Desde hace más de 80 años que no había
guerras en México. Y desde hace como 40 que no se reprimía a la gente a la
vista de todos.
Ayer vimos la prueba que necesitábamos para
entender la situación en la que estamos viviendo. Ya no estamos en la época de
los caciques, ni de las instituciones. Ahora vivimos en la era de las reformas,
unas reformas que, sin querer, han tenido el espíritu de la privatización en
sus raíces.
¿Quién más podría quejarse? ¿Quién hacía algo
mientras el pueblo se callaba y se quedaba observando? Una de estas reformas,
la educativa, afecta sobre todo, a los maestros, y de manera indirecta, a los
alumnos y a los padres de familia. Los maestros se movilizan, se quejan, tratan
de mantener una posición derecha en cuanto a sus derechos laborales, y se
encaminan al diálogo y a la plática pacífica.
Nuestro “apacible gobierno” ha demostrado de
lo que puede ser capaz. Puede esconder información, maquillar las noticias y
poner por enfrente del pueblo sus propios intereses, como la mayoría de todos
los gobiernos actuales y pasados. ¿Y de qué más podía ser capaz? El presidente
en turno llega de una tradición en donde lo mediático importa más que lo social
en su sentido más puro. Y también llega de una tradición en donde la represión
es el elemento sorpresa.
Mantener al pueblo quieto y obediente se
mantiene en tres aspectos diferentes. El primero de esos aspectos serían los
medios de comunicación, que aquí en México han demostrado una fidelidad “oscura”
hacía el gobierno en turno, y muchas personas están convencidas de que los
medios, especialmente la televisión y su emporio nacional, hicieron posible la
imposición del gobierno. Los programas de televisión y los noticieros mantienen
a los televidentes con la “verdad” en su mente, y con el modelo de una sociedad
que no puede aspirar a nada más, sino a soñar.
El segundo aspecto se encuentra en la
religión, ese pedazo sensible del que nadie puede hablar por temor a la
condenación. Es obvio que la iglesia mantiene también su lado pasivo frente al
pueblo, pero no así con el gobierno. Muchos políticos han hecho visible su
apoyo al clero, y han modificado ciertas leyes para otorgarles ciertos “servicios”
que un estado laico no permitiría. La religión pone al pueblo como el verdadero
pecador, el sector que necesita rezar para salvarse, y más cuando se otorga el
diezmo.
Y el tercer aspecto, el peor de todos, es el
mismo gobierno, pero a través de la represión. Ayer vimos cómo el gobierno es
capaz de movilizarse para atender de una manera violenta una manifestación pacífica.
Nunca habíamos visto a tales elementos, o a tal gobierno, movilizarse así para
detener a los narcotraficantes y abrir sus bloqueos en pueblos y carreteras. Y
lo que resultó más evidente y más contradictorio: usaron la represión,
cancelaron la libertad del pueblo a manifestarse, para tener espacio de
celebrar la “libertad” de un pueblo enceguecido.
¿Cómo podemos entonces ayudar a esta causa? ¿Cómo
impedimos entonces estos atropellos cada vez más evidentes de un gobierno que
perdió el encanto en menos de un año? Podemos ayudar enviando un mensaje a todo
el mundo, difundiendo información en otros países, a través de las redes
sociales, los vídeos, la locución, la escritura y hasta la lectura de todos
estos aspectos.
Hay también campañas de apoyo en especie,
llevando distintos productos y servicios. Y también ayudamos en no quejarnos,
en dejar que el curso de este evento especial en la vida de México se de de una
manera u otra. No hay que permitir que por unas quejas “inocentes”, el gobierno
tome más represalias. Si sólo ayer hubo golpeados y detenidos, más tarde no les
sorprenda cuando haya muertos, y ni su sentido de la culpa pueda ser suficiente
para condenarse.
Tenemos el poder para cambiar el
rumbo de toda esta situación, y si te enojan mis palabras, será mejor que me
evites. Porque yo no podré evitar seguir diciendo esto.
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