Javier no
podía dar crédito a las palabras del misterioso visitante. ¿Qué le había
ocurrido a Flor Chávez?
-Hace diez
años nos vimos, y usted me dijo que era el comandante Méndez. ¿Cómo sabe qué
conocemos a la señorita Chávez?-, preguntó Javier, con tono escéptico pero
contundente. Luis no decía nada, pero en su cabeza pasaban las peores ideas.
Efectivamente,
el comandante Méndez fue el mismo hombre que pidió a Javier revisara el cadáver
del extraño hombre asesinado.
-Lamento haberle
mentido, señor Carrillo, pero era necesario esconderle mi verdadero nombre.
Comandante Hiram Molina de IECM, Investigaciones Especiales de la Ciudad de México.
Estudiamos e investigamos los casos más difíciles y contradictorios de la
ciudad, cosa que ha hecho usted muy bien.
Hiram se
sentó y Salvador hizo lo mismo, tratando de comprender un poco la situación en
la que estaba metido. Ni Javier ni Luis se sentaron, pero este último prefirió
comenzar a caminar, cómo cuando estaba nervioso.
-¿Qué pasó
con Flor Chávez?-, comentó Luis, tratando de averiguar un poco más. A Hiram no
le sorprendió su nerviosismo, pero decidió no comentar nada al respecto.
-Perdimos
comunicación con ella hace casi dos horas. La última vez que hablé con ella fue
ayer por la noche, al leer el informe del caso en el museo. Soy ajeno a ese
evento, ya que soy jefe de IECM desde hace unos 3 años. Ella me pidió permiso
para investigar algunas pistas, las cuales le llegaron a través de un
informante anónimo, al cual ya estamos rastreando. Flor Chávez desapareció en
la llamada Isla de las Muñecas, ya que uno de los vendedores de flores de
alrededor le hizo el favor de llevarla hasta ahí. Al parecer vieron salir una
lancha cerca del canal de la isla, pero le perdieron el rastro. No sabemos
donde está…
Las
palabras de Hiram dieron en el blanco perfecto. Javier se sentía agradecido con
Flor Chávez, por un favor que aún no se cumplía, pero que seguía como una
promesa.
-No
podríamos rescatarla, no tenemos pruebas, y además me ha mandado usted a
examinar cadáveres, si es que no me equivoco. El hecho de que mande una orden
anónima para hacerlo no significa que yo no sepa de quien se trataba. ¿Qué es
lo que quiere de nosotros?
Hiram no se
movió ni un poco, ni siquiera a pesar de que Salvador había empezado a
juguetear con sus dedos, aunque ponía atención a todo lo que decían.
-De la
señorita Chávez no hay problema. Estamos buscando por todas partes, y creemos
que no saldrá muy fácil de la ciudad. Cómo sea, lo de los cadáveres es el
primer paso para dar con alguien a quién hemos perseguido. Señor Zaldívar, es
su turno…
Javier miró
a su amigo con ceño fruncido, y junto a lo imponente que se veía, levantado con
toda su enorme estatura, Luis se hizo un tanto pequeño y dejó de caminar. Le
sudaban las manos, pero nadie más se dio cuenta.
-Traté de
decírtelo muchas veces, pero no tuve la fuerza, y tampoco me dejaban. He
colaborado para IECM durante mi estancia contigo en esta oficina. He
transferido parte de nuestras investigaciones para el señor Molina, a través de
Flor. Lo hice por que ellos me lo pidieron, y querían seguirte los pasos, ya
que desde lo del museo habían hecho conexión contigo, acerca de algo más grave.
En diez años, y en muchas investigaciones, nada había sido relacionado con lo
que te queremos contar. Sé que ya no confiarás en mí, jefecito, pero te lo
pido, escucha todo con atención.
-No sé qué
pensar de ti, Luis-, dijo Javier, en un tono lúgubre y enfadado. Luis entendía,
pero no haría nada para cambiar el pensamiento de su amigo. Javier había
confiado en él, y Luis nunca le había dicho nada.
-Tranquilo,
señor Carrillo. Queremos que trabaje usted, el señor Zaldívar, el señor Ángeles
y otras cuatro personas más en un equipo especial. Quisiéramos que busquen a un
hombre, a quién conozco muy bien…
Luis se
acercó al escritorio, y revolvió entre los papeles. Había una foto impresa, de
una cámara escondida, mostrando a un hombre entrando a un bar en el extranjero,
ya que las letras de los anuncios y demás letreros eran en alemán. Javier no lo
conocía. Cuerpo fornido, poca estatura, barba y lentes oscuros, con el cabello
rapado.
-Se llama
Viktor Kunnel, pero lo conocen cómo “El Sicario”, entre muchos nombres. El
señor Molina y algunos miembros lo han seguido por algunos años, en pesquisas
internacionales, que han reunido a las mejores mentes del mundo, pero no han
podido con él. Evade muy fácil a las autoridades, y se cree, o es un rumor, que
pueda ser partidario o el líder de alguna célula neonazi con mucho poder. El
problema es que puede estar radicando en México desde hace 10 años…
Javier no
podía creer lo que estaba escuchando de la boca de Luis. Había alguien más
dentro de todos los cuerpos, desde aquel asalto en el museo, solamente era
Viktor Kunnel, un mafioso demasiado inteligente, y al parecer muy peligroso.
Javier tomó
la fotografía, y la dobló por la mitad, o al menos lo intentó. Volvió a ver a
Luis, a quien le estaba teniendo mucho enfado por no haberle contado nada.
Javier se sentía traicionado, completamente indispuesto para poder hacer algo.
-Puede
hacer lo que quiera, señor Molina, pero el hecho de que Luis no me haya contado
nada significa un golpe más bajo de lo que puede creer. Pero ya tendré algunas
palabras que decirle cuando usted se retire a este dizque “amigo”…
-No es el
momento para peleas, Javier. No hay nadie más quién pueda ayudarnos, excepto
tu. Y si aún sigues molesto, puedes trabajar junto al equipo, yo no soy
necesario, no tienes que ponerte así…
-Para nada,
señor Zaldívar, todos participan, o no habrá equipo, y sabe usted bien que sin
ustedes no podemos hacer nada al respecto. Señor Carrillo, le pido de la manera
más atenta que me escuche antes de ponerse peor. El muchacho hizo lo que pudo,
pero ni siquiera él sabe muchas cosas, le pedí que leyera un libro, pero aún
así no ha llegado a la respuesta. ¿Por qué consideramos a Viktor Kunnel de alta
peligrosidad?
Luis volvió
a sus pasos desesperantes por la estancia, tratando de dar vueltas al asunto.
Javier no lo miraba, pero ponía atención a lo que Hiram Molina tomaba del escritorio.
Era el libro que Luis estaba leyendo, acerca de…
-¿Ciencia
marginal? ¿Pseudociencia? No lo entiendo, señor Molina.
El aludido
empezó a hojear el libro, cómo si estuviera leyéndolo a una velocidad
impresionante.
-Combustión
humana, realidades alternas, poderes mentales, telepatía, criptozoología. Es
fascinante este libro, señor Carrillo. Viktor Kunnel lo ha leído todo, por
supuesto, y no se ha limitado a este, sino a muchos otros, y de la misma
temática. Es de los pocos seres humanos que cree aún en que estas ciencias
están basadas en hechos tangibles y estudiados. Y no sólo eso. Kunnel debe su
aterradora fama a que ha practicado estudios en seres humanos para
“mejorarlas”.
Salvador
casi se cae de su silla. Cómo médico, sabía que la importancia de respetar la
vida humana y la integridad del paciente eran de relevancia en la carrera. Pero
estas declaraciones lo dejaban atónito.
-Eso es
aberrante. ¿Por qué quisiera investigarlos así? No lo entiendo, no podría
demostrar nada…-, dijo Salvador, mientras Javier asentía con la cabeza. También
había palidecido, pero temía decir algo para no distraer sus cavilaciones.
-Lo sé,
señor Ángeles, por eso se le considera peligroso. Muchos de sus experimentos no
han resultado, y lo peor de todo es que ha muerto gente, cientos o miles de
personas, tratando de buscar las respuestas que quiere. Hay quienes aseguran
que quiere cambiar de una manera al mundo, pero que sea definitiva, algo que
muestre que estábamos equivocados, y nos haga abrir de nuevo los ojos. Quiere
demostrar algo que podía ser imposible antes, y para ello está buscando algo…
Luis se
detuvo, pero no dijo nada, solamente se le secó la garganta y se quedó
estupefacto. Javier lo comprendió justo antes:
-¿Está
detrás del Cuchillo de los Sacrificios?
-No, señor Carrillo,
la pieza que ayudaron a salvar fue protegida y escondida permanentemente,
aunque no le voy a negar que también fue una primera opción para Kunnel. Por
eso la aparición de los cuerpos, por eso su repentina llegada a México. Kunnel
se esconde bien para buscar más información de algo que quiere experimentar, y
creo que la señorita Chávez está en un gran peligro…
-Y no hay
nada que hacer si tú no estás en el equipo, Javier. Necesitamos tu mente, que
es igual de rápida y buena que la de Viktor, y lo atraparemos más fácil…
-¡Tu no me
hables, pendejo! ¿Pensaste que no diría nada si me enteraba? Le ventilaste todo
nuestro trabajo a este desconocido, quién además nos ha estado vigilando,
esperando a que hagamos algo. ¿No pensaste en nada? ¡Carajo!
Esta vez, a
Luis se le puso roja la cara, cómo nunca antes, era un coraje de aquellos dónde
te duele la panza y no puedes hacer nada hasta que explotes.
-¡Tu no
entiendes! Jamás escuchas, siempre te molesta que vaya al contrario. Lo hice
para encontrar a ese cabrón y encerrarlo, ya ha hecho suficiente en otros
lugares y aquí no se va a detener hasta lograr lo que desea. ¿Por qué no te
callas un momento y nos dejas explicarte mejor?
-¡Por que
solamente haces tonterías! Y no por qué esté aquí Salvador puedes estar tranquilo
que todo esto va a terminar bien. Antes te parto la pinche cara y te olvidas de
todo el trabajo, y empiezan a hacerlo ustedes solitos…
Una tos
lejana se dejó escuchar del otro lado. Javier ya tenía los puños muy apretados,
y Luis no dejaba de desafiarlo con la mirada, Salvador también ya estaba de
pie, para tratar de separarlos por si había alguna pelea, pero sólo alcanzó a
voltear cuando Hiram se levantó, llamando la atención de los presentes.
-Si ya
dejaron de pelear, señores, quisiera decirles algo. Me acaban de mandar un
mensaje importante. Al parecer, dos miembros de su equipo especial vienen ya
para acá, pero yo tengo que retirarme, aún hay cosas que hacer y no puedo
permitirme perder el tiempo con sus rencores.
Luis y
Javier se miraron, y luego a Hiram, esperando más respuestas, pero el rostro
del comandante les decía que no había nada más que pudieran decirse.
0 comentarios:
Publicar un comentario