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lunes, 29 de abril de 2013

Preludio: La Muerte y El Sacrificio (PARTE II)


Javier Carrillo representa una amenaza creíble a mis costumbres y a mis preceptos de acuerdo a la ciencia marginal. Sé que viene en camino, pero ni siquiera trayendo a diez hombres podría hacer algo para frenar todo esto.
Mi padre siempre exigía lo mejor de mí, aunque yo estaba inclinado siempre por una alternativa a los conocimientos habituales. Eso hizo que el pobre hombre se replanteara una nueva visión de mi futuro. “No vales nada haciendo lo que pretendes”, me decía. Yo nunca creí en sus palabras, y mucho menos cuando me fui de casa.
Decidí por comenzar mi nueva vida en base al deseo sexual por cualquier persona, mientras esta persona me gustara. El pensamiento y la razón se incrementaban cada vez que escuchaba sus historias, y todos los sentidos acarreaban nuevas experiencias para mi cuerpo. Lo único que la gente desea es el placer, ni siquiera piensan en el sentimiento del amor cuando es debido hacerlo.
Para ello, el amor y todos los demás sentimientos “buenos”, deben venir de algo más grande. El placer es un sentimiento personal, algo que llega a través de otras personas, pero que solo podemos compartir con nosotros mismos. Sueno egoísta.
¿Qué es aquello que mueve a las masas y a las personas a sentir lo mejor y lo peor? El miedo mismo, el sentimiento de encontrarse en una situación sin remedio que amerite un dolor o un profundo castigo. Aún si no se llegara a la muerte, el miedo constituye toda la fuerza que mueve al universo, a las mentes humanas dentro de su propio mundo creado y simplificado para sus propósitos.
Conocí al padre de Javier Carrillo cuando entré a la Secta. Ya era uno de los importantes miembros, y mantenía a su familia lejos de todo el movimiento. Sé que el señor Carrillo pudo haber sido metódico, siempre planeando sus estrategias como todo un comandante. Eso me tenía en peligro, si de verdad quería demostrar las cosas que sentía y pensaba acerca de los hombres y del mundo.
Con la muerte del señor Carrillo, la secta se disolvió en un instante, y me quedé a cargo de ciertos miembros que habían sucumbido ante el encanto de mi nueva forma de pensar. Maté a ese hombre porque era necesario instaurar un pensamiento más radical de cambio en la sociedad, y no me iba a quedar esperando hasta que decidieran hacer algo. Todos los que desertaron fueron muriendo, y aún sé que faltan más, escondidos entre las sombras de un poder que no pueden ostentar.
Juro por mi existencia, o por lo que pueda quedar de ella, que en cuanto esté vivo, haré de la ciencia y del hombre una combinación perfecta, un alma indisoluble, no como nos lo ha enseñado la religión.
Y también juro destruir el recuerdo de los Carrillo, deshaciéndome de su hijo, de este nuevo hombre que me recuerda tanto al otro que maté hace años. No podemos permanecer los dos en el mismo mundo, y uno de nosotros, al final, tendrá que partir para siempre.

No tengo perdón. No tengo vida. Pero tengo la esperanza de cambiar al mundo, desde su pensamiento.

Viktor Kunnel. 11 de Diciembre.

(Segunda y última parte de la carta firmada por Viktor Kunnel el día 11 de Diciembre, archivada junto a sus pertenencias y documentos personales)


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