Terminamos de
preguntarnos siempre, de manera constante, ¿por qué tenemos que morir? ¿No
podemos tener otra nueva oportunidad de darle a la vida un largo camino? El conocimiento
no es suficiente cuando sólo alcanzamos a vivir alrededor de 80 años, o en mi
caso, cómo lo es para otras personas arriesgadas, un tiempo menor.
La raza humana se
extingue a través de los años y los tiempos, con cada acto de maldad siempre
precede la muerte, terrible y expectante, llevándose a los débiles y justos. Mi
trabajo consiste en la justicia para aquellos que la han perdido, para los
pueblos y las naciones que siguen bajo el yugo innegable de imperios poderosos
y caciques sin corazón.
Porque yo soy la muerte
en cuerpo y alma. Pero se necesita matar para encontrar las respuestas. ¿O hay
que morir para poder aprender? Cuando llegue mi momento, aprenderé a aceptar lo
que está por venir, y tomarlo como algo que se supone siempre ha pasado. ¿Y qué
es la muerte, sino la culminación de una vida desdichada y llena de dolor, que
desemboca en el reconocimiento y el recuerdo?
Pónganse a pensar
cuantos de mis héroes favoritos de la historia aquí en México han pasado para
poder ser reconocidos. Las vidas de Miguel Hidalgo y José María Morelos no
fueron apagadas en vano, y aunque sus captores e inquisidores no lo sabían, a
través de la muerte se genera el recuerdo de una vida que ha pasado a ser heroica
por los hechos que la rodean. Así pretendo que sea la muerte de muchos que pienso
la merecen. Si han de morir, que queden en el recuerdo, que nunca pasen al
olvido que la muerte desdichada y cobarde puede traer. Ya pasó con Judas, y aun
así la gente lo recuerda, igual que a Hitler.
Pero qué horrible
corazón tengo, tal vez se estarán pensando. No soy malo, soy demasiado
realista, tengo mis propios planes, y en muchos de ellos, al menos una persona
los ha frustrado, y ya han tenido sus respectivas venganzas. Sólo hay una
persona en este país que aún no entiende el grandioso regalo que le he traído
al pueblo. Una libertad más allá de sus cuerpos y de sus corazones, algo que
jamás se ha visto.
Y desde ahora, admito
que la gente que no quiera respetar esos preceptos, que no vea en mi trabajo
una inspiración científica más allá de sus estúpidas creencias inverosímiles y faltas
de sentido, tendrá que desaparecer del plan. Todo lo que conlleva convertirse
en héroes, hasta el momento de la muerte, debe ser, a mi parecer, una buena
oportunidad, si no es que la mejor, pero si alguien se niega a creer en la
verdad, morirá, de la forma más cobarde que se conoce.
Juro que te encontraré,
Javier Carrillo…
(Primera carta firmada por Viktor Kunnel el día 11 de Diciembre, un día
antes del evento conocido como El Genocidio
de Guadalupe)
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