Javier Carrillo representa una amenaza creíble a mis
costumbres y a mis preceptos de acuerdo a la ciencia marginal. Sé que viene en
camino, pero ni siquiera trayendo a diez hombres podría hacer algo para frenar
todo esto.
Mi padre siempre exigía lo mejor de mí, aunque yo
estaba inclinado siempre por una alternativa a los conocimientos habituales. Eso
hizo que el pobre hombre se replanteara una nueva visión de mi futuro. “No
vales nada haciendo lo que pretendes”, me decía. Yo nunca creí en sus palabras,
y mucho menos cuando me fui de casa.
Decidí por comenzar mi nueva vida en base al deseo
sexual por cualquier persona, mientras esta persona me gustara. El pensamiento
y la razón se incrementaban cada vez que escuchaba sus historias, y todos los
sentidos acarreaban nuevas experiencias para mi cuerpo. Lo único que la gente
desea es el placer, ni siquiera piensan en el sentimiento del amor cuando es
debido hacerlo.
Para ello, el amor y todos los demás sentimientos “buenos”,
deben venir de algo más grande. El placer es un sentimiento personal, algo que
llega a través de otras personas, pero que solo podemos compartir con nosotros
mismos. Sueno egoísta.
¿Qué es aquello que mueve a las masas y a las personas
a sentir lo mejor y lo peor? El miedo mismo, el sentimiento de encontrarse en
una situación sin remedio que amerite un dolor o un profundo castigo. Aún si no
se llegara a la muerte, el miedo constituye toda la fuerza que mueve al
universo, a las mentes humanas dentro de su propio mundo creado y simplificado
para sus propósitos.
Conocí al padre de Javier Carrillo cuando entré a la
Secta. Ya era uno de los importantes miembros, y mantenía a su familia lejos de
todo el movimiento. Sé que el señor Carrillo pudo haber sido metódico, siempre
planeando sus estrategias como todo un comandante. Eso me tenía en peligro, si
de verdad quería demostrar las cosas que sentía y pensaba acerca de los hombres
y del mundo.
Con la muerte del señor Carrillo, la secta se disolvió
en un instante, y me quedé a cargo de ciertos miembros que habían sucumbido
ante el encanto de mi nueva forma de pensar. Maté a ese hombre porque era
necesario instaurar un pensamiento más radical de cambio en la sociedad, y no
me iba a quedar esperando hasta que decidieran hacer algo. Todos los que
desertaron fueron muriendo, y aún sé que faltan más, escondidos entre las
sombras de un poder que no pueden ostentar.
Juro por mi existencia, o por lo que pueda quedar de
ella, que en cuanto esté vivo, haré de la ciencia y del hombre una combinación
perfecta, un alma indisoluble, no como nos lo ha enseñado la religión.
Y también juro destruir el recuerdo de los Carrillo,
deshaciéndome de su hijo, de este nuevo hombre que me recuerda tanto al otro
que maté hace años. No podemos permanecer los dos en el mismo mundo, y uno de
nosotros, al final, tendrá que partir para siempre.
No tengo perdón. No tengo vida. Pero tengo la
esperanza de cambiar al mundo, desde su pensamiento.
Viktor Kunnel. 11 de Diciembre.
(Segunda y última parte de la carta firmada por Viktor Kunnel el día 11
de Diciembre, archivada junto a sus pertenencias y documentos personales)
0 comentarios:
Publicar un comentario