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martes, 26 de marzo de 2013

El Último Sacrificio Parte II: Lección Paterna.

DEDICADO A LA MEMORIA DEL SEÑOR JAVIER CARRILLO.




-¡Corre, Javier!-, le decía su padre, cuando aquel pequeño, que superaba a todos los niños de su edad en altura e inteligencia, no podía salir adelante en una pequeña carrera. Todos los demás, sin excepción, le ganaron, y él se quedó ahí, quieto, mirando a los niños subirse a los juegos, mientras él se quedaba triste por haber perdido la carrera.
-Ya peldí… No es justo papi, ellos colen más lápido…-, decía Javier, con su vocecilla de niño, inocente, tierna. Le salían unas pequeñas lágrimas, que surcaban sus mejillas llenas de tierra. Papá se le acercó, con un rostro serio e imperturbable, pero en el fondo, parecía estar triste.
-No llores, Javier. Los niños no aprecian de verdad ciertas cosas. Ándale-, mi niño, te invito un helado si quieres, ven…
Shi! No, mejol un raspado de grosella, me guta ese…
Papá le ofrecía siempre la mano, y una pequeña sonrisa en su severo semblante. Y Javier, limpiándose la cara con aquella manita regordeta, le daba la otra, y se iban caminando, lejos…

-¿En qué estás pensando?-, dijo Luis, interrumpiendo los pensamientos de Javier. El hombre estaba en el asiento de copiloto del auto amarillo de Luis, y miraba a la ventana cómo si por ella pasaran las imágenes de su infancia. Se sobresaltó, y suspiró.
-Estaba pensando en mi jefe. Era un hombre demasiado duro, pero nos quería demasiado a todos. No entiendo cómo pudo…
Luis miró de nuevo a su amigo, y de regreso al frente, para no perder la concentración. Azahena y Vianney venían detrás, platicando de cosas aparte, y no parecían darse cuenta de nada.
-No tienes que echarte la culpa de nada, compañero. Ni siquiera sabes lo que en verdad pasó. Puedo creer que tu padre era un ejemplo para cualquiera, pero no por eso quiere decir que sea un asesino. Por favor, no pienses así de él…
Javier miró a Luis, y creyó que su amigo estaba en lo cierto. De nuevo, su mente y su mirada se volcaron en los árboles de las aceras del lado del auto donde él iba.
-Mi padre jamás podría haber asesinado a nadie, eso lo sé, al menos que defendiera a su familia. Pero nunca lo hizo, y no creo que lo haya hecho si pertenecía a ellos. Me acuerdo bien una vez que llegó a casa, algunos días después de que mi madre se fuera de casa…
Javier empezó a contarle a Luis la historia. Javier, con 16 años, ya era un hermano mayor y también responsable de otros siete niños. Su padre llegó del negocio más tarde de lo acostumbrado. Allá afuera, llovía a cántaros, y Javier estaba dispuesto a terminar la tarea de la preparatoria, la cual no había hecho por ayudar en el negocio.
-¿Dónde estabas?-, dijo el señor.
-Regresé para hacer la tarea, y además quería ver a los muchachos. ¿Por…?
-No por nada. Sólo que me quedé en el negocio a acabar lo que tu ni siquiera pudiste. ¡Te dije que hicieras la parte del inventario de hoy y nada!
Javier lo miró, y en los ojos de su padre se reflejó su propio temor, pero también la severidad en contra de su falta.
-Lo siento. No creí que…
El señor conocía bien ese movimiento, propio de sus hijos mayores: Disculparse, y agachar la cabeza. Le producía decepción ver a sus hijos así.
-Carajo Javier, te he dicho que no dejes las cosas para otro día, pero no entiendes. El trabajo es primero, es con lo que tragamos. También la escuela lo es, pero primero las buenas responsabilidades. ¿Ya hicieron algo de cenar o qué…?
Javier vivió un tiempo con aquella atemorizante idea de hacer las cosas bien sin esperar demasiado a cambio, de agachar la cabeza cuando se equivocaba, y de perder un poco la cordura en cuanto a la familia. Sólo fue hasta el día en que Javier se tituló que las cosas cambiaron un poco. Invitó a su padre y sus hermanos, junto con la señora esposa de su progenitor, a la ceremonia de su titulación como médico. Todos lo miraban con orgullo, menos su padre. Otra vez aquella mirada severa, seria, que analiza.
-Muy bien hijo, ya eres alguien en la vida. Me atrevo a decir que eres mejor que yo, y eso me llena de dicha…
-No papá, por favor. No eres alguien que deba decir eso. Nos sacaste a todos de la miseria y de una vida de cosas malas. No digas eso por favor.
Y el joven Javier bajó la mirada. El señor lo reprendió, dándole un pequeño zape en la cabeza.
-No Javier. Mírate, yo no llegué a ser nada, y tú eres un médico, uno de verdad. Yo solo aprendí a la mala a vivir, pero ustedes pueden ser algo más. No quiero que te dejes vencer, por favor… No ahora…
Javier lo miró, cómo si su padre tuviera algo más que decir…

-¿Y qué te dijo?, preguntó Luis.
-“Lo que viene no se puede detener con un papel o un certificado. Lo que viene es inevitable…”
Javier se puso pálido, recordando aquella pequeña confesión de su padre. Algo que recordaba vagamente, y que en ese preciso momento se convirtió en una advertencia para el futuro.
-No puede ser que te haya dicho eso, ni siquiera sabiendo él lo que iba a pasar. ¿Hace cuanto que te titulaste?
-Hace cómo 15 años. ¡Mierda…!
Incluso las chicas escucharon la exclamación de Javier, cuando el médico se dio cuenta de la situación en la que estaban.
-¿Qué sucede?-, pregunto Azahena. Javier respiraba mal, se sentía oprimido.
-Viktor Kunnel empezó sus experimentos hace 15 años. Tal vez mi padre y la sociedad secreta a la que pertenecían lo aceptaron después, y él, con sus ideas radicales, comenzó a planear algo grande. Mi padre lo sabía, y me advirtió por eso, aunque no lo relacioné hasta ahora. Nunca lo supe, ni siquiera cuando mi padre murió.
-Está bien amigo, ya se lo podrás contar al comandante Molina cuando lleguemos. Estamos cerca, no te preocupes…
Todos guardaron silencio, y Luis siguió manejando, hasta llegar a la comandancia de la IECM.
Hiram Molina ya los estaba esperando, cuando todos se reunieron en una extraña bodega, iluminada con largas filas de lámparas de tubo. La paredes eran blancas, lisas, sin ningún adorno en especial, y el suelo era gris, hecho de cuadros que alternaban el mismo color, en tono claro y oscuro. Parecía una especie de hospital.
-Los mandé llamar aquí para darles una noticia. Las señoritas Isabel y Kerly ya pueden disponer de su tiempo cómo mejor les plazca, pero asumo que cada una tendrá tiempo de hacer algo por el equipo…
Las dos aludidas asintieron y salieron del recinto. Javier se despidió de Isabel con la mano, y ella le regresó la cortesía con una sonrisa.
-Los demás, escúchenme con atención por favor. Tenemos un margen de tiempo para encontrar a Kunnel y acabar con sus planes, pero con todos los recientes acontecimientos y homicidios, he decidido que lo mejor será entrenarlos en alguna técnica marcial que consideremos de utilidad para su defensa. No sabemos a ciencia cierta cuan preparados estén los hombres de Kunnel, y no sabemos tampoco en qué estilo. ¿Puede pasar al frente, señor Ángeles?
Salvador se puso frente a sus compañeros, mirando directamente a Molina, quien se había puesto frente a él.
-Tengo entendido, por lo que dice el archivo, que usted tiene algunos conocimientos de artes marciales, especialmente en el tae kwon do, y la espada samurái. ¿Es eso cierto?
Salvador lo miró, y asintió.
-Desde luego, señor. Estuve practicando durante casi 10 años. ¿No pretenderá que les dé clases o sí?
Hiram asintió, sonriente. Javier sabía que Salvador no decía eso por descortés, sino que era realista.
-Y usted dirá: “¿Pretende que les dé clases a ellos?”. Es lo que estaba pensando, y lo sabe bien. Tenemos un margen de tiempo de al menos un mes antes de iniciar las operaciones, antes de que sea más tarde. Queremos que la gente esté segura y sin saber nada, incluso que ellos no se enteren de mucho por algún tiempo, para dar el golpe final en cuanto tengamos todo listo. ¿Nos ayudará señor Ángeles? ¿O prefiere que contrate a alguien que lo haga mejor que usted? Por eso dejé fuera a las señoritas, porque ellas ya están capacitadas en todo eso…
Salvador sentía un poco de coraje por lo que le había dicho Molina, pero no contestó de inmediato. Se limitó a cerrar los puños, conteniendo un poco las ganas de agarrarlo a golpes.
-Está bien, puede disponer de mis servicios, señor…-, dijo el joven médico, con una voz de indiferencia. Molina sólo sonrió.
-Perfecto, muchas gracias. Ahora, a todos los demás, les pido que sigan las instrucciones de su compañero, y si pueden seguir su entrenamiento aparte, bueno, no será tan mala idea. ¿Quién está dispuesto a esto?
Los cuatro restantes miembros se miraron uno al otro, tal vez esperando ser uno de ellos el primero en romper el silencio.
-Yo lo haré-, dijo Javier.
Azahena asintió, dando por sentado que ella también estaría presente en los entrenamientos.
-Tengo todavía proyectos personales, señor Molina, pero espero presentarme aquí con regularidad, si eso no le molesta-, explicó Vianney.
-Por supuesto que no, señorita Gil. ¿Qué me dice usted, señor Zaldívar?
Luis sabía que el ejercicio y las técnicas de condicionamiento del cuerpo no eran lo suyo. Pero al final asintió también.
-Muy bien, lo haré…
-Muy bien, señor Zaldívar. Quiero que todos estén preparados en cuanto les sea posible. Mañana en la mañana empezaremos con lo básico, señor Ángeles, así que espero no se mande mucho con ellos. Buenas tardes.
Cuando Molina salió del recinto, empezaron de nuevo las pláticas donde nadie se entiende, y todos hacen ruido.
-Tranquilos todos. Si el comandante cree que es lo que se debe hacer, no tenemos otra opción, créanme…
-Pero Javier, el asunto es demasiado sencillo. ¿Quién sabe si vayamos a encontrarnos primero con ellos?-, dijo Luis, quejumbroso.
-Da igual. Si ellos nos encuentran primero, tendremos que defendernos. Personalmente tengo mucho miedo, y espero que las cosas vayan mejor-, explicó Azahena.
Nadie dijo nada acerca del tema.

Al siguiente día, Javier se levantó temprano. Miró el reloj, y se vistió con el pants y la playera, porque hacía mucho frío. Se bajó a la cocina, y desayunó ligero: Un jugo y una manzana. Ese día sería muy pesado.
Miró la hora en el reloj antes de arrancar la moto. Era una Harley-Davidson, negra, la cual casi nunca usaba, a excepción de las emergencias o las ocasiones especiales. El único vehículo que conocía en la ciudad era el auto amarillo de Luis.
A su mente le llegó un nuevo recuerdo. El día que su padre agonizaba en el hospital, por alguna extraña enfermedad, su padre le había repetido la advertencia, tantas veces que se le grabó por fin en el cerebro, cómo un recuerdo importante, pero sin fundamento.
-¿Por qué quieres que recuerde esto?-, dijo Javier, extrañado.
Su padre lo miró, y en muchos años, desde que él recordaba, le tomó la mano, como si fuera un niño de nuevo, aquel niño que lloraba porque no había ganado la carrera, y que con sus lágrimas, convencía hasta al corazón más duro para que se ganara un helado, y el cariño.
-Las cosas no son las mismas Javier. Si pretendo enseñarte de la vida, que sea de esta manera. Sólo quiero que te cuides mucho, y que aceptes lo que tenga que venir…
Javier atendió esas recomendaciones después de muerto su padre. El hombre que le había dado la vida, que lo había protegido, regañado e incluso guardado secretos, le daba un arma poderosa para el último momento. Pero, ¿hasta cuándo le duraría esa advertencia?


jueves, 14 de marzo de 2013

El Último Sacrificio Parte II: Leyendas que Matan.


-Durante la noche, un desconocido o tal vez un grupo de asesinos entraron a la Facultad de Filosofía y Letras, acabando con la vida de dos guardias de la Universidad Nacional Autónoma de México, y también con la del profesor en filosofía social, el maestro Alberto Ruíz, además del paradero perdido de su compañera, Ángeles Cruz. Se sabe sólo que las pertenencias personales de la aludida, que se desempeña como odontóloga particular, fueron encontradas en la escena del crimen, cerca de la salida de la Facultad. Ha llegado un equipo de investigación especial para dar un informe de la escena del crimen, así como los rumores de que Javier Carrillo, el importante investigador privado, ya esté dentro…

Las palabras de la reportera no eran tan falsas. Javier y los demás miembros del equipo especial ya estaban ahí. Luis miraba de lejos el cuerpo del profesor Alberto, a quién había conocido en sus clases en la Facultad, y había sido uno de los profesores que lo habían apoyado en su proceso de titulación, después del incidente del museo.
Salvador y Javier seguían haciendo la valoración del cuerpo y no estaban tan sorprendidos. Parecía tener grandes surcos en todo el cuerpo, hechos con un arma demasiado filosa. La agonía en su rostro les mostraba que había pasado por esta tortura estando aún vivo. Y en la cabeza, en la cima del cráneo, la última letra, una I mayúscula, la cual Luis relacionó con la frase que estaban buscando.
Ollin Miquiztli.
Desde lejos, Luis veía que Javier y Salvador le dictaban datos a Kerly en una computadora especial, la que mandaba directo y sin interferencias los mensajes al comandante Molina, siendo una forma de comunicación más segura.
-¿Encontraron algo?
La voz detrás de Luis hizo que el muchacho se asustara, y que Vianney soltara una pequeña carcajada.
-No hagas eso. Pensé que…
-¿Qué era alguien más? No, bueno, hasta donde sé, sigo siendo la misma. ¿Qué encontraron?
Luis le mostró una hoja dónde había escrito de nuevo la frase completa en náhuatl. A Vianney no le sorprendió tanto.
-Es de tu trabajo, ¿cierto?-, preguntó él.
-Sí, la tesis…
Vianney había hecho su tesis en religión azteca, acerca de un tema que a ella le había llamado la atención en sus clases. Se trataba del término Ollin Miquiztli, una palabra que ella había usado de manera propia para su tesis, y la cual había confeccionado de dos términos que salían en casi todos los códices.
Ollin quería decir Movimiento, algo perpetuo, cómo un ciclo que existía en todo momento, en la naturaleza, en la vida, en el curso de los tiempos. Y Miquiztli, la calavera, un símbolo de la muerte, de lo que se acaba, de lo que trasciende a otro plano para volver a continuar con el Ollin. Vianney se había dado la oportunidad de unir los dos términos para ponerle un título más adaptado al tema de su tesis:
-Ollin Miquiztli quiere decir literalmente “Muerte en Movimiento” o “el movimiento de la muerte”. La muerte era un concepto más estático, se presentaba al final del Ollin o movimiento de una persona, del ciclo de su vida. La muerte en movimiento es una alegoría del sacrificio, la muerte causada por los hombres para salvar su propio Ollin…
Luis comprendía poco acerca de todo ello, pero al menos tenía claro que los que estaban haciendo esto buscaban un sacrificio, no se sabía de qué índole.
-¿Pero un sacrificio en qué sentido?
-No lo sé. Temo que hayan leído mi tesis, ese término no se encuentra en ninguna parte…
Luis miró a Vianney con aprehensión. Había algo que no cuadraba.
-¿Había algo más en tu tesis que se me pasó?-, dijo Luis. La había leído completa, pero hasta ahora, no había nada que la relacionara en cierta medida con el asesinato de Alberto, ni mucho menos con el plan de Viktor.
-Creo que no… Una especie de sacrificio que jamás se haya visto tal vez… El sacrificio de los Tezcatlipocas…
-Ni siquiera lo recuerdo-, aclaró Luis. Vianney lo miró un poco ofendida, pero se tranquilizó.
-Era un extraño ritual del que apenas se tiene noticia. Lo encontré entre los folios del códice Sanctórum, el que protegieron ustedes aquella vez. Narra el origen del universo, de una manera muy resumida, y también de la disposición de los cuatro Tezcatlipocas, los dioses creadores: Tezcatlipoca, llamado Tezcatlipoca Negro, quedó a cargo del Norte, el mundo de las tinieblas. Xipe Tótec, el Rojo, estaba en el Este, por dónde salía el Sol y la luz. Quetzalcóatl, el Blnaco, dominaba el Oeste, por dónde salía la noche, y la Estrella de la Tarde se asomaba. Y por último, Huitzilopochtli, el Azul, descansaba en el Sur, lugar de guerreros y de sacrificios.
-Sí, eso lo recuerdo bien, pero, ¿en qué se basa todo eso? ¿Qué tiene de especial este sacrificio?
-Todos los demás sacrificios se destacaban por el derramar la sangre de una persona para alimentar a los dioses, y que estos les concedieran el milagro de otro día más de vida. Este es muy distinto. Sacrificaban, de manera simbólica, a sus cuatro dioses creadores, para darle a un solo afortunado, el derecho de vivir para siempre…
A Luis le brillaron los ojos. Todo empezaba a relacionarse. Sólo que…
-¿En tu tesis no mencionas de casualidad el lugar dónde debe ser efectuado el sacrificio?
Vianney empezó a recordar mentalmente aquel apartado acerca del Sacrificio de los Tezcatlipocas, al cual le gustaba llamar Nahui Tezcatlipoca Ollin Miquiztli.
-Había un supuesto apartado dónde se descubre por fin el lugar de emplazamiento de este sacrificio antes de los años 1500. Lamentablemente es una de las hojas que le faltan al códice, así que no pude saber con exactitud a qué lugar se refería…
Luis se puso en movimiento, acercándose de nuevo al cadáver. Javier y Salvador seguían dictándole detalles a Kerly, quién parecía escribir a velocidad casi invisible en la computadora.
-Necesito que me comuniques con el comandante Molina, en vivo-, dijo el muchacho, como si fuera una especie de orden.
-Lo siento, Luis, necesito pasar este informe antes que nada, la conexión es un poco lenta, por favor espera-, dijo Kerly, tratando de controlar su propia situación.
Luis se levantó del suelo, estirando un poco las piernas.
-Estábamos en un examen de rutina de un cadáver, chaparro, ¿pasa algo?-, dijo Javier, lleno de confianza de nuevo para con Luis. Aquella plática con Isabel en la morgue lo habían dejado satisfecho un poco consigo mismo.
-Lo siento Javier, pero necesito mandar ese mensaje. Vianney y yo descubrimos algo. Creo que sabemos qué es lo que planea Viktor Kunnel. ¿Dónde están las demás?

Azahena e Isabel estaban en otra parte de la Facultad, en una caseta de vigilancia, la cual solo monitoreaba la entrada y los alrededores del edificio, desde hacía unos pocos años atrás. Las cámaras habían detectado algo, a dos personas que habían entrado de manera discreta, una por una de las ventanas, y otra por enfrente. Esta última no era lo que se podía decir, precisamente, una persona…
-¿Qué es eso?-, dijo Isabel, repitiendo una y otra vez la grabación en la computadora. Era una especie de mujer mitad pájaro, con alas grises y todo lo de debajo de un enorme pavo. Estaba cubierta de una máscara, por lo que no alcanzaba a verle el rostro. Corría, rodeando el edificio, y cuando estuvo en la puerta de entrada, disparó en contra de los dos guardias. Luego, se veía como saca a rastras a la chica secuestrada, y detrás de ellas, el hombre fornido del reclusorio, al que Azahena e Isabel habían identificado, el que las había perseguido con ahínco.
-Es él. Estoy segura de que fue él…
-Tienes razón-, dijo Azahena. Se le notaba un nudo en la voz.
-¿Por qué habrían venido aquí, a matar a ese pobre hombre y secuestrar a la muchacha? Junto con Flor ya son dos los secuestros relacionados hasta ahora con todo lo que llevamos de la investigación. Cuanto más habremos de esperar para resolverlo…
Azahena sabía que, con esa afirmación, Isabel se sentía preocupada, por la pérdida de Bryan, y por seguir esperando alguna falsa noticia, algo que la mantuviera más tranquila. Incluso Azahena pensaba que eso nunca terminaría, que pasaría toda su vida buscando a Viktor, el hombre que la había engañado…
-¿Sucede algo?-, preguntó Azahena, regresando del mundo de sus sueños y de sus pensamientos. El celular de Isabel empezó a vibrar. Un mensaje, tal vez.
-Nos llaman en el pasillo…

Cuando Azahena e Isabel bajaron al pasillo, los demás miembros del equipo ya se encontraban ahí, de pie haciendo un coro alrededor del cadáver del profesor, que ahora lucía una sábana blanca cubriendo todo su ser. Kerly estaba a punto de escribir todo lo que se dijera en aquella reunión. Era prescindible para tener todo anotado, en caso de necesitar la evidencia más tarde, además de mandar los mensajes a Molina de manera segura.
-Luis y Vianney encontraron algo. Al parecer, Viktor planea cometer una especie de sacrificio, que según él, y con los aportes de la tesis de Vianney acerca del códice Sanctórum, lo hará inmortal. Sacrificará a cuatro mujeres, representaciones de los cuatro Tezcatlipocas, para lograr su cometido…
Azahena entonces tomó la palabra, un tanto insegura.
-Eso era lo que pretendía hacer. Él sabía que habría tres mujeres, además de mí, en la fiesta de Independencia. Pretendía buscar la inmortalidad, si eso se puede…
Todos la miraron, pero al menos Luis pudo contestar.
-No se puede. Por eso Viktor es tan peligroso. Pretende convencer a la gente que sus métodos son prácticos y completamente verídicos, y por eso han muerto miles a causa de su negligencia. Lleva 10 años planeando todo esto, y nosotros apenas en 2 o 3 días no hemos hecho demasiado…
-¿Y qué más saben, Javier?-, preguntó Isabel, revisando la hora en su reloj. Apenas iban a ser las 10 de la mañana.
-El grupo de asesinos de Viktor está basando sus homicidios en miembros antiguos de su grupo. Temo decirles esto: El profesor Alberto también pertenecía a su logia. Encontré un tatuaje de dos líneas y tres puntos en su pantorrilla. Por eso vinieron y lo…
Javier se quedó en silencio. Luis lo miró, incapaz de dar crédito a sus palabras. ¿Alberto Ruiz había colaborado con Viktor Kunnel?
-¿Qué pasa?-, dijo Salvador.
Javier cerró los ojos, concentrándose en lo que había podido descubrir. Lo analizó durante un momento y luego…
-No lo había notado antes. En el museo, César confesó haber matado a Daniel, el director, por que pertenecía a su orden. Deduje que mi padre pudo haber pasado por la misma suerte, aunque nunca lo supe…
-Javier, este… Nos hablan…
Kerly interrumpió la plática, y enfocó la pantalla de la computadora hacía los demás. Era una ventana de video a distancia, dónde el comandante Molina había aparecido de repente.
-Kerly es demasiado rápida para atender una emergencia de carácter informativo, señor Carrillo, por eso la contraté, por su eficacia. He estado analizando lo que dice, y me di a la tarea de revisar los antecedentes de su padre. Javier Carrillo, un hombre excepcional, dueño de uno de los negocios más prósperos en Jalisco. Diez hijos de dos matrimonios. Hasta que revisé el cadáver en las fotos del registro forense de su muerte hace 11 años no me di cuenta. Su padre, señor Carrillo, tenía el mismo tatuaje que los demás cadáveres…
Todo se desmoronaba dentro de la mente de Javier. Su padre había pertenecido a un grupo que buscaba la forma de volverse inmortal, causando tal vez muertes. No podía pensar en su padre ahora de otra forma. Siempre lo había puesto en un lugar de honor en su corazón, por haber sido un hombre fuerte y entregado a su trabajo, que se había dedicado en cuerpo y alma a su familia y a sus hijos.
-¿Qué más saben de los asesinos?-, dijo Molina, a través de la pantalla.
-Revisamos los videos de vigilancia en las periferias del museo, señor. El que entró a cometer el asesinato fue César Colín. De la otra persona, la que secuestró a la señorita Cruz, no sabemos nada, sólo que llevaba disfraz de pavo, y la cara cubierta de una máscara.
Todos miraron a Isabel, mientras daba parte de lo que ella y Azahena habían visto. César, ese maldito… Los pensamientos de Javier le corroían el cerebro de una manera sin igual, algo que no daba crédito a todo lo que estaba pasando.
-¿Disfraz de pavo con rostro de mujer?-, dijo Luis.
-Sí, y recordemos que en los testimonios de la gente de Xochimilco, habían reportado las visiones de una mujer vestida de blanco, con un velo que le cubría el rostro. En especial el día que desapareció Flor. ¿Tendrán alguna relación?-, explicó Isabel.
Nadie dijo nada. Salvador se acomodó los lentes.
-Suena a leyenda. La mujer vestida de blanco en Xochimilco parece la Llorona. La mujer mitad guajolote parece una de las brujas del folklore en los pueblos, de esas que se llevan a los niños en la noche. ¿Por qué estarán usando las leyendas para hacer todo esto?-, dijo Salvador, rompiendo con el silencio.
-Lo importante es que sabemos que no sólo César o su amigo Daniel están haciendo estas cosas. Hay otra persona, alguien que se disfraza, para que no podamos ver quién es-, comentó Javier, reponiéndose del shock emocional por las declaraciones de su padre.
-Los quiero a todos de regreso a las instalaciones. Nos enfrentamos a algo que va más allá de las investigaciones y las simples indagaciones. Señorita Juca, quiero que cierre la comunicación, y no se vaya a filtrar nada a los medios. Isabel, te pido que saques al equipo por alguna salida alterna, y a todos los demás, sin excepción, les advierto: Tenemos que hacer algo que no estaba en su plan de trabajo, y que espero no utilicemos nunca…
Cuando la pantalla se apagó, nadie dijo nada. ¿Qué más podría esperar Molina de nosotros?, se preguntó Luis para sus adentros, mirando de nuevo el cadáver de su antiguo profesor, envuelto en aquella sábana blanca. ¿Cuántos secretos más?


 
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