Isabel estaba esperando a que sacaran los cadáveres del edificio, y aún
guardaba la esperanza de que Bryan siguiera con vida. Salvador estaba cerca de
ella. Se sentía intranquilo estando con los demás, siempre discutiendo, siempre
tensos:
-Todo va a estar bien, señorita. No se preocupe.
Isabel sólo asintió.
Azahena se sentó en el borde del asiento del coche. Javier estaba de pie
frente a ella, con sus dos enormes manos alrededor de las de ella. Estaba más
tranquila, y su piel ya no lucía tan pálida cómo cuando salió de la prisión.
Javier la observaba un momento a ella, y en otro desviaba su mirada a Luis,
quien estaba enfrascado en una conversación un tanto escandalosa. Azahena
también lo notó:
-¿De quién crees que se trate?
-¿De qué hablas?-, le preguntó Javier.
-Luis mencionó a una mujer, creo que el señor Molina lo sabe…
Javier se encogió de hombros, y con toda su enorme altura, se puso de
cuclillas, para estar a la altura de su rostro.
-¿Qué querían ellos contigo? ¿Por qué te buscaron?
Azahena suspiró, cerrando los ojos. No quería recordar nada de aquello,
pero le contó la historia. El cómo había conocido a Viktor para buscar un buen
plan para aquella fiesta en septiembre, el miedo que tenía acerca de ese trato,
y de cómo aquel hombre pensaba que su plan estaría consumido a través del
sacrificio de ella y de Javier.
-Nosotras estábamos en el momento menos indicado. Creo que el hombre
delgado vino por su amigo, pero no esperó encontrarme… Él dijo que también
venía a visitarme… ¡Sabía que estaba aquí!-, dijo Azahena, preocupada. Se llevó
ambas manos al rostro, desesperada.
-No tenías idea, Azahena. Pero ellos tal vez sepan mucho más de cada uno
de nosotros de lo que podríamos admitir. Lo más importante, y lo mejor, es que
ya estás a salvo. Sirvió de algo que le hubiera pedido a Flor que te dejaran
salir…
Así que eso era lo que Javier le había pedido a Flor la noche del
incidente en su casa, y Azahena no lo había sabido después de todo. Javier no
se sentía mal por su actuar aquel día, y estaba dispuesto a que ella cambiara.
Ambos se dedicaron una sonrisa.
Hiram escuchaba atento a Luis, a pesar de que el muchacho era un manojo
de rabia. Se la había pasado dándole patadas al auto, caminando cómo
desesperado, y sólo hasta que pudo tranquilizarse un poco, empezó a hablar:
-¿Cómo diablos pudo contratarla? ¿En qué estaba pensando?
-Tranquilo, señor Zaldivar. Tuve que buscar a la mejor gente entre su
ramo, aquellas que se hicieran cargo de cualquier emergencia en caso de
necesitarlas. Espero me entienda, que todo esto es por su bien…
-¡Pero a ella no…!-, exclamó Luis. Tal parecía que quería arrancarse los
cabellos.
-Eso es irrelevante. Usted también tuvo que mentir y esconder cosas para
protegerse a usted y al señor Carrillo hasta que llegara el momento, ¿no es
así? Pues ahora llegó el momento, y va a tener que limitarse a seguir mis
instrucciones.
Luis lo miró con odio, resoplando por la impotencia de no poder hacer
nada más.
-¿Y que se supone que haremos?-, preguntó el muchacho, un poco más
tranquilo. Sentía cómo le corría el sudor por el rostro.
-Es un equipo especial, algo que jamás habíamos hecho, o al menos no a
ese nivel. Se trata de detener a uno de los más peligrosos terroristas y
genocidas de los últimos años, y que lamentablemente ha escogido nuestro país
cómo sede para otro de sus crímenes, y que desde hace 10 años ha puesto en
inicio un plan para lograr su cometido. Nos referimos a Viktor Kunnel, alias
“El Sicario”…
Los miembros del IECM escuchaban atentos, y la prensa interna tomaba
fotos y notas. La junta se había hecho apenas 12 horas después del incidente en
el Reclusorio Mixto, y algunos de los miembros del nuevo equipo del comandante
Hiram Molina, que estaba en medio de la mesa.
A su izquierda, estaban sentados Javier, Luis y Salvador, en ese orden.
Javier y Salvador estaban vestidos con sus batas de médicos del SEMEFO, y Luis
sólo ostentaba un extraño saco con los codos parchados, uno de sus favoritos.
Javier se acomodó los lentes, y miró de reojo a Luis, pero sin dedicarle muchas
palabras.
A la derecha de Hiram estaban sentadas Azahena e Isabel, quién se veía
demasiado ansiosa. Bryan seguía desaparecido, y ella tenía que estar ahí,
pasara lo que pasara. Azahena, recién bañada y vestida con un denim color negro
y una blusa azul marino, se veía más feliz, aunque igual de preocupada. Todas
esas miradas acosándola parecían un montón de abejas que la picarían a la
primera palabra o movimiento absurdo.
A su lado, había dos sillas vacías, y dos vasos de agua, compartiendo
una sola jarra. Javier le había dicho la verdad: Serían siete los miembros del
equipo especial, incluyéndola a ella.
-Los convoqué a esta junta, para presentarles a los miembros de este
equipo. Quise llamar a la prensa interna del IECM y a los miembros de los demás
departamentos, así evitaremos la prensa externa que pueda causar algún tipo de
pánico entre la población. Tenemos, a mi extremo izquierdo, al doctor y médico
forense recién graduado de Estados Unidos, el señor Salvador Ángeles.
Colaborará con nosotros en la identificación de cuerpos, ciencia forense y
salvaguardando vidas, en caso de ser necesario…
Con un movimiento cortés de la mano de Hiram, Salvador se ajustó bien la
bata con ambas manos, se levantó, y se inclinó levemente, agradeciendo los
aplausos de los presentes, y recibiendo algunos flashes en el rostro.
-Después está el señor Luis Zaldivar. Investigador en Filosofía
Mexicana, autor de una tesis acerca de filosofía náhuatl, ha colaborado en las
investigaciones de muchos casos para la agencia, poniendo en secreto su
trabajo, incluso dentro de su vida personal…
Otra vez aplausos y flashes. Luis se sentía avergonzado, y la cara se le
ponía roja, porque sabía que nada de eso merecía un perdón justo.
-Javier Carrillo, médico forense del SEMEFO, jefe de toda una división
dentro de ese apartado, y aclamado investigador privado. Comenzó su carrera en
este ramo cuando acontecieron los fatales sucesos en el Museo de Antropología
hace 10 años, y así cómo ha resuelto los mejores casos en todo este tiempo,
confiamos en que pueda hacer de este el mejor trabajo que jamás haya concebido.
Ahora la ovación de los presentes fue de pie, más escándalo y más
fotografías. Javier había pensado siempre que en el ramo oficial de la
investigación les tenía cierto rencor a los investigadores privados, pero a él
incluso lo admiraban. No hizo más que sonreír cortésmente, y volvió a sentarse
dónde debía.
Javier miró hacía su derecha, esperando el turno de los demás miembros.
-A mi derecha se encuentra la agente Isabel Aros, experta en artes de
combate cuerpo a cuerpo y el uso de armas a corta distancia. Nos complace
tenerla aquí, y esperamos que Bryan, su compañero, aparezca pronto.
Más aplausos y flashes. Isabel se sentía agradecida por las muestras de
cariño, pero también estaba asustada. Cada vez que le mencionaban a Bryan
sentía un estremecimiento, y le dolía el pecho.
-Todos sabemos que hay que internarnos en el más oscuro de los agujeros
antes de salir a la luz, y que siempre las mayores afrentas pueden perdonarse,
en favor de un bien común. La señora Azahena Gomezcaña sabe de lo que hablo, ya
que fue condenada a casi 40 años en prisión por homicidio, pero ella sabe más
que nosotros de lo que estamos enfrentando. Conoce de buena fuente a Kunnel, y
eso puede servirnos de ayuda. Si todo termina cómo lo hemos planeado, la señora
Gomezcaña cumplirá con toda su condena, ya que ha sido ella la víctima de las
circunstancias…
Un poco menos de aplausos, pero sí muchas fotos. Azahena se sintió
apenada, pero miró a Javier rápidamente. Ella no entendía el propósito de su
presencia en aquel equipo especial, pero ahora sabía que sería la carnada, la
forma más segura de llegar hasta Viktor.
Hiram tomó un largo trago de su vaso de agua, mientras los presentes
seguían tomando notas en sus tabletas. Nadie parecía estar seguro de lo que
vendría a continuación.
-Aún faltan dos miembros del equipo. Necesitamos un personal completo
pero compacto, para poder movernos con sigilo entre las filas enemigas, y
espero eso no se escuche muy militar…
El público alzó algunas risas. Hasta Javier se sonrió.
-Tenemos la presencia de una experta en comunicaciones y en transporte
de personal y de material. Ha trabajado en distintas misiones, tanto en el país
como internacionales, al servicio de gobiernos exclusivos y del ejército
mexicano. Ha demostrado ser una mujer suficiente y con las características que
necesitamos para desplazarnos por la ciudad. Les presento a Kerly Juca Delgado,
experta en telecomunicaciones.
Por la puerta de la derecha, hasta el fondo, entró una muchacha, de piel
fina, rasgos afilados, el cabello ondulado, acomodado encima del hombro
izquierdo, con una mirada penetrante, pero componiendo una sonrisa cómo ninguna
otra. Miró a Hiram, y se dirigió a él para saludarlo. Todos los presentes se
quedaron boquiabiertos, excepto las mujeres, que también eran muchas, y
parecían medir todos los movimientos. Kerly se sentó con parsimonia exagerada
en la silla a lado de Azahena, y se dirigió al público, después de su
bienvenida con aplausos.
-Gracias, miembros del IECM, comandante Molina, gracias a todos. Espero estar
al tanto de las actividades de este equipo, a algunos ya los conozco a través de
las noticias, y con los demás me iré acoplando. Vamos a hacer lo mejor posible
por detener a ese hombre…
Otra vez aplausos, y más fotografías. Mientras los miembros del IECM
seguían tomando notas, Hiram se preparó para presentar al último miembro.
-Por último, quiero presentarles a uno de nuestros miembros en
investigación. Es una mujer que ha adquirido una buena educación, además de
varias maestrías y doctorados en estudios religiosos en el país, con una tesis
completa de la religión Náhuatl dentro de la UNAM, y se ha destacado en el
medio cultural de países como Estados Unidos, Alemania, Francia y Japón, entre
otros. Miembros del IECM, les presento a Vianney Gil…
Luis se acomodó en su asiento, nervioso, y Hiram lo notó. Javier miró
hacía su compañero, y luego a la muchacha que había entrado. Ella era la mujer
por la que Luis se había enojado, y con justa razón, porque no sabían en qué
peligros podían entrometerse, y ella se veía demasiado inocente. Hiram parecía
mover sus hilos a diestra y siniestra para conseguir un resultado óptimo.
Vianney parecía de la edad de Luis, e incluso más chica. Era menuda en
estatura, pero su complexión hacía que se viera importante. Tenía el extenso
cabello color negro, con unas mechas rojizas, atado en una cola de caballo, y
con aquel traje sastre parecía irradiar su propia inteligencia. También saludó
a Hiram, y miró por encima de Javier hacía Luis. Con sus labios el compuso algo
parecido a “¿Qué haces aquí?”, pero Luis no respondió, y la miró con miedo.
-Gracias por la bienvenida. Trataré de ayudar en esta causa, que
preocupa a todos-, dijo Vianney, algo abstraída, sintiéndose más apenada que
nunca, y con la preocupación de ver a una persona de su pasado ahí.
El equipo ya estaba listo.
-Agradezco su presencia, sus preguntas serán contestadas por medios más
seguros, y esperamos que nos acompañen y apoyen hasta el final. A partir de
este momento, comienza la operación y entrenamiento de la División Alterna de
Investigación. Muchas gracias…
El escándalo y las fotos aumentaron conforme los miembros del equipo se
retiraban. Cuando todos estuvieron fuera del alcance de los miembros del IECM,
Luis se acercó a Vianney.
-Siento no poderte decir todo. Sigo molesto con la idea de que Molina te
haya contratado para esto. ¿Sabes en lo que te estás metiendo?
Vianney lo miró, cómo analizándolo. Hacía años que no lo veía, y aunque
ya no estaba tan subido de peso cómo antes, parecía mucho más desesperado por
dejar de envejecer.
-Traté de buscar más información, pero no me da miedo. Admito que estás
aquí, eso me deja más tranquila. Sólo espero no terminar cómo la otra ocasión,
¿entendido?
Luis asintió, desganado, componiendo cierta sonrisa de enfado.
Javier y Azahena estaba junto a Salvador, quien les había servido un
café para cada quien. Miraban a Luis platicando con Vianney, y a Hiram tratando
ciertos asuntos con Kerly, quien parecía demasiado divertida. Salvador se quitó
un momento el borde de la taza humeante de la boca.
-Maldita sea la hora en la que dijimos que sí, doctor Carrillo. Al parecer,
las personas con las que tratamos están más enteradas de todos nosotros, y
entre nosotros ni siquiera nos conocemos. ¿Cómo pretenden que avancemos?
Javier miró a su compañero, y Azahena no dijo ni una palabra. Se limitaba
a escuchar, tratando de aprender más de la gente con la que iba a pasar algunos
días.
-Vamos a tener que hacernos a la idea que no estamos solos ahora, y que
todo lo que hagamos va a repercutir en el grupo, sea bueno o malo. Es por el
bien de las personas…
Hiram interrumpió un momento, ya que su celular vibró con la llegada de
un mensaje de texto. Todos se quedaron en silencio, cuando el comandante volvió
a cerrar su bolsillo con el dispositivo dentro. Isabel fue la primera en
acercarse, pálida y con las manos temblorosas. Hiram la miró con aire ausente y
serio.
-Lo lamento, Isabel. Encontraron el cuerpo de Bryan. Tenemos que irnos…
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