Para cuando le detectaron la enfermedad, y ya de regreso a casa, Maya estaba desconsolada, mirando sus pechos, suaves, desnudos y firmes en el espejo. La bolita de carne maligna dentro de su glándula derecha no podía verse a simple vista, pero ahí estaba, daba molestias, incomodaba... Tendré que ser mas cuidadosa, pensó Maya, tratando de encontrar la respuesta a su dolor, a su tristeza, mucho antes que a su enfermedad.
Nada es un chiste, todo se paga, pero ella nunca había sido mala. Su esposo sólo sabía trabajar y pagar, pero nunca había estado cerca de ella. Ahora a él no le importaba demasiado, y a ella menos le importaba su indiferencia. Ella sería mas fuerte que él...
Tenemos los días contados. Tal vez no, pero Maya no podía permitirse pensar eso. Ella ahora se sentía invencible, inmortal, cómo si la vida no fuera suficiente, y tuviera una eternidad para seguir viva. Pronto nada sería más serio que unas dosis de quimioterapia, etiquetas de colores, vómitos, cansancio y pérdida de cabello. Todo eso combinado con la peor de las jaquecas y la tristeza que a veces daba verse en esa situación, sería el coktail perfecto para la muerte.
Pero, ¿habría algo mejor que la medicina y las terapias psicológicas para curar algo tan terrible y silencioso? Maya tiene un compañero más fiel que su propio esposo. Y se llama Trillo, un angora de pelo blanco y suave que la ha cuidado desde hace ya 2 años. Es un gato muy especial, su cola se menea con cada paso y cada salto que da entre los muebles. Tiene un rostro severo, propio de una persona que analiza el siguiente paso, con ojos amarillos y bigotes largos. No tiene el hábito de salir por la ventana a comer, sólo pasea y caza ratones, pero siempre ha sido devoto de la lata que Maya le sirve cada 4 horas. Ella sonríe cuando juega con Trillo y bromea siempre con él, aunque el gato no lo entienda:
- Mi lindo gatito, tienes más pelo que yo, pero eso no me importa, por que sigo siendo la más guapa...
Y mientras ella ríe, el gato, con su rostro severo, se acurruca en su regazo, feliz.
La noche anterior a su cita con el médico, Maya tiene una pesadilla. Ella está sentada en la silla, con el suero conectado para la quimio. La etiqueta es negra, y el líquido parece mercurio, huesos de muerte molidos para sus venas y arterias. Mientras el líquido penetra su cuerpo, violando su interior, alguien abre la puerta. Es un hombre alto, tanto que el techo le estorba. Tiene traje y corbata negra, sus enormes brazos acaban en manos largas sin uñas, sus piernas en zapatos elegantes, y su cabeza no tiene pelo, ni siquiera tiene un rostro. La mira, o eso parece, extiende sus dedos, y el frío se apodera de su pecho. Cuando se da cuenta, Maya ya no tiene el seno derecho, respira asustada, sus ojos se abren más y más... Y el pelo de Trillo la despierta, le da calor, y la hace sonreír. Su seno sigue ahí, y su cabello no...
Regresa al otro día del médico, con la amable y hermosa noticia, que el cáncer se fue, que ella no tendrá que perder su seno, y que después de unos meses podrá pensar en tener hijos. Hace ya muchos días que su esposo se ha ido, ella lo ha corrido de casa, y ahora es más feliz divorciada. Y se vuelve a mirar al espejo, desnuda, calva, sin cejas, con los brazos agujereados y rojos, con el vientre flaco y las costillas asomándose. Ve sus senos, perfectos, suaves y firmes, pero enteros, sin dolor. Y a pesar de las ojeras y las lágrimas, Maya sonríe de nuevo, la inmortal, la invencible.
Y Trillo ronronea suavemente, sabiendo que hizo un gran trabajo.
(ESCRITO POR COMPLETO EN FORMATO MÓVIL CON LA APP Writer EL DÍA 03-OCT-2012)
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