Abierta a infinitas posibilidades dentro de las mentes humanas, la Imaginación se dispuso a cambiar de imagen por cuantas mentes pasó, y en cuantas distintas razones se posó.
Al fin, y no encontrando alguna en especial, mirando como su trabajo se convertía en cenizas impurezas de ideas concretas y leyes absurdas de la naturaleza, la Imaginación anidó dentro de un cerebro completamente distinto, de un mundo ajeno, pero colorido.
La Imaginación tomó la forma de una mujer, que se decidió a complementar al mundo de las ideas con cosas novedosas, con algo ruidoso, extremo, siempre cambiante.
De su frente nació el destello de la genialidad, de su pecho brotaron notas de música, tan frágiles que sus labios se movías, eternos, a través del éter.
Cabalgando en la eternidad de una noche oscura y siniestra, rodeada de cientos de enormes ojos de profunda blancura pero inmensa maldad, iba el Unicornio Arco Iris, danzando, repitiendo las palabras eternas encomendadas desde su alma: Busca tu propia razón de ser, no dejes que nadie te haga menos, por que eres más, mucho más...
Fue el sueño eterno, la música más original, la vida y la muerte a través del cielo y el espacio. El cosmos, con su danza orbital de colores y mundos giratorios, fue cambiando su estructura, y le brindó a la nueva Madre una sencilla razón para perdurar.
Y hasta que los tiempos perduren, y la vida deje de ser lo que era, hasta que la última idea deje de latir en el corazón de un cosmos agotado, y carente de sentido, la Imaginación valdrá la pena, en el rostro preciso, hermoso, y tierno, de la Madre, una mujer con cuerno de unicornio, que plasma en sus manos el color mismo del alma, de la fruta prohibida en el Paraíso Filosófico...
Dedicada a todos los que creemos
que valemos más de lo que nos
quieren hacer creer...
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