-Durante la noche,
un desconocido o tal vez un grupo de asesinos entraron a la Facultad de
Filosofía y Letras, acabando con la vida de dos guardias de la Universidad
Nacional Autónoma de México, y también con la del profesor en filosofía social,
el maestro Alberto Ruíz, además del paradero perdido de su compañera, Ángeles
Cruz. Se sabe sólo que las pertenencias personales de la aludida, que se
desempeña como odontóloga particular, fueron encontradas en la escena del
crimen, cerca de la salida de la Facultad. Ha llegado un equipo de
investigación especial para dar un informe de la escena del crimen, así como
los rumores de que Javier Carrillo, el importante investigador privado, ya esté
dentro…
Las palabras de la reportera no eran tan falsas. Javier y los demás
miembros del equipo especial ya estaban ahí. Luis miraba de lejos el cuerpo del
profesor Alberto, a quién había conocido en sus clases en la Facultad, y había
sido uno de los profesores que lo habían apoyado en su proceso de titulación,
después del incidente del museo.
Salvador y Javier seguían haciendo la valoración del cuerpo y no estaban
tan sorprendidos. Parecía tener grandes surcos en todo el cuerpo, hechos con un
arma demasiado filosa. La agonía en su rostro les mostraba que había pasado por
esta tortura estando aún vivo. Y en la cabeza, en la cima del cráneo, la última
letra, una I mayúscula, la cual Luis relacionó con la frase que estaban
buscando.
Ollin Miquiztli.
Desde lejos, Luis veía que Javier y Salvador le dictaban datos a Kerly
en una computadora especial, la que mandaba directo y sin interferencias los
mensajes al comandante Molina, siendo una forma de comunicación más segura.
-¿Encontraron algo?
La voz detrás de Luis hizo que el muchacho se asustara, y que Vianney
soltara una pequeña carcajada.
-No hagas eso. Pensé que…
-¿Qué era alguien más? No, bueno, hasta donde sé, sigo siendo la misma.
¿Qué encontraron?
Luis le mostró una hoja dónde había escrito de nuevo la frase completa
en náhuatl. A Vianney no le sorprendió tanto.
-Es de tu trabajo, ¿cierto?-, preguntó él.
-Sí, la tesis…
Vianney había hecho su tesis en religión azteca, acerca de un tema que a
ella le había llamado la atención en sus clases. Se trataba del término Ollin Miquiztli, una palabra que ella
había usado de manera propia para su tesis, y la cual había confeccionado de
dos términos que salían en casi todos los códices.
Ollin quería decir
Movimiento, algo perpetuo, cómo un ciclo que existía en todo momento, en la
naturaleza, en la vida, en el curso de los tiempos. Y Miquiztli, la calavera, un símbolo de la muerte, de lo que se
acaba, de lo que trasciende a otro plano para volver a continuar con el Ollin. Vianney se había dado la oportunidad
de unir los dos términos para ponerle un título más adaptado al tema de su
tesis:
-Ollin Miquiztli quiere decir
literalmente “Muerte en Movimiento” o “el movimiento de la muerte”. La muerte
era un concepto más estático, se presentaba al final del Ollin o movimiento de una persona, del ciclo de su vida. La muerte
en movimiento es una alegoría del sacrificio, la muerte causada por los hombres
para salvar su propio Ollin…
Luis comprendía poco acerca de todo ello, pero al menos tenía claro que
los que estaban haciendo esto buscaban un sacrificio, no se sabía de qué
índole.
-¿Pero un sacrificio en qué sentido?
-No lo sé. Temo que hayan leído mi tesis, ese término no se encuentra en
ninguna parte…
Luis miró a Vianney con aprehensión. Había algo que no cuadraba.
-¿Había algo más en tu tesis que se me pasó?-, dijo Luis. La había leído
completa, pero hasta ahora, no había nada que la relacionara en cierta medida
con el asesinato de Alberto, ni mucho menos con el plan de Viktor.
-Creo que no… Una especie de sacrificio que jamás se haya visto tal vez…
El sacrificio de los Tezcatlipocas…
-Ni siquiera lo recuerdo-, aclaró Luis. Vianney lo miró un poco
ofendida, pero se tranquilizó.
-Era un extraño ritual del que apenas se tiene noticia. Lo encontré
entre los folios del códice Sanctórum, el que protegieron ustedes aquella vez.
Narra el origen del universo, de una manera muy resumida, y también de la
disposición de los cuatro Tezcatlipocas, los dioses creadores: Tezcatlipoca,
llamado Tezcatlipoca Negro, quedó a cargo del Norte, el mundo de las tinieblas.
Xipe Tótec, el Rojo, estaba en el Este, por dónde salía el Sol y la luz.
Quetzalcóatl, el Blnaco, dominaba el Oeste, por dónde salía la noche, y la
Estrella de la Tarde se asomaba. Y por último, Huitzilopochtli, el Azul,
descansaba en el Sur, lugar de guerreros y de sacrificios.
-Sí, eso lo recuerdo bien, pero, ¿en qué se basa todo eso? ¿Qué tiene de
especial este sacrificio?
-Todos los demás sacrificios se destacaban por el derramar la sangre de
una persona para alimentar a los dioses, y que estos les concedieran el milagro
de otro día más de vida. Este es muy distinto. Sacrificaban, de manera
simbólica, a sus cuatro dioses creadores, para darle a un solo afortunado, el
derecho de vivir para siempre…
A Luis le brillaron los ojos. Todo empezaba a relacionarse. Sólo que…
-¿En tu tesis no mencionas de casualidad el lugar dónde debe ser
efectuado el sacrificio?
Vianney empezó a recordar mentalmente aquel apartado acerca del
Sacrificio de los Tezcatlipocas, al cual le gustaba llamar Nahui Tezcatlipoca Ollin Miquiztli.
-Había un supuesto apartado dónde se descubre por fin el lugar de
emplazamiento de este sacrificio antes de los años 1500. Lamentablemente es una
de las hojas que le faltan al códice, así que no pude saber con exactitud a qué
lugar se refería…
Luis se puso en movimiento, acercándose de nuevo al cadáver. Javier y
Salvador seguían dictándole detalles a Kerly, quién parecía escribir a
velocidad casi invisible en la computadora.
-Necesito que me comuniques con el comandante Molina, en vivo-, dijo el
muchacho, como si fuera una especie de orden.
-Lo siento, Luis, necesito pasar este informe antes que nada, la
conexión es un poco lenta, por favor espera-, dijo Kerly, tratando de controlar
su propia situación.
Luis se levantó del suelo, estirando un poco las piernas.
-Estábamos en un examen de rutina de un cadáver, chaparro, ¿pasa algo?-,
dijo Javier, lleno de confianza de nuevo para con Luis. Aquella plática con
Isabel en la morgue lo habían dejado satisfecho un poco consigo mismo.
-Lo siento Javier, pero necesito mandar ese mensaje. Vianney y yo
descubrimos algo. Creo que sabemos qué es lo que planea Viktor Kunnel. ¿Dónde
están las demás?
Azahena e Isabel estaban en otra parte de la Facultad, en una caseta de
vigilancia, la cual solo monitoreaba la entrada y los alrededores del edificio,
desde hacía unos pocos años atrás. Las cámaras habían detectado algo, a dos
personas que habían entrado de manera discreta, una por una de las ventanas, y
otra por enfrente. Esta última no era lo que se podía decir, precisamente, una
persona…
-¿Qué es eso?-, dijo Isabel, repitiendo una y otra vez la grabación en
la computadora. Era una especie de mujer mitad pájaro, con alas grises y todo
lo de debajo de un enorme pavo. Estaba cubierta de una máscara, por lo que no
alcanzaba a verle el rostro. Corría, rodeando el edificio, y cuando estuvo en
la puerta de entrada, disparó en contra de los dos guardias. Luego, se veía como
saca a rastras a la chica secuestrada, y detrás de ellas, el hombre fornido del
reclusorio, al que Azahena e Isabel habían identificado, el que las había
perseguido con ahínco.
-Es él. Estoy segura de que fue él…
-Tienes razón-, dijo Azahena. Se le notaba un nudo en la voz.
-¿Por qué habrían venido aquí, a matar a ese pobre hombre y secuestrar a
la muchacha? Junto con Flor ya son dos los secuestros relacionados hasta ahora
con todo lo que llevamos de la investigación. Cuanto más habremos de esperar para
resolverlo…
Azahena sabía que, con esa afirmación, Isabel se sentía preocupada, por
la pérdida de Bryan, y por seguir esperando alguna falsa noticia, algo que la
mantuviera más tranquila. Incluso Azahena pensaba que eso nunca terminaría, que
pasaría toda su vida buscando a Viktor, el hombre que la había engañado…
-¿Sucede algo?-, preguntó Azahena, regresando del mundo de sus sueños y
de sus pensamientos. El celular de Isabel empezó a vibrar. Un mensaje, tal vez.
-Nos llaman en el pasillo…
Cuando Azahena e Isabel bajaron al pasillo, los demás miembros del
equipo ya se encontraban ahí, de pie haciendo un coro alrededor del cadáver del
profesor, que ahora lucía una sábana blanca cubriendo todo su ser. Kerly estaba
a punto de escribir todo lo que se dijera en aquella reunión. Era prescindible
para tener todo anotado, en caso de necesitar la evidencia más tarde, además de
mandar los mensajes a Molina de manera segura.
-Luis y Vianney encontraron algo. Al parecer, Viktor planea cometer una
especie de sacrificio, que según él, y con los aportes de la tesis de Vianney
acerca del códice Sanctórum, lo hará inmortal. Sacrificará a cuatro mujeres,
representaciones de los cuatro Tezcatlipocas, para lograr su cometido…
Azahena entonces tomó la palabra, un tanto insegura.
-Eso era lo que pretendía hacer. Él sabía que habría tres mujeres,
además de mí, en la fiesta de Independencia. Pretendía buscar la inmortalidad,
si eso se puede…
Todos la miraron, pero al menos Luis pudo contestar.
-No se puede. Por eso Viktor es tan peligroso. Pretende convencer a la
gente que sus métodos son prácticos y completamente verídicos, y por eso han
muerto miles a causa de su negligencia. Lleva 10 años planeando todo esto, y
nosotros apenas en 2 o 3 días no hemos hecho demasiado…
-¿Y qué más saben, Javier?-, preguntó Isabel, revisando la hora en su
reloj. Apenas iban a ser las 10 de la mañana.
-El grupo de asesinos de Viktor está basando sus homicidios en miembros
antiguos de su grupo. Temo decirles esto: El profesor Alberto también
pertenecía a su logia. Encontré un tatuaje de dos líneas y tres puntos en su
pantorrilla. Por eso vinieron y lo…
Javier se quedó en silencio. Luis lo miró, incapaz de dar crédito a sus
palabras. ¿Alberto Ruiz había colaborado
con Viktor Kunnel?
-¿Qué pasa?-, dijo Salvador.
Javier cerró los ojos, concentrándose en lo que había podido descubrir. Lo
analizó durante un momento y luego…
-No lo había notado antes. En el museo, César confesó haber matado a
Daniel, el director, por que pertenecía a su orden. Deduje que mi padre pudo
haber pasado por la misma suerte, aunque nunca lo supe…
-Javier, este… Nos hablan…
Kerly interrumpió la plática, y enfocó la pantalla de la computadora
hacía los demás. Era una ventana de video a distancia, dónde el comandante
Molina había aparecido de repente.
-Kerly es demasiado rápida para atender una emergencia de carácter
informativo, señor Carrillo, por eso la contraté, por su eficacia. He estado
analizando lo que dice, y me di a la tarea de revisar los antecedentes de su
padre. Javier Carrillo, un hombre excepcional, dueño de uno de los negocios más
prósperos en Jalisco. Diez hijos de dos matrimonios. Hasta que revisé el
cadáver en las fotos del registro forense de su muerte hace 11 años no me di
cuenta. Su padre, señor Carrillo, tenía el mismo tatuaje que los demás
cadáveres…
Todo se desmoronaba dentro de la mente de Javier. Su padre había
pertenecido a un grupo que buscaba la forma de volverse inmortal, causando tal
vez muertes. No podía pensar en su padre ahora de otra forma. Siempre lo había
puesto en un lugar de honor en su corazón, por haber sido un hombre fuerte y
entregado a su trabajo, que se había dedicado en cuerpo y alma a su familia y a
sus hijos.
-¿Qué más saben de los asesinos?-, dijo Molina, a través de la pantalla.
-Revisamos los videos de vigilancia en las periferias del museo, señor. El
que entró a cometer el asesinato fue César Colín. De la otra persona, la que
secuestró a la señorita Cruz, no sabemos nada, sólo que llevaba disfraz de
pavo, y la cara cubierta de una máscara.
Todos miraron a Isabel, mientras daba parte de lo que ella y Azahena
habían visto. César, ese maldito… Los
pensamientos de Javier le corroían el cerebro de una manera sin igual, algo que
no daba crédito a todo lo que estaba pasando.
-¿Disfraz de pavo con rostro de mujer?-, dijo Luis.
-Sí, y recordemos que en los testimonios de la gente de Xochimilco,
habían reportado las visiones de una mujer vestida de blanco, con un velo que le
cubría el rostro. En especial el día que desapareció Flor. ¿Tendrán alguna
relación?-, explicó Isabel.
Nadie dijo nada. Salvador se acomodó los lentes.
-Suena a leyenda. La mujer vestida de blanco en Xochimilco parece la
Llorona. La mujer mitad guajolote parece una de las brujas del folklore en los
pueblos, de esas que se llevan a los niños en la noche. ¿Por qué estarán usando
las leyendas para hacer todo esto?-, dijo Salvador, rompiendo con el silencio.
-Lo importante es que sabemos que no sólo César o su amigo Daniel están
haciendo estas cosas. Hay otra persona, alguien que se disfraza, para que no
podamos ver quién es-, comentó Javier, reponiéndose del shock emocional por las
declaraciones de su padre.
-Los quiero a todos de regreso a las instalaciones. Nos enfrentamos a
algo que va más allá de las investigaciones y las simples indagaciones. Señorita
Juca, quiero que cierre la comunicación, y no se vaya a filtrar nada a los
medios. Isabel, te pido que saques al equipo por alguna salida alterna, y a
todos los demás, sin excepción, les advierto: Tenemos que hacer algo que no
estaba en su plan de trabajo, y que espero no utilicemos nunca…
Cuando la pantalla se apagó, nadie dijo nada. ¿Qué más podría esperar Molina de nosotros?, se preguntó Luis para
sus adentros, mirando de nuevo el cadáver de su antiguo profesor, envuelto en
aquella sábana blanca. ¿Cuántos secretos
más?
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