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domingo, 9 de agosto de 2015

5CREAM SIN REGLAS: Anuncio Mortal.

Marley Shelton interpreta a Judy Hicks en Scream 4



-¡Buenos días amigos y amigas! Es una hermosa mañana de otoño en Woodsboro. Se acerca Halloween y estamos al pendiente de quiénes serán los locos que se disfracen de Ghostface para estas fechas. Sin embargo, muchos han decidido que disfraces de series como The Walking Dead o Game of Thrones sean los que acaparen nuestra atención. La tradición ha ido desapareciendo, y todo se debe a los acontecimientos de hace cuatro años, donde la hermosa Jill Roberts decidió sorprendernos a todos con su final alternativo…
El responsable de esta transmisión de radio se llamaba Simon, un muchacho de la preparatoria quién hacía anuncios matutinos a través de una estación de radio por internet. Quién usara un celular o cualquier aparato portátil con conexión Wi-Fi fácilmente podría escucharlo. Transmitía desde temprano antes de asistir a la escuela, y después de clases daba más anuncios acerca de los chismes que lograba escuchar en toda la ciudad.
-Como cada año, el bar Marcus, a las afueras de la ciudad, ofrecerá una bebida gratis a quién se presente disfrazado de Ghostface, que no serán muchos, así que la promoción tal vez pase de largo este año. Como sea, aún tenemos una hora para leer sus comentarios, los cuales pueden mandar por inbox a la página oficial de e-Radio Woodsboro en Facebook. ¡Vaya! No tardaron nada, veamos que dicen las noticias…
Simon abrió el mensaje privado en la página. Venía de un perfil que mostraba sólo la silueta azul de un hombre, con la leyenda “Reese Connor”.
-Muy bien, esta nos la manda Reese Connor, aunque no sé quién sea. Dice que…
Simon se quedó un momento en silencio, sin dar crédito a lo que decía el mensaje. Aunque era muy claro, le dejó absorto y asustado.
-Bueno, no sé si sea una noticia agradable o real, pero los rumores apuntan, amigos y amigas, que el alguacil Riley y su esposa fueron asesinados anoche…

La recién nombrada agente de la policía local, Judy Hicks, escuchaba el programa de Simon todas las mañanas. Creía que los jóvenes tenían la estafeta que muchos adultos habían desperdiciado años atrás, y que muchos de ellos hacían cosas verdaderamente creativas.
Sin embargo, al oír aquel horrible mensaje, casi se atraganta con el bocado de hot cakes del desayuno. Se quedó pensando en que tal vez podría ser una broma pesada, pero de repente el programa fue interrumpido por una llamada a su celular.
-Hicks-, contestó, con el bocado aún masticando.
-¿Escuchó lo que ese muchacho dijo?-, contestó la voz del otro lado. Era fácil distinguir el tono amable del alguacil Riley y este tono de voz, más áspero y autoritario.
-No sabía que usted escuchaba el programa, comandante Emmerson.
Virgil Emmerson era el segundo al mando en la policía local. Al parecer, las noticias llegaban demasiado rápido.
-Sea lo que sea, la necesito en la casa de los Riley, de inmediato. Voy también en camino.
Después de que Emmerson colgara, y sin tiempo que perder, Judy se levantó de la mesa para ponerse algo más cómodo que una pijama.

En menos de diez minutos después del mensaje de Simon, Judy había llegado a la casa de los Riley, acelerando con su auto lo más que pudo. En la entrada ya estaba estacionada una unidad de la policía, y la puerta estaba abierta, rodeada de los cordones de seguridad.
Se bajó rápido del auto y caminó hasta la puerta. No había tenido tiempo de ponerse el uniforme, por lo que llevaba un simple pantalón deportivo y una blusa color amarillo, además de sus zapatos bajos. Pasó por debajo de los cordones de la policía y se encaminó hasta la estancia de la casa.
Emmerson ya estaba ahí, con su calva brillando gracias a la luz del sol, que ya se colaba por la ventana. Con él iban otros dos agentes de la policía, demasiado jóvenes e inexpertos, quienes tenían los rostros desencajados.
La sangrienta escena se desarrollaba en el pasillo justo detrás de la estancia y casi por llegar al comedor. Gale Weathers estaba recargada en la pared, con un enorme charco de sangre bajo ella y el cuerpo lleno de puñaladas en el pecho y abdomen. Pero lo que le impresionó más a Judy fue el cuerpo del alguacil. Yacía de espaldas en el suelo, a unos metros de su esposa, con la mejilla aplastada y un corte en el cuello. Un celular y un cuchillo lleno de sangre estaban cerca de su cadáver, y más allá estaba tirada una máscara blanca inconfundible. Ver a Dewey muerto no había sido lo desgarrador, sino ver que él mismo llevaba…
-Es el disfraz de Ghostface. ¿Pero cómo…?
Emmerson hizo que los dos agentes salieran de la casa para dar parte a las autoridades y empezar con la investigación.
-No quiero adelantarme a los hechos, agente Hicks. Suponiendo lo que ha pasado, creo que Riley ha matado a su esposa.
Judy se llevó las manos a la boca, tratando de asimilar la situación. Ya no era la inexperta ayudante de alguacil, y sin embargo, se sentía tan tonta para asimilar una cosa así.
-¿Por qué lo hizo?
-Hay que analizar todo, las llamadas que posiblemente se hicieron a los celulares y también los mensajes si los hay. ¿Qué más ve de raro aquí, Hicks?
-No lo sé, comandante Emmerson. No puedo…
-No se preocupe. Esto conmociona a cualquiera. Si en verdad Dwight acabó con la vida de su esposa, ¿qué le hizo quitarse la vida?
-Tal vez no lo hizo él. Tal vez alguien más lo mató. O quieren hacernos creer que fue Dewey quién cometió el asesinato.
-Puede ser. No quiero arruinar su día libre, así que puede irse. Nos encargaremos de todo…
-No, comandante. Necesito hacer algo. Cualquier cosa llámeme. O yo lo llamo.
Emmerson asintió, mientras Judy salía de la casa y volvía a subir a su auto.

La casa de Simon quedaba a unas cuadras de ahí. Judy aparcó el auto en la entrada de la casa, y le pidió a la madre del muchacho que le dejara pasar. Subió hasta la recámara de Simon y abrió la puerta, la cual no tenía seguro.
-Estamos en espera de… Vaya, esperen por favor. ¿Agente Hicks? ¿Pero qué…?-, dijo Simon, cubriendo el micrófono de su computadora.
Judy se acercó a él, casi susurrándole.
-No quiero alarmarte. Por favor, necesito que anuncies que todo esto fue una broma. Luego cancela la transmisión y te contaré.
El muchacho asintió e hizo lo que Judy le dijo. Al terminar cordialmente la transmisión de radio, apagó su computadora y se dio la vuelta en su silla para hablar seriamente con la mujer rubia que tenía enfrente.
-¿Pasó algo malo, agente?
-Lamento decir que sí. No te voy a dar más detalles pero tampoco quiero que lo divulgues por ahí. Nada debe salir de aquí, o me voy a enterar. Obstruirías investigación policiaca y eso se castiga.
Simon tragó saliva.
-No se preocupe, agente. ¿Fue…? Bueno, ya sabe quién…
Judy asintió.
-Más o menos. Ahora por favor, ve a la escuela y no digas nada más que no debas decir. Esto es asunto serio.
-Muy bien. No diré nada.

Simon llegó a la Preparatoria Woodsboro un tanto temeroso, aunque no debía de dar esa apariencia. Las malas noticias que la agente Hicks le había dado rondaban por su cabeza como molestas moscas. Algunos alumnos le miraron y empezaron a murmurar cosas, que él bien sabía de qué se trataban.
-¡Simon! ¡Espérame!-, gritó un muchacho delgaducho que usaba lentes. Se llamaba Malcolm, y era uno de los amigos de Simon desde siempre. Oficialmente Malcolm le ayudaba con el aspecto técnico de la estación de radio casera, mientras que Simon daba las ideas en el programa.
-Hola Malcolm. ¿Qué tal te va?
El muchacho le miraba a través de las gafas con emoción y anhelo.
-Vamos, cuéntame, soy tu amigo. ¿Qué pasó con ese mensaje aterrador? ¿Es verdad que Riley y la reportera están…?-, dijo Malcolm, mientras dibujaba en su cuello una línea, sacando la lengua.
-No es divertido, y ya se los dije, era una broma. Cada que viene Halloween hay quien quiere hacerse notar.
-No te creo compañero. Jamás dirías una mentira al aire, excepto el día de los inocentes. Soy tu mejor amigo, no tienes derecho a ocultarme nada.
Simon miró hacía el corredor, jalando a su pequeño amigo, quién ya estaba llamando demasiado la atención. Los dos se metieron a uno de los salones, el cual estaba vacío.
-No le digas a nadie que te dije, o te voy a matar. ¿Te quedó claro?
-Nada de nada, lo prometo.
-Judy Hicks, la que solía ser ayudante de Riley, me dijo que había pasado algo muy malo en la casa del alguacil. Parece ser que Ghostface tuvo mucho que ver al respecto. No me dijo nada más. Es todo lo que sé.
Malcolm ya no estaba tan emocionado. Sus pequeños ojos se le agrandaron tras el aumento de sus gafas, y no podía cerrar la boca.
-¿Quieres decir que va a pasar de nuevo?
-Por supuesto que no. Puede que haya sido algo más, un asalto violento o yo que sé. Jill Roberts se encargó de acabar con la magia hace cuatro años.
-Pero Gale Weathers y el alguacil Riley eran leyendas. Sobrevivieron cuatro veces a los asesinatos y resolvieron al final todo. Esto va a traer a Sidney Prescott de vuelta…
-¡Shh! No podemos asegurar nada. Ni siquiera sabes nada de este asunto.
-Yo no, pero conozco a alguien que sí…
Simon golpeó a su amigo en la cabeza, haciendo que casi se le cayeran los lentes.
-Nada de ayuda, al menos hasta que hayan dado el anuncio oficial. Vamos a dar la noticia primero nosotros, pero hasta que la agente Hicks nos lo haga saber oficialmente. ¿Cuento contigo?
-Claro, sí. ¿Mientras que vamos a hacer?
-Todo lo normal de un día normal. Acabando las clases, quiero que me escuches, trataré de transmitir toda la tarde y algo por la noche. Temo que darán el anuncio tarde o temprano: no pueden esconder algo así siempre…

Por la tarde, y ya en su casa, Simon transmitía como usualmente lo hacía, poniendo canciones y leyendo los mensajes que mandaban los usuarios de su página. Muchos de ellos trataban de saber más acerca del mensaje en broma de la mañana, aunque anunció que ya no los leería porque todo había sido aclarado. Sin embargo, no había mensaje de la agente Hicks, a pesar de que Simon le había mandado mensaje a su Facebook para así enterarse cuanto antes de todo. Ella no contestaba aún.
En un corto musical, Simon bajó a la cocina para buscar algo qué comer en el refrigerador. Su madre al verlo, le dijo:
-No te llenes de comida antes de la cena. Regreso pronto, voy al centro comercial. ¿Quieres venir?
-No, tengo transmisión. Me debo al público, no lo olvides.
La señora sonrió, y salió de la casa rumbo al centro comercial.
De regreso en su habitación, Simon decidió dejar la música un rato más, mientras devoraba con ansias un sándwich de mortadela que había dejado la noche pasada en una bolsa hermética. De repente, sonó el teléfono de la casa. Se levantó y caminó hasta el pasillo del segundo piso, donde un aparato telefónico descansaba en una mesita de tres patas que estaba antes de bajar las escaleras. Revisó el número, pero no era nadie conocido.
-¿Diga?
-Hola, Simon. ¿Sabes quién soy?
El muchacho escuchaba una voz fría y grave del otro lado del auricular.
-No, ¿no serás de casualidad Malcolm tratando de intimidarme para que le cuente más?-, dijo Simon, divirtiéndose un poco.
-No. Soy Reese Connor…
Simon abrió los ojos al escuchar el nombre.
-Bueno, Reese, si es que ese es tu nombre: tu broma por la mañana fue estupenda. Muchos preguntan por ti y sobre la verdad.
-La verdad es que no era broma. Tú y yo sabemos perfectamente que Riley y su esposa están muertos. Vi a esa entrometida policía saliendo de tu casa. Ella lo supo, y fue a decirte. ¿Por qué le mientes a tu público?
-¿Quién eres?
Reese Connor se rió.
-Eres tonto, Simon. Si hay algo que no soporto es a la gente tonta. Ahora, necesito un favor de ti. O tendré que cortarte el cuello como lo hice con Dewey…
Simon se llevó el teléfono hasta su recámara y cerró la puerta con seguro. La música seguía transmitiéndose y ya habían llegado otros cuantos mensajes de radioescuchas. Sin embargo, él no les hizo caso, enfocándose más en la llamada.
-¿Qué quieres que haga? No me asusta un fanático de Ghostface. ¿Es tu forma de revivir la leyenda?
-Para nada. La leyenda vive, pero la gente no cree, ya no como antes. No hay más películas de Puñalada, no habrá más libros de Gale Weathers, lamentablemente. Pero ahí sigue la llama, esperando a convertirse en un incendio. Sólo me falta el combustible: necesito a Sidney Prescott.
Al escuchar ese nombre, Simon sintió como cien navajas recorriendo su espalda.
-Sidney no regresó jamás al pueblo, y nadie sabe dónde está. ¿Cómo vas a encontrarla?
-Me vas a ayudar, amigo Simon. Las reglas han vuelto a cambiar para adaptarse a una nueva secuela de la franquicia. Esta vez, Ghostface cumplirá su más grande sueño: acabar con Sidney para siempre.
-Esto es muy interesante amigo, de verdad, pero tengo que colgar. Hay un programa que manejar y pues…
-Aún hay una cosa más, Simon. ¿Tu sándwich de mortadela está delicioso?
Simon se levantó asustado de la silla, mirando hacía todas partes. Escuchó una fría carcajada al otro lado de la bocina.
-No soy tan idiota como para dejarme ver. Sin embargo, la mortadela huele delicioso aquí donde estoy. Vamos a repasar los cuentos de la infancia. ¿Por qué a los niños les daba miedo dormir solos? ¿Dónde se escondía el monstruo todas las noches? Apuesto a que sabes dónde escondió Stephen King al coco en uno de sus cuentos…
El muchacho recordaba algo de ese cuento, donde una familia entera es asesinada por una criatura terrible que se escondía en el cuarto de los niños. Miró hacía la pared del otro lado del escritorio, donde estaba empotrado el clóset.
-Es un truco muy barato. Si en verdad eres Ghostface, no estás dentro del clóset, es el lugar más obvio del cuarto. Ya sé donde te escondes.
Sin colgar el teléfono, Simon se arrodilló para asomarse lentamente bajo la cama. Era el sitio perfecto para que un monstruo acechara a los niños en la oscuridad. Pensar que bajo cada persona al dormir hubiese algo aterrador le hacía sentir escalofríos. Se preparó para observar y al agacharse, no vio más que la oscuridad.
-Touché! No había nada. Me decepcionan mucho estos jóvenes de hoy, entretenidos con sus series de televisión y sus películas baratas. Deberían de leer más. El coco en el cuento de Stephen King se escondía en tu primera opción, idiota…
Apenas le dio tiempo a Simon de levantarse, antes de escuchar que del clóset salía alguien corriendo directamente hacía él. Ghostface se abalanzó hacía el muchacho, quién saltó por encima de la cama para alcanzar la puerta. Arrojó el teléfono al suelo, el cual dio varias vueltas antes de caer bajo la cama. Sintió como el cuchillo le rozaba el hombro antes de tomar el pomo de la puerta y jalarlo. Sin embargo, la puerta tenía seguro. Lo quitó como pudo y salió corriendo. Sin embargo, Ghostface le dio alcance y lo empujó de bruces hacía el suelo, haciendo que se cayera sin poner las manos.
Aunque intentó arrastrarse, Simon sintió el peso de una rodilla ajena sobre su cadera y luego el dolor indescriptible de dos puñaladas en la espalda, perforando su pulmón. El dolor era muy agudo, y sentía que la tráquea se le llenaba de sangre. Se levantó como pudo y caminó hasta las escaleras. Ghostface caminó tranquilamente hasta su víctima, y dejando el cuchillo en el suelo un momento, sostuvo a Simon de su playera y lo empujó por el pasamano de la escalera. El muchacho no rodó por los escalones, sino que cayó al suelo del pasillo de abajo quebrándose el cuello. Viendo que Simon había dejado de moverse, levantó el cuchillo y siguió con el plan.

La música de la estación de radio de Simon fue interrumpida, seguramente para algunos anuncios más del muchacho. Sin embargo, cuando Hicks escuchó una voz fría desde el otro lado de su celular, presintió que algo iba mal. Emmerson se acercó a escuchar, mientras el equipo forense seguía tomando pruebas de la escena del crimen en la casa Riley.
-Buenas tardes, gente de Woodsboro. Ghostface ha vuelto. Voy a adelantarme a los anuncios de la policía para informar que Dwight Riley y Gale Weathers han muerto anoche, víctimas de un plan muy bien elaborado. Escúchenme con atención, que tengo dos mensajes para ustedes.
Todos los que escuchaban el radio en Internet en Woodsboro pusieron atención al mensaje del misterioso personaje. Emmerson no mandó a nadie a la casa de Simon, pensando que podía tratarse de una nueva broma o un hackeo muy bien elaborado.
-Los personajes para este nuevo relato de terror los elijo yo. Primero, el muchacho que sabe de electrónica, y que ayudó al pobre locutor de radio para darse a conocer en el pueblo. También la muchacha con las mejores calificaciones de la preparatoria, pelirroja. Un muchacho de gran estatura que, a pesar de no estudiar, se dedica a los autos. Otro muchacho, a quién sus gustos y preferencias lo han puesto en la mira de los abusivos de la clase. Y la sobreviviente de una masacre, la experta en películas de terror. Todos ellos deben acudir ante la autoridad, ante Judy Hicks.
“Por otra parte, y esto va para todos los ciudadanos de esta hermosa ciudad: se acerca Halloween, y habrá grandes sorpresas. Pero si quieren ver a sus hijos sobrevivir, deben hacer algo: tráiganme a Sidney Prescott, antes de que la noche del terror acabe. Y nadie más saldrá herido. Tienen dos días, queridos amigos. ¿Y saben por qué les digo esto? Simple. Porque Sidney Prescott está aquí, en Woodsboro…”
Judy miró a Emmerson, sorprendida, mientras el comandante enviaba una unidad de emergencia a la casa de Simon. La señal se cortó.

En algún lugar del pueblo, alguien más había escuchado la transmisión. Tenía que encontrar a la agente Hicks, antes de que fuera demasiado tarde.

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