa es que uno de sus amiguitos perderá la vida si no adivina una sencilla pregunta. No tiene nada que ver con Sidney Prescott, eso se resolverá a su tiempo.
-¿Qué es lo que quieres?
-Sencillo. Ahora que Kirby ha hablado con ustedes, sabrán muchas más cosas acerca de mi plan. Lo que tengo preparado para ustedes no tiene comparación. Ni Billy y Stu tenían algo tan grande entre manos. Vamos, ni siquiera Jill Roberts o la señora Loomis. Dígame, agente Hicks, ¿qué aprendió de la primera experiencia de Sidney con el asesino? ¿Qué le faltó a Casey Becker para sobrevivir…?
-Si quieres hablar de eso, hablemos. No hay que tomar drogas ni tener sexo, eso es seguro. Tampoco contestar “¿quién está ahí?”; y mucho menos decir “enseguida vuelvo…”
-Muy bien, agente Hicks, hace muy bien su trabajo. Sin embargo, hay un detalle importante. Sidney confió demasiado en Billy, y después desconfió de Derek, aunque se equivocó. Estoy rompiendo las reglas, agente… Piense…
Judy empezó a barajas las opciones. Conocía bien los detalles de los casos de homicidio que rodeaban la vida de Sidney. Billy, el primero de los asesinos, y Derek, su novio, en quién perdió la confianza al creerle asesino…
-Dios mío. ¿No es el novio? ¿Quién es el novio? ¡Dímelo!
La risa del asesino se volvió afilada.
-Hace muy bien su trabajo. Merece que la asciendan a detective. Uno de los tres muchachos está a punto de morir, y aun puede salvar a los otros dos. Sólo dígame quién de ellos es “el novio”. Averígüelo, e intente salvar su vida. Pero si lo hace, los otros dos morirán. Prepárese, agente Hicks. La tengo en la mira…
De repente, del techo de la casa cayó algo pesado hacía el jardín, algo que sonó como líquido y viscoso. Con la poca luz que salía de las ventanas de la casa, Judy vio con horror lo que había caído en el césped: era el cuerpo de una mujer, con el rostro aterrorizado y salpicado de sangre, y varias puñaladas en el pecho. Sin gritar, la atemorizada policía entró a su casa, pálida de miedo. Buscó en la estancia a Kirby, pero ya no estaba. Subió con cuidado las escaleras y revisó el pasillo del segundo piso. No había nadie.
Tocó la puerta de la habitación de invitados, y Kirby se asomó, ya con el pijama puesta.
-¿Sucede algo, Judy?-, preguntó la chica, preocupada por la apariencia de Judy.
-Habló conmigo, el asesino. Va a matar a alguien…
La puerta contraria se abrió, y Helen salió, algo adormilada y confundida.
-¿Qué pasa?
-¿Qué te dijo?-, preguntó Kirby, poniendo su mano en el hombro de Judy para que esta se tranquilizara.
-Sabe que los muchachos no están en casa. Va a matar a uno de ellos, pero si lo salvamos a él, va a matar a los otros dos…
-Dios mío… Les voy a llamar-, dijo Helen, regresando a la habitación para marcar con su celular.
-¿Te dijo algo más?
-Sí. Me dijo que uno de ellos era el novio de alguien. Al que va a matar tiene pareja. Está rompiendo las reglas en todos los sentidos…
Kirby se quedó pálida, analizando la situación. Tal vez…
-Ninguno me contesta. Cameron tiene el celular apagado y Javier también. Malcolm ni siquiera me dio su número. ¿Qué hacemos?
Kirby y Judy miraron a Helen.
-Tienes que insistir con todos. Vamos a casa de Malcolm primero, es la que queda más cerca. Pero necesito que salgan de la casa en silencio, vean lo que vean…
-¿A qué te refieres?-, preguntó Kirby.

Su respuesta llegó al salir de la casa. Ni Helen ni Kirby gritaron: sería un error. El cuerpo de la mujer seguía ahí, tendido boca arriba con ese rictus eterno de terror. No debían llamar la atención de los vecinos.
-Es la mamá de Simon, yo la conozco-, dijo Helen con un susurro aterrorizado.
-Muy bien. Suban al auto. Vamos a la casa de Malcolm antes que pase algo. ¿Ya has intentado llamar a Cameron y a Javier?-, dijo Judy, mientras abría el auto.
-Ninguno me contesta. Tengo miedo.
-Todos lo tenemos, Helen. Kirby, ¿sabes si Malcolm está sólo en casa?
Kirby se quedó un momento en silencio antes de contestar.
-Creo que sí. Sus papás visitaron a un familiar o algo así, no estaba poniendo demasiada atención. Vamos…
Judy asintió y arrancó el auto a toda prisa.

Malcolm estaba en su habitación, mirando una película porno en su computadora. Mirar aquello le quitaba el estrés, y además lo ponía con el sonido tan fuerte como quisiera. Nadie lo estaba escuchando.
Su celular sonó en la parte más caliente de una escena sexual muy explícita, por lo que Malcolm tuvo que usar su mano derecha para contestar.
Era Kirby.
-Hola, preciosa. ¿Te arrepentiste de estar con la agente Hicks?
-No es broma, tonto. Alguien llamó para amenazarnos. Van por ti. ¿Estás bien?
Malcolm miró por la ventana, mientras las ramas del árbol del patio de atrás se movían con el viento otoñal.
-Claro. La casa está bien cerrada. ¿Cómo sabes que van por mí?
-Porque estoy cerca de tu casa, imbécil… ¿No pensabas que iba a ser tan fácil, verdad?
Malcolm seguía escuchando la voz de Kirby detrás del teléfono, y la película se le antojó cada vez menos deliciosa.
-¿De qué estás hablando Kirby? Si es una broma, te salen tan mal las interpretaciones de Ghostface. Se supone que tendrías que cambiar de voz repentinamente.
-No lo necesito. Cuando lleguemos te mataré frente a todos. Yo soy la asesina, Malcolm, menuda sorpresa. ¿Quién si no los reuniría para acabar uno a uno con ustedes?
El muchacho puso pausa a la película y se levantó para salir de su habitación. La casa estaba completamente a oscuras y muy silenciosa.
-No es gracioso Kirby. Vamos, ¿Judy te dijo que me asustaras? Seguramente fue Helen, esa perra me odia…
-No tienes imaginación, Malcolm. Déjame decirte una cosa: eres un personaje mediocre para una película de terror. En este caso, eres Randy, pero no cómo quisieras. No te vas a quedar con la chica bella, y por supuesto, morirás…
-Randy no tuvo muchas oportunidades con Sidney de todas maneras. Era el que les salvaba el pellejo a los guapos y protagonistas. Ni siquiera tengo nociones de las películas de terror.
Malcolm bajaba las escaleras, sin soltar el teléfono. Buscó el interruptor de la luz del pasillo y la estancia, para no sentirse tan aterrado.
-Las secuelas apestan. Con la quinta parte, hay que saber bien hasta donde detenerse. Por esto las sagas como Viernes 13 o Halloween terminaron siendo fracasos, con remakes innecesarios y todo eso. Y no creo que seas Kirby…
La chica soltó una carcajada, que se escuchó extraña y algo distorsionada.
-Puede ser. La duda te está persiguiendo, Malcolm. Será mejor que te asomes a la puerta. Cuando llegue, te llevarás una gran sorpresa.
Kirby cortó la llamada, mientras Malcolm miraba directamente a la puerta de la cocina, que daba al patio trasero. La casa se llenó de un silencio incómodo, hasta que alguien empezó a aporrear la puerta principal.
-¡Malcolm, ábreme!-, gritó Kirby desde el otro lado.
El muchacho no dijo nada, mientras le llegaba un mensaje a su celular. Venía directamente del número de Kirby.
“Abre la puerta, Malcolm. Si te atreves…”

Del otro lado de la puerta, Kirby seguía dando golpes en la puerta. Judy había sacado su pistola y la llevaba por lo bajo. Helen las seguía más atrás, sin dejar de llamar por teléfono.
-Voy por atrás, no se muevan de aquí. Si alguien viene, regresen al auto, ¿entendido?-, dijo Judy, caminando hacia la parte lateral de la casa.
La agente Hicks caminó directo hasta la puerta trasera de la casa, sin dejar de vigilar por todas partes. El patio trasero estaba oscuro y solitario, a excepción de una bombilla encendida en la puerta de atrás.

Malcolm vio que alguien se movía por la puerta trasera, sin hacer ruido y muy lentamente. Volvió a analizar sus opciones y vio que la puerta que daba directamente al sótano desde la cocina estaba entreabierta. Caminó despacio y llegó hasta la puerta, cerrándola con cuidado tras de sí. El lugar estaba oscuro, pero con el flash de su celular pudo alumbrar hacía delante. Bajó con cuidado las escaleras y esquivó varias cajas de cosas apiladas en las paredes.
Su celular volvió a vibrar con otro mensaje de Kirby: “Cada vez más cerca…”
Malcolm ignoró el mensaje y volvió a buscar un buen lugar para esconderse. Cuando estaba a punto de llegar al fondo del sótano, donde sus padres guardaban una enorme mesa de billar sin usar, unas cajas con revistas se vinieron abajo detrás de él. Dio un salto y alumbró donde estaba el desorden de revistas.
No había nadie, ni siquiera su sombra.
-Maldita sea…
Justo cuando se dio la vuelta para volver a buscar refugio, Ghostface estaba frente a él, con el cuchillo levantado por encima de su cabeza. El muchacho soltó un grito y salió corriendo para el otro lado, sin percatarse de una pila de cajas cerca de él, las cuales tiró e hicieron que se tropezara. Sintió el peso de una bota encima de su espalda, y luego, el horrible dolor de la hoja del cuchillo entrando por entre sus costillas.
Apenas si pudo levantarse, pero Malcolm sentía la sangre empapando su ropa y un dolor que se le extendía por todo el costado. Buscó la salida del sótano, y cuando alcanzó por fin las escaleras, empezó a subir, casi gateando. Jaló la puerta para poder salir, y vio las luces de la estancia. Se desplomó cuando Ghostface le tomó del tobillo y empezó a jalarlo.
-¡AYUDA! ¡KIRBY, AYUDA!-, gritó el muchacho lo más fuerte que el dolor le permitía, y los golpes en ambas puertas de su casa se hicieron más y más fuertes. El asesino seguía jalando, y aunque Malcolm se aferraba fuerte al borde de la alfombra, no era suficiente. Ghostface tiró una última vez, y el muchacho se desplomó boca abajo en el suelo. Luego, sintió que lo volteaban, para quedar viendo hacia el techo. La horrible mascara blanca quedó frente a frente de su rostro, y pensó que sería lo último que vería con vida.

Cuando Judy Hicks se atrevió a tirar la puerta trasera de la casa de Malcolm, ya era demasiado tarde. Corrió hasta la cocina, y en la puerta del sótano estaba el muchacho, mirando hacía el techo, con del cuerpo lleno de puñaladas y la mirada apagada. El terror se reflejaba en su rostro.
Kirby y Helen entraron después que Judy, pero sólo Helen soltó un grito de terror. Kirby estaba en shock: se arrodilló frente al cuerpo de Malcolm y empezó a llorar, agarrándole una mano, la cual se sentía fría al tacto, con sangre aún caliente manchándole los dedos.
-El asesino tenía razón…
-¿De qué hablas?-, preguntó Judy, guardando de nuevo su pistola en el cinturón.
Pero Kirby no dijo más, y siguió llorando hasta que las patrullas se escucharon cerca de la casa.
 
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