-Diablos…
-¿Qué pasó?-, preguntó Azahena.
Seguía agarrada de la mano de Javier, pero él se la soltó intempestivamente
para contestar al mensaje del celular.
El hombre puso su rostro más
alarmado y pálido.
-¿Qué sucede…?
La respuesta de Azahena fue
contestada con el volumen de la televisión en el restaurante, la cual acaparó
las miradas de todos los presentes. Un accidente en el teatro del Palacio de
Bellas Artes había dejado más de 10 muertos y contables daños a la estructura
en lo que parecía un ataque terrorista, algo que no había pasado en México
antes.
-Tenemos que irnos. De verdad lo
siento. Toma tus cosas y vámonos…
Azahena se levantó, cuando
escuchó la orden de Javier en viva voz. Al parecer, Molina ya les había avisado
a todos, solo que el celular de ella estaba apagado, al fondo de su bolsa.
-¿Pero cómo vamos a llegar hasta
allá? No vine en auto, y tu tampoco…
-No, pero tengo algo más rápido.
La moto de Javier surcaba
Insurgentes como si no hubiera un mañana. Azahena iba detrás, con el vuelo del
vestido agarrado entre sus manos, y el casco puesto. A él no parecía importarle
mucho los semáforos, lo importante era llegar a tiempo, a tiempo para así, tal
vez, salvar una vida más.
Cuando entraron a la avenida,
todo era un caos. Las alcantarillas aún rezumaban el humo de las explosiones, y
algunos autos estaban volcados. Del flamante amarillo de Luis no quedaban más
que metales retorcidos al rojo vivo. Javier aparcó la motocicleta cerca de la
plaza del Palacio, el cual aún ardía, con el trabajo incansable de los bomberos
por apagar las llamas. Los reporteros y demás miembros de la prensa se alejaban
prudentemente.
-¿Dónde…?-, dijo Javier cuando
encontró, entre la multitud de gente de los servicios de seguridad y de obras,
a Molina. El hombre sólo se limitó a señalarle. Azahena se acercó con el
vestido ya en el suelo y el casco y la bolsa en la misma mano. Estaba
conmocionada, y no dejaba de mirar hacía la cúpula ardiente del palacio.
Javier se acercó al lugar que
Molina le había indicado. Al pie de una de las estatuas aladas de la plaza,
sentado, con un abrigo cubriéndole la espalda, estaba Luis, mirando hacía el
suelo. Sus manos y sus pies parecían de tela, sin fuerzas. Estaba mojado y
lleno de lodo, y con poca sangre en la frente, tal vez nada grave.
-¿Qué pasó? ¿Dónde está Vianney?
Javier estaba enterado de que la
chica haría una presentación en ese mismo lugar, aunque declinó la invitación
por la cena con Azahena. Luis ni siquiera contestó inmediatamente. Sus dedos le
temblaban, algo que no veía en él desde que comenzó a trabajar de investigador.
-Viktor se la llevó. Viktor y
ese… Ese jinete.
-¿Cuál jinete?
-Un charro negro…
Azahena ya estaba ahí con ellos,
y escuchaba atenta lo que decía Luis. Había estado documentándose acerca de las
leyendas más famosas de México, y una de ellas era el charro negro. Un infame
espíritu quién, en su caballo negro, cruzaba las calles y los pueblos en busca
de una persona quién aceptara su saco de monedas de oro. Después de darles el
saco, el charro negro cargaba con el alma del incauto, dejando a un lado de su
cuerpo las monedas mal habidas.
-Otra leyenda. ¿Por qué hace esas
entradas tan extravagantes?-, dijo Azahena.
-No lo sé, no se propone llamar
la atención, sino desatar miedo, algún miedo a lo desconocido me imagino. ¿Te dijo
algo más Luis?
-Sí, algo sobre la “perla
blanca”…
Hiram Molina se acercó, para
mostrarle unos papeles a Javier.
-La perla blanca, una extraña y
casi desconocida leyenda prehispánica. Se cree que Moctezuma I tenía una
fascinación por cuatro lugares de Tenochtitlán, a los cuales los había llamado
sus perlas, aunque este término es más bien discutido. La leyenda cuenta que
Moctezuma tenía la costumbre de ser conducido por su séquito a lo largo de
estos cuatro lugares: Los canales de Xochimilco, repletos de flores. Luego por
una especie de canal donde se efectuaban sacrificios. Sus aposentos, cerca del
Templo Mayor y al final un lugar al norte, donde adoraban a una especie de
diosa de la fertilidad. Las llamaban…
-Las cuatro perlas-, dijo Javier,
mientras leía el informe que le había dado Molina. Azahena ayudó a Luis a
levantarse, aunque él fue el que hizo su mayor esfuerzo por no quedarse ahí.
-¿Y eso qué significa?-, preguntó
la muchacha.
-Es el camino que describe el
códice en el mapa que encontramos. Este documento habla de las cuatro perlas de
Moctezuma, sus lugares predilectos. Los canales de Xochimilco eran la Perla
Azul, en honor a Huitzilopochtli. El lugar de los sacrificios en el lago al sur
era lo que ahora ocupa Ciudad Universitaria, la Perla Roja de Xipe Totec. Y
ahora el Palacio de Bellas Artes, donde antes se asentaban los aposentos del
huey tlatoani, es la Perla Blanca de Quetzalcóatl. Falta la Perla Negra de
Tezcatlipoca… ¿Viktor ya conocía este mapa?-, exclamó Javier.
-Eso me temo, señor Carrillo.
Confío plenamente en la palabra y la veracidad del señor Zaldívar de todo
cuanto dijo Kunnel esta noche. Tengo la ligera sospecha de que un miembro del
IECM pasó información confidencial hacía Kunnel, ya que el mapa y algunos
documentos adjuntos estaban archivados en nuestro sistema desde hace 10 años,
después del incidente en el museo.
Todos se quedaron en silencio
ante la declaración, e incluso Luis reaccionó un poco de su letargo. ¿Un
infiltrado en el grupo?
-No puede ser-, dijo Javier.
-No tenemos bastantes pruebas.
Pero les pido por favor, que cualquier acto sospechoso o cualquier otra
conducta, me sean reportadas de inmediato, sea cual sea el caso. Hemos estado
inmiscuidos demasiado tiempo en las pistas y los datos, y no en atrapar a
Kunnel. Si creemos que Kunnel sabe dónde está la Perla Negra, tenemos pocos
días para acceder a ese lugar antes que él. Así que les pido el mayor esfuerzo,
a todos…
Molina estaba a punto de ir a
supervisar los trabajos de los bomberos y de los policías que ya estaba recabando
información con los testigos, cuando Luis preguntó:
-¿Y los demás? Isabel, Kerly,
Salvador…
-No lo sé, ya deberían estar
aquí-, exclamó Molina, antes de volver a sus actividades.
-No te preocupes, chaparro.
Salvador está con Yoselin. De Kerly e Isabel no sé nada-, dijo Javier.
Un par de paramédicos llegaron
por órdenes de Molina para llevar a Luis a una de las ambulancias, aunque él
mismo se resistía.
-Tenemos que recuperar a Vianney,
Javier. Por favor, ayúdame con eso…
Javier asintió, con la mirada
perdida, mientras se llevaban a su amigo a la ambulancia. Azahena se acercó a
él, y lo abrazó, estrujando sus brazos contra su enorme espalda.
-No te preocupes, todo va a salir
bien. Vamos a tener que colaborar más para buscar a ese maldito. Luis ha de sentirse
demasiado mal, pero comprende, ni siquiera tú solo puedes ayudarlo y ayudar a
toda la ciudad…
Javier asintió, mientras veía las
llamas en el Palacio levantarse cada vez menos, por acción de los chorros de
agua de los bomberos. La gente, curiosa, a pesar de ser casi medianoche, seguía
agolpándose alrededor del lugar.
-Tienes razón, creo que yo solo
no puedo con esto. No soportaría que te pase algo, no…
Azahena se levantó un poco para
besarle la mejilla.
-No me va a pasar nada, mientras
estemos juntos. Vamos a estar bien, Isabel, Luis, todos…
Los dos se quedaron de pie,
abrazados de frente, sin que nada les importara.
Viktor Kunnel llegó en el mismo
caballo, junto con el charro negro y su presa, al lugar oculto. Solamente
estaba César, esperándolos. Un par de hombres se llevaron a Vianney, quién
seguía paralizada, hacía el tercer cuarto. Ahí dentro había paredes blancas,
con una televisión en cada una, donde se transmitían noticias y demás
programas. Algo para volverse loco.
-¿Dónde está Daniel?-, dijo Viktor.
-No ha llegado, y espero que no
tarde mucho. Hemos visto las noticias, fue notable lo que hiciste, Viktor-,
dijo César, con las esperanzas puestas en algunas palabras de aliento. Pero
Kunnel parecía algo distraído y exaltado.
-No queda mucho tiempo, señor
Colín. La información que tenemos nos ha sido de ayuda, pero no sé hasta
cuándo. Ese tal Carrillo podría darse cuenta pronto y sabotearnos. Necesitamos
ser más rápidos, y adelantarnos a los hechos. Quiero que comiencen con los
preparativos, tú y Daniel. Mientras, seguiré consiguiendo gente para nuestra
causa. Vamos a ver arder a esta ciudad, porque es necesario el fuego de su
purificación…
César asintió.
-Como gustes, Viktor. Voy en
busca de algunos de los nuestros, y de Daniel, para comenzar con los
preparativos. ¿Y qué hay del charro y de los disfraces?
El charro ya estaba quitándose el
disfraz, y caminaba hacía Viktor, quién compuso una sonrisa hacía su mano
derecha. Había usado los disfraces para esconder su identidad, pero con él no
había problema.
-No te preocupes. Mi contacto aún
tiene mucho que hacer dentro del IECM como para desperdiciarlo…
Pasó más de una semana antes de
que Javier Carrillo tuviera mucha información lista de ciertas cosas que
quedaban sin resolver. Había, sobre el escritorio en la IECM, algunos artículos
que llamaban fuertemente la atención:
ENCUENTRAN RESTOS DEL MISMO EXPLOSIVO QUE DESTRUYÓ LAS
PAREDES DEL RECLUSIORIO EN EL TEATRO DE BELLAS ARTES: IECM SE HACE CARGO DE LA
INVESTIGACIÓN
CASOS DE DESAPARICIÓN DE NIÑOS DE LA CALLE ALERTA A
LOS CIUDADANOS SOBRE POSIBLES BANDAS DE NARCOS EN EL D.F.
TRABAJOS MASIVOS DE RESTAURACIÓN DE EDIFICIOS PÚBLICOS
E HISTÓRICOS EN LA CIUDAD
LISTAS DE MUERTOS EN RECLUSORIO NO COINCIDEN CON LAS
OFICIALES, AFIRMAN LAS AUTORIDADES
Había muchos más recortes de
periódicos, pero en ninguno se explicaban más cosas, ni siquiera había pasado
algo tan curioso como para ser tomado en cuenta. Y las pistas sobre Kunnel se
hacían escasas, ya que ninguna persona en el bajo mundo podía o quería responder.
Y las pocas que daban ciertas señas del paradero del terrorista alemán, siempre
amanecían muertas.
Luis tampoco había descansado en
los últimos 10 días, y diciembre se le hacía un mes demasiado lejano para él.
Mientras todos los miembros del equipo realizaban redadas en diversos lugares
de la ciudad, con Isabel al mando y Kerly transmitiendo los mensajes, o Javier
y Salvador inmiscuidos en las pistas recabadas, él solo se dedicaba a entrenar
en solitario, aunque no lograra demasiados avances.
Pero hoy se encontraba con
Javier, ya que Salvador había salido de urgencia al Estado de México a atender
algunos asuntos familiares. Los dos revisaban algunos de los artículos,
tratando de encontrar algo inusual o que los relacionara. De repente, Luis
también revisaba el libro de ciencia marginal, esperando poder encontrar
respuestas de lo que intentaba Viktor con todo eso.
-Todo sigue igual. Los ricos se
hacen ricos, y los pobres se mueren más rápidos. Los periódicos no anuncian
casi nada, ni asesinatos, ni robos, ni nada. Es como si hubieran vaciado la
maldita ciudad de toda esa escoria…
Luis escuchaba atento a Javier,
mientras leía una y otra vez un reportaje acerca de las aportaciones culturales
de los indígenas huicholes en un evento del Museo de Arte Moderno.
-Viktor desapareció de la escena
en los medios, Javier. No podemos buscar en internet porque la mayoría de las
cosas que dicen ahí son una sarta de mentiras. Tenemos un montón de pistas
acerca del posible lugar de la Perla Negra, y ninguno coincide suficiente, al
menos Teotihuacán, pero fue abandonada incluso por los aztecas.
Javier dejó de anotar pistas en
su celular, y se levantó, dejando el aparato sobre la mesa.
-¿Quieres un café? Necesito
despertar un poco…
-No gracias. Seguiré buscando en
lo que regresas.
Javier salió de la oficina, y
Luis siguió leyendo, una y otra vez, las mismas noticias en la última semana y
tres días.
Azahena estaba en su
departamento, esperando a que su taza de café se calentara en el horno. El
celular empezó a sonar, y pensó que podría ser otro aviso de emergencia del
IECM. Tomó el aparato de la mesa, y leyó el mensaje:
TE VEO EN LA NOCHE PRECIOSA.
QUIERO LLEVARTE A UN LUGAR PARA PEDIR POR NOSOTROS…
Azahena sonrió al ver que el
destinatario era Javier, y que la invitaba a un lugar que todos en la ciudad
conocían, un lugar hermoso donde los dos podrían estar en paz durante algunas
horas.
-Eres un amor. Está bien…
Azahena se dedicó a mandarle un
mensaje, antes de que el horno terminara su trabajo, confirmándole la hora en
la que se verían allá.
Javier regresó con un vaso de
café humeante de la maquina en el pasillo. Luis lo miró pero no dijo nada, ya
que ahora se había enfrascado en el tomo de la ciencia marginal.
-Provecho…-, dijo el muchacho.
Javier asintió, sonriéndole a su
amigo, y volvió a tomar el celular. Había llegado un mensaje.
-Por cierto, te llegó un mensaje.
No lo quise leer porque es algo privado, tú sabes…
-Ya lo vi chaparro, gracias.
Era de Azahena. Eso lo hizo
sonreír más, con aquella cara de tonto que siempre ponía cuando algo bueno le
pasaba. Luis quería reírse, pero pensó que sería inapropiado.
Cuando leyó el mensaje, Javier se
quedó estupefacto, e incluso frunció el ceño.
-¿Sucede algo? ¿Azahena está
bien?
Javier asintió, pero no daba
mucho crédito a lo que leía.
-Mira lo que puso: “Claro amor,
leí tu mensaje, nos vemos a las 9 en…”
Luis escuchó atentamente el
mensaje de Azahena, junto con el lugar que mencionaba.
-¿Y por qué te preocupa eso? No
creo que sea un lugar romántico, lo admito, pero ella necesita estar un poco en
paz consigo misma…
-No es por eso Luis. Yo no le
mandé nada…
Luis soltó el libro, y se puso
más pálido que de costumbre.
-¿Crees que hayan podido clonar
tu número? Nadie conoce los números más que… Más que nosotros mismos. El espía
del IECM…
Javier dejó el café sobre la
mesa, y Luis le siguió a través de la puerta. Eran casi las 8 y media de la
noche, y debían de llegar rápido. Azahena podría estar en peligro.
Isabel estaba dedicando algunos
minutos a la investigación previa de Viktor Kunnel alrededor del mundo.
Sicarios, terroristas, fascistas, disidentes de gobiernos de derecha e
izquierda… Todos habían pasado por sus filas, incluso las personalidades más inocentes
y las mentes más brillantes que conociera la humanidad.
-¿Qué se esconde tras todo esto?
Ni siquiera veo un mexicano previo en sus filas y…
Isabel leyó muy bien un fragmento
que se le estaba pasando de largo:
“Las investigaciones previas
muestran cierta conducta de Kunnel a no prescindir de ningún servicio de
inteligencia, incluso de los servicios de comunicación y mensajería…”
Y luego otro:
“La información que Kunnel
intercepta viene de las filas más importantes de la Interpol, el FBI, y
recientemente de la IECM cómo…”
Isabel estaba segura de haber
leído las siglas del IECM en un informe interno de la misma agencia. ¿Quién era
capaz de hacer un informe del filtro de información de la IECM para Kunnel
siendo de la misma agencia? ¿Quién tenía el poder de hacer algo así?
Miró la firma del informe al
final de todas las hojas.
-Maldita sea…
Alguien se le acercó por detrás,
aunque Isabel fue más rápida para reaccionar. Se levantó y enfrentó a su nuevo
enemigo, el espía de la IECM que le servía bien a Kunnel.
-¿Siempre fuiste tú? Todo este
tiempo vigilando y ahora…
Pero ni siquiera las palabras
fueron suficientes para Isabel. Aquella persona le golpeó la cabeza con un
pedazo de metal que había sacado hacía unas horas de la bodega de materiales.
Isabel cayó inconsciente, con la cabeza roja por el golpe, dando un buen golpe
sobre el suelo.
La persona misteriosa, el espía,
se acercó a la computadora portátil de Isabel, y se la llevó. Tenía prisa, una
cita que no podía dejar pasar…
Azahena llegó caminando
tranquilamente desde Calzada de Guadalupe hacía la plaza, la cual ya estaba
ocupada por miles de feligreses, los cuales seguían llegando, y aún tenían
tiempo para ocupar su lugar antes de dos días. La noche, a pesar de ser otoñal,
estaba fresca, sin mucho calor pero tampoco mucho frío. La mujer miró el
edificio con forma ovalada de la Basílica, y se sintió más aliviada. Nunca
había creído en Dios de una manera formal, pero hasta en los momentos más
difíciles, nunca había estado lo más lejana de él, y rezaba.
Siempre rezaba.
Decidió esperarlo cerca del
campanario, mientras una familia, que venía de alguno de los estados de la
república, se disponía a cenar con lo que podían conseguir, un poco de café y
un anafre para poder calentarlo.
-¿No gusta un café señorita?-,
dijo una de las mujeres, de edad avanzada y rostro amigable.
-Claro. Muchas gracias, digo, si
no es inconveniente… Mientras espero a mi novio-, dijo Azahena.
La mujer le sonrió, alargándole
una taza repleta de un café que olía delicioso, y despedía humo en el espacio a
su alrededor.
-Para nada, tenemos mucho. Y pues
así puede esperar a su novio hasta que llegue. Es un hombre afortunado, usted
es una muy bonita mujer.
-Gracias…
Azahena le dio un sorbo al café,
y sus sentidos se agudizaron.
No vio la sombra que caminaba
detrás de ellos…
Javier y Luis bajaron de la
motocicleta, la cual estacionó Javier a una cuadra de la Basílica de Guadalupe.
Había mucha gente en la calle, viajantes de otros estados listos para el día 12
de diciembre.
-No debemos despertar sospechas
si es que nos están vigilando, por eso hay que caminar entre la gente. Maldita
sea, espero esté bien…
Javier hablaba de Azahena, pero
en la mente de Luis pasaban mil y un cosas, entre ellas…
-¿Crees que aquí sea la Perla
Negra? En el cerro del Tepeyac se hacían rituales a la tierra, por eso los
conquistadores usaron el lugar como símbolo de la religión católica, junto con
las apariciones de la virgen…
Javier iba a su lado, y negó con
la cabeza lentamente. Se iban metiendo entre la gente, perdiéndose de las
miradas ajenas.
-No lo sé. La llamaron aquí, si
no llegamos a tiempo aquí la secuestrarán, como ha pasado con Flor, Vianney y
la chica Ángeles. Tenemos que impedir que vuelva a pasar, y puede ser la
oportunidad de salvar a muchos más de ese maldito. Toma…
Entre los pliegues de su
chamarra, Javier sacó una pistola y se la dio a Luis, quién la tomó rápido para
esconderla.
-¿Dónde las conseguiste?
-Molina me las dio desde hace
mucho. Por eso te traje una y tengo otra yo. Vamos…
La gente estaba a punto de entrar
a la plaza Mariana, y Javier y Luis estaban escondidos entre todos los feligreses.
El paso a través de las escaleras principales, que dividían la calle de la
plaza, hacía un poco más dura la caminata. Javier y Luis intentaron no
separarse demasiado, por si alcanzaban a ver algo. Tal vez a Daniel o a César.
Cualquiera de los dos esperando la llegada de los salvadores.
La vieja basílica se levantaba
con su cúpula y sus dos campanarios, los cuales se veían de lado por acción del
peso, el cual hundía el suelo cada vez más. Y detrás de aquel edificio, el
cerro del Tepeyac, con una serie de escaleras para acceder hasta la cima, donde
había una pequeña capilla, la primera donde residió el ayate de Juan Diego.
-¿Dónde está? Hay mucha gente por
aquí y no veo muy bien.
Ya eran más de las nueve, y
Javier, con su altura, buscaba a Azahena, mientras las campanadas del hermoso
reloj de la Basílica, puesto a la mitad de la plaza, no lo perturbaran.
-No lo sé, vamos al campanario…
Caminaron, en dirección al lugar
indicado, una enorme torre con campanas y muchos relojes de distintas épocas,
incluido un enorme reloj de sol, que ahora no servía para nada…
Azahena seguía inmersa en su
café, y no se había dado cuenta de lo que la acechaba por detrás. Empezó a
pasearse en su lugar, sin percatarse tampoco que Javier y Luis caminaban en
dirección al campanario. La familia que estaba ahí platicaba, sin ponerle
demasiada atención. Azahena miró de nuevo hacia atrás, mirando las otras
capillas que estaban lejos y en las penumbras. Miró un cuerpo enorme y pensó
que era Javier, haciéndole bromas. Caminó hasta topar con una de las capillas,
aún con la taza de café entre las manos, y sonriendo.
-¿Pero qué haces aquí? Eres un
travieso…
Pero no era Javier. La sombra
comenzó a dibujarse más amenazante conforme ella avanzaba. Tenía el cuerpo
enorme, pero solo de ancho. Iba encorvado, y detrás le salía una cola como la
de los coyotes. La cabeza era alargada, como la de los perros, solo que con
dientes que no se despegaban demasiado unos de los otros, y unos ojos negros,
brillantes.
Azahena tiró la taza, y echó a
correr, lejos de la gente que, sin percatarse, seguían en sus asuntos, en sus
cantos y sus rezos.
-¡Auxilio…!-, fue lo primero que
se le ocurrió gritar, aunque la bestia corrió más rápido, la derribó por la
espalda, y la agarró de las piernas. Azahena quería zafarse y correr, pero sus
brazos no podían agarrarse de nada.
-Levántala, ahora…
La voz de Viktor Kunnel retumbó
en la soledad de aquel pedazo de la plaza, vacía, entre las sombras. Azahena
hizo un último esfuerzo por correr, pero era imposible. La bestia ahora la
tenía de pie, pero muy bien aferrada.
-Déjame ir maldito…
-No pienso hacer eso Azahena.
Desde que te fuiste, no ha sido lo mismo. Entiéndelo, eres lo suficientemente
importante para mí, y no pienso desperdiciar esta oportunidad…
-¡Yo tampoco Kunnel! ¡Déjala ir!
La voz de Javier retumbó en la
plaza, aunque nadie más se dio cuenta. Luis había sacado también la pistola, y
miraba todos los movimientos de Viktor.
-Señor Carrillo, es el héroe de
la noche, me imagino. ¿Ya vio usted lo que he traído? Al nahual, la criatura
mítica azteca que pasaba de hombre a animal, aquel ser que se comunicaba con la
naturaleza y con los dioses. Y ahora, ha venido a cumplir con su cometido…
-Suéltala, Kunnel, no tienes
opción-, dijo Luis, tratando de hacerse el valiente.
-¡Señor Zaldívar! ¿No le fue
suficiente lo que pasó en la Perla Blanca para venir aquí…? ¿Viene a buscar a
su preciosa amiga?
Javier no se inmutó después de
las palabras hirientes de Viktor, aunque Luis estaba lleno de coraje.
-Javier, ayúdame por favor, este…
¡Maldita sea, me lastimas!-, dijo Azahena, mientras el monstruo le agarraba el
brazo más y más fuerte.
-Tú bien sabes que no puedo
dejarla ir, Javier. Este lugar necesita un cambio, al igual que la gente de
este país. Van a cambiar las cosas, ya lo sabes. Siempre que se anuncian menos
cosas malas, es porque algo peor va a venir…
Luis recordó todos los anuncios
en el periódico, con menos noticias malas, y con una absoluta y aparente calma
en el sistema.
-¿Qué es lo que vas a hacer?-,
dijo Javier.
-Todo está pasando ahora mismo.
La gente en sus altos puestos ha empezado a mover sus influencias. Muchas
partes del ejército se mueven entre las sombras ahora. De verdad, fue fácil
comprar a todo un país para moverse. ¿Y cuál es el móvil de todas las acciones?
Viktor se dirigía al monstruo con
aquella pregunta. Con una mano libre, aquella criatura se arrancó la cabeza,
literalmente, dejando ver a la persona bajo el disfraz.
-El miedo, Viktor. A la gente la
mueve el miedo-, dijo Kerly, con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
Javier bajó la guardia, pero Luis seguía apuntando, aunque las piernas le
temblaban.
-No puede ser…-, susurró Javier.
-Era simple, Javier, como Viktor
siempre parecía llegar justo antes que nosotros, ¿no lo crees? Compartí la
información con Viktor, además de hacer los documentos para el IECM, para no
despertar las sospechas. Siempre tuve pistas del paradero de Viktor, pero nunca
las compartí. Y hasta hoy, esa perra de Isabel se dio cuenta, y la dejé
inconsciente. No podía perderme todo este espectáculo-, dijo Kerly, con una
mirada enloquecida por la euforia de ser descubierta.
-Eres una maldita, ¿lo sabes? Una
estúpida…-, dijo Azahena, pero Kerly apretó más su brazo y se quedó callada.
-Esta mujer apostó al mejor
bando, Javier. Se vistió de Llorona para llevarse a Flor, que estaba muerta de
miedo por supuesto. Luego fue a la universidad vestida de bruja junto con
César. Y hace diez días hizo una maravillosa ejecución en el caballo negro. Y
todo por causar miedo, el miedo que la gente tiene y que la mueve…
Luis no dijo nada. No podía
simplemente decir nada. Javier volvió a levantar la pistola.
-¿Cuál es tu plan?
Viktor se paseó frente a ellos,
con las manos juntas al frente y una sonrisa enorme.
-Voy a cometer el último
sacrificio de un pueblo que necesita ser liberado de la opresión de estos
feligreses y fanáticos. He reclutado a todos los pobres y a los marginados de
esta ciudad para sitiarla, para hacer de este hermoso centro un lugar de miedo
y de comprensión, incluyente y nuevo. Un lugar totalmente nuevo y hermoso. Ahora
todos van a entender lo que es el miedo y lo que hace con las sociedades. Este
es el momento para hacer lo que vino a hacer…
Javier sintió el cañón de una
pistola en su cabeza, y aunque no podía ver quién lo hacía, lo sabía perfectamente.
-¿Luis?
El muchacho le apuntaba
directamente a su amigo en la cabeza, temblando un poco. Las palabras le salían
atropelladas:
-De verdad lo lamento… Necesito
recuperar a Vianney, y Kunnel era la única solución. En el Palacio me dijo que
hiciera lo que estuviera a mi alcance para llevarle a Azahena. Mandé el mensaje
de tu celular, nadie te clonó nada, y lo borré antes de que llegaras… Lo
lamento mucho.
Javier bajó su arma. No había
nada que hacer. Sentía coraje dentro de él, un coraje inmenso, por la traición
de su amigo. La única persona a la que le había entregado su confianza y
amistad, ahora lo ponía en medio de un juego que ni siquiera él podía ganar.
-Te odio-, dijo Javier, mirando
de reojo a Luis. El muchacho no dijo nada, aunque estaba poniéndose serio.
-Va a tener que dejarnos solo,
señor Carrillo. Regrese al cuartel, avise a ese estúpido de Molina lo que debe
saber, y regrese. Así tal vez le regresaré a Azahena, después de que mi plan
sea completado-, dijo Viktor, sin inmutarse.
Luis le apuntaba a su amigo,
mientras Javier se alejaba hacía la entrada de la plaza. Javier lo miró, con
ojos de enfado, pero a la vez con tristeza y confusión. Diez años juntos,
combatiendo crímenes y enemigos de todas las tallas, y ahora, el enemigo se
encontraba en su propia vida. Se dio la media vuelta, y siguió caminando.
-Ahora, mi querida Azahena,
¿estás lista para ver esto…?
Azahena estaba llorando, mirando
a Luis y a Viktor, a los dos alternamente. Cerró los ojos, no quería ver lo que
pasaría.
Javier bajó las escaleras de la plaza,
sin mirar hacia atrás. Decidió correr hacía la motocicleta, subir y avisarle a
las autoridades. ¿Hasta dónde había llegado por fin la mano de Viktor Kunnel en
su plan de conquistar a la ciencia? ¿Quiénes más se destaparían para dar el
golpe final aquella noche? ¿Qué planes tenía para con la gente de la ciudad?
Subió a la moto, y pensó en su
amigo, el traidor que le había apuntado con un arma en la cabeza. Ya tendría
tiempo de enseñarle lo que Luis había cometido, todas esas heridas que le
surcaban el corazón y la mente. Arrancó y se alejó unos metros por Calzada de
Guadalupe.
Fue cuando aquella enorme
explosión invadió el lugar, venida desde la plaza. El impacto fue tan grande
que la moto empezó a balancearse peligrosamente, e hizo que se derrapara.
Javier no pudo impedir el golpe en el poste de luz, el cual lo dejó
inconsciente sobre la calle, con la pesada moto encima.
Sólo se escuchaban los gritos de
la gente, los gritos y ninguna patrulla o ambulancia.
La Ciudad de México había sido
tomada, y Javier despertaría hasta el otro día para ver todos los horrores…
FIN
DE LA SEGUNDA PARTE