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jueves, 6 de agosto de 2015

5CREAM SIN REGLAS: Escena Inicial.

Ghostface.



ESCENA INICIAL.

Un celular sonó en la estancia de los Riley.
Con paso apresurado, Gale se acercó hasta la mesita de noche para contestar la llamada. En la pantalla aparecía el nombre de su esposo, el alguacil Dewey Riley.
-Dewey, ¿pasó algo singular en la oficina?-, preguntó la otrora reportera de televisión, cuya fama como Gale Weathers había descendido un poco. Pero con los acontecimientos de hacía ya cuatro años en Woodsboro, la gente pedía más y más en sus columnas online, las cuales eran bien recibidas y remuneradas.
-Todo bien, amor. Me preguntaba si querías salir a cenar o nos quedamos en casa y pedimos pizza. Tú eliges.
Gale se sentó en el sofá, y sonrió al escuchar la propuesta de su marido.
-Bueno, no habría tenido tiempo de cocinar algo de todas maneras, así que pediremos la pizza. Por cierto, ¿recuerdas la llamada que me hicieron acerca de una entrevista especial? Quedaron de regresar la llamada hoy mismo. Me consideran la superestrella de los años 90’s.
Del otro lado de la bocina, Dewey soltó una risita.
-Ya lo creo. Tengo que dejarte, hay un asunto con unos chicos haciendo grafittis en el centro comercial y ya debería estar ahí. Yo llevo la pizza, no te preocupes.
-Gracias Dewey. De verdad te amo tanto… No tardes, ¿quieres?
-No lo haré. Y si hablan, por favor, patea sus traseros como tú sabes hacerlo.

Después de colgar, Gale dejó el celular sobre la mesita de la estancia, y se sentó para arreglarse las uñas. Llevaba una lima de metal y había traído de la habitación el esmalte color caramelo. Detestaba verse tan informal a pesar de vivir en un pueblo pequeño.
Otra vez el celular sonó: esta vez mostró la etiqueta ENTREVISTA.
-¿Diga?
-Señora Riley, buenas tardes. ¿Prefiere así o por Gale Weathers?
Gale sonrió de satisfacción al escuchar su antiguo nombre de guerra.
-Prefiero el segundo, si no es mucha molestia. Puede que se olviden de quién soy si no está el Weathers después del Gale. Por cierto, tu nombre es…
-Oh, lo lamento, la costumbre. Me llamo Reese Connor…
-Qué coincidencia, lleva los apellidos de los dos hombres más importantes en la vida de Sarah Connor.
La referencia cinematográfica hizo reír a Reese, y Gale le devolvió el favor con una risa un tanto apagada.
-Vaya que es perspicaz, señorita Weathers. Muy bien, nuestros lectores están interesados en su vida personal y en los acontecimientos que la llevaron a ser una de las mejores reporteras del medio, desde la masacre de Woodsboro, hasta los incidentes en la Universidad Windsor, los Estudios Sunrise y la más reciente masacre ocurrida hace cuatro años en el pueblo donde vive. Le haré tres preguntas, ¿está lista?
-Dispara…
-Ok, muy bien. La primera, ¿añora tanto el mundo del periodismo y la farándula como para abandonar Woodsboro si fuera necesario?
-Lo reconsideré algunas veces, sí. La verdad está allá afuera, Reese, y este pueblo pequeño sólo ha tenido malas noticias un par de veces, tanto así que ha sido una bomba estar ya dos veces implicada en eso. Cómo sea, espero encontrar una buena historia pronto, que si no me hará salir de aquí, prefiero que me dé un poco de impulso.
-Y sí que la encontraras Gale, de eso estamos seguros. Segunda pregunta: ¿ha influido tu relación con el alguacil Riley en tu trabajo más reciente como periodista online?
Gale pensó en su esposo, en todas aquellas veces (cuatro para ser exactos) que Dewey había sido su apoyo y sustento, cómo habían salvado el pellejo juntos.
-Por supuesto, sin duda alguna. Dewey, digo, Dwight ha sido mi apoyo. Encaramos a la muerte misma, por el amor de Dios. ¿Suficiente con eso? Creo que sí.
Reese volvió a soltar una carcajada.
-¡Muy bien, muy bien Gale! Eres estupenda. Ahora, la tercera pregunta, la más importante de todas.
Gale esperaba alguna pregunta indiscreta, algo que le diera sabor a la entrevista cuando fuese publicada. Las emociones fuertes llamaban a su puerta siempre, y las evitaba sobre todo por falta de tiempo.
-Gale, ¿dónde está Sidney Prescott?
La reportera se quedó pasmada, sonriendo más por la sorpresa de la pregunta como por el hecho de que le resultara más bien una broma.
-Oh, por favor, Reese. ¿Esa era la pregunta del millón de dólares? Si quieres que la responda está bien. No sé dónde pueda estar Sidney. La última vez que la vimos iba bien escoltada hacía su auto, saliendo de Woodsboro hacía quién sabe dónde. La pobre ha tenido más traumas en esta vida y es obvio que ya no quiere seguir alimentando el morbo. ¿Alguna pregunta más, señor Connor?
De repente, la voz del otro lado se distorsionó. Ya no era la voz juvenil y amable, sino una fría y calculadora voz grave, susurrante.
-No Gale, esa no es la última pregunta. ¿Quieres morir? Si la respuesta es no, dime dónde está la maldita Sidney Prescott.
Gale se levantó del sofá, con el celular bien pegado a su oreja y con la lima entre los dedos de la otra mano.
-Si esto es una broma, más te vale que…
-No estoy bromeando, Gale Weathers. ¿Adivina qué? Ghostface regresó a Woodsboro una vez más para una última intervención. El clásico juego de las preguntas ya pasó y ni siquiera te diste cuenta. Tendremos que saltarnos la escena dónde el novio muere, porque Dewey no ha llegado a casa, ¿o sí?
Gale miró por la ventana, caminando firmemente y haciendo mucho ruido con sus tacones. Miró hacía el patio trasero, pero no había nadie.
-Cuando llegue te daremos una paliza, mocoso imbécil.
-Vamos Gale, relájate. Por cierto, de nada te servirá buscar en el patio o en el porche. Esta vez tomé todas las medidas necesarias para que esta noche sea inolvidable.
-¿Sí? Pues olvidaste una cosa, idiota. No hiciste la pregunta adecuada. ¿Cuál es tu película de terror favorita? ¿Cómo quieres morir esta noche, Gale? Ni siquiera sabes hacer bien las cosas.
El hombre del otro lado del teléfono rió, más despacio y con aire de grandeza.
-No es necesario. Lo estás haciendo tan bien… Estás rompiendo tú misma las reglas, estúpida. Has mencionado sin querer la película que más miedo te da: tu vida atrapada aquí, sin hacer nada más que complacer a un esposo que no te valora lo suficiente. Te has vuelto una perra fría, pero muy hogareña al final de cuentas…
De repente, el timbre de la entrada sonó, haciendo que Gale soltara un pequeño grito y un salto. El hombre tras el teléfono soltó una carcajada, que sonó más bien a metal golpeando la pared.
-Buen provecho, Gale. Disfruta la cena.
Y colgó. Sin esperar a escuchar el tono de colgado, Gale arrojó el celular hacía el sillón y caminó despacio hacía la puerta. Los tacones se escuchaban como martillazos lejanos, pero no le importó. Al menos que tuviera que correr.
Tomó el pomo de la puerta y quitó con cuidado la cadena. Al abrir la puerta de sorpresa, Gale soltó un grito que hizo que Dewey casi soltara las cajas de pizza que llevaba en las manos.
-¡Oye, tranquila, casi se me caen las cajas!
Gale se sentía como una estúpida al ver como su marido cruzaba el umbral de la puerta y le daba un beso en la mejilla. Cerró la puerta tras de sí, observando hacía la entrada con mirada aprehensiva.
-¿Qué pasó? ¿Te asustan las cajas de pizza?
-No, es que… El idiota de la entrevista quiso hacerse el listo, y me ha hecho una llamada de broma. Creo que imitó demasiado bien al maldito Ghostface.
Dewey soltó un suspiro mientras dejaba la pizza sobre la mesa del comedor. Gale fue tras él, con los brazos cruzados. Aún sostenía la lima entre los dedos temblorosos.
-Esos muchachos. Debieron ser los de la preparatoria. Les encanta molestar a la gente con esas estupideces de Ghostface y Puñalada. Una de las profesoras me llamó preocupada porque a uno de sus alumnos se le ocurrió presentar como proyecto un fanfiction para “Puñalada 8”, y tuve que decirle que no había nada de malo en eso.
-Pero Dewey, no creo que sea agradable matar de un susto a alguien, y menos engañándole. Tengo que revisar mejor las credenciales de esos idiotas antes de ofrecer una entrevista.
Dewey le sonrió y se le acercó. Le dio un beso apasionado, que hizo que ella se sintiera más relajada.
-Te amo, Gale. Vamos a revisar bien quién hizo la broma y le daremos un susto, ¿te gusta?
Ella asintió, sonriendo.
-Muy bien, ahora… Olvidé la soda, así que tengo que ir a la bodega por unas latas. ¿Quieres una?
-No, creo que necesito un maldito té de hierbas para controlar los nervios. Ve por la tuya.
-Ok, muy bien. Enseguida…
-¡Hey, hey! Nada de “enseguida vuelvo”, ¿está bien?
La cara de enfado de Gale hizo que Dewey sonriera.
-No hay problema. Ghostface no atacará esta noche. Empieza a comer si quieres, traje vegetariana, tu favorita.
Gale vio como Dewey caminaba hacía el pasillo, abriendo la primera puerta hacía la izquierda y bajando las escaleras hacía el sótano. Sus pasos retumbaron cada vez más silenciosos, mientras se escuchaba cómo buscaba las latas de soda entre otras cosas de la bodega.
De repente, oyó vibrar su celular y soltar un pequeño sonido. Esta vez sabía que no era una llamada, sino un mensaje de texto. Caminó hasta la estancia y tomó el aparato. Soltó una risita al ver que decía DEWEY en la pantalla.
El mensaje era sencillo: ILU y un corazón al final.
Apagó el aparato y caminó hacia el comedor con él. Otro mensaje de texto. Otra vez DEWEY.
-Tengo un marido cursi que se burla de mí. Vaya vida de casada…
Sin embargo, el mensaje ahora tenía otro significado. Ya no era cursi.
¿Sabes dónde está tu esposo, estúpida perra?
Gale miró hacia la puerta de la bodega y ahí estaba, de pie bajo el marco. Ghostface levantaba el celular de Dewey con su mano izquierda, manchado de sangre. La máscara también tenía gotas de sangre y una mancha como de dedos sobre ella. En la mano derecha empuñaba un cuchillo serrado, que brilló con la luz del pasillo.
La reportera soltó un grito aterrador, y a pesar de llevar tacones, corrió hacía la cocina. En su paso tiró la caja de arriba de la piza, haciendo que esta ensuciara el piso. Por accidente una de las rebanadas cayó cerca del pie de Gale, haciendo que tropezara y cayera de rodillas sobre la duela del piso. Se levantó lo más rápido que pudo, dejando en el suelo el celular y la lima de uñas.
Corrió lo más rápido que pudo hasta llegar a la cocina, escondida más allá del comedor y por supuesto de la estancia. Buscó en uno de los cajones un cuchillo. Lo tomó entre sus dedos y volteó para encarar al asesino. No había nadie. Seguramente estaba escondido. Y su esposo estaba herido en la bodega. O muerto…
-¡Sal de ahí, maldito!-, gritó Gale, con los nudillos rojos de tan fuerte que apretaba el mango del cuchillo.
De repente, escuchó un sonido familiar: alguien había mandado mensaje a su celular tirado en el suelo de camino al comedor. Caminó lentamente, y sintió que le dolía la rodilla derecha por el golpe que se había metido. Vio el celular brillando en el suelo. Se acercó rápidamente y lo tomó, sin soltar el cuchillo. El mensaje era de Dewey.
Gale, Gale, por favor, ayúdame. Estoy herido.
-¡Oh por Dios, Dewey! ¿Dónde estás?-, dijo ella, escribiendo en el teléfono.
-En la estancia.
Gale dejó el celular en el suelo. Caminó despacio hacía el comedor y luego hacía el pasillo, tratando de no hacer ruido. No confiaba de los mensajes, pero tampoco podía quedarse escondida ahí, mientras su marido se desangraba. Cuando dio la vuelta hacía la estancia, la encontró a oscuras. El sillón le estorbaba la vista, así que dio unos cuantos pasos más hacía el centro del lugar.
Repentinamente sintió una presencia detrás de ella, pero fue demasiado tarde para reaccionar. Ghostface tiró de su largo cabello, haciéndola gritar de nuevo y arrojándola de espaldas hacía la pared. Gale sintió el golpe de su espalda contra el suelo, y una de sus zapatillas salió volando hacía la estancia. Vio las piernas de su atacante, dándose la vuelta para estar frente a ella, y una de las botas del asesino le presionó el pecho tan fuerte que la dejó sin aliento. Con la mano derecha, Ghostface levantó el cuchillo por encima de su cabeza, y dio el golpe final.
Gale Weathers sintió el frío acero del cuchillo penetrando en su vientre, y luego el calor de la herida y la sangre brotando. Sentía el líquido como un fino hilo que le escurría de los labios. El asesino le dio una estocada más, rasgando los órganos internos. Después, quitó la bota de encima y le apuñaló el pecho, traspasando uno de sus senos.
Ghostface se quitó la máscara ante su víctima, quién no podía creer lo que estaba viendo frente a ella. Quería murmurar el nombre del asesino, pero el dolor no se lo permitía. Fue cuando el asesino susurró:
-Nueva regla de las películas de terror, Gale: nunca confíes de tu marido, nunca…

Detrás de la máscara estaba Dewey, sosteniendo el cuchillo sin temblar, con sangre falsa en el disfraz de Ghostface y en los guantes. Mientras veía a Gale morir, con sus ojos puestos en el techo de la estancia, se levantó y sacó el celular de su bolsillo. Marcó el primer número que tenía en la lista, el que decía REESE CONNOR:
-Hice lo que tenía que hacer. No me iré con las manos vacías, Connor.
La voz de Reese era la misma voz amable que antes. Dewey conocía sus tretas: no era la única voz que tenía registrada en aquel aparato.
-Hiciste bien, amigo Riley. Le quitaste a Gale un peso de encima. Y quieras o no, no te amaba. Ahora te voy a recompensar como nunca antes. Por cierto, ¿dónde está Sidney Prescott?
La misma tontería de siempre.
-Ya te dije que no sé, Connor. Ahora dime como conseguir lo que me prometiste y después hablamos…
-No te preocupes, ya estoy en ello…
Sin embargo, detrás de Dewey apareció otra figura vestida de Ghostface, quién le tomó del cabello alborotado y le cortó la garganta con el cuchillo. Apenas le dio tiempo al alguacil de Woodsboro para voltear y quedar arrodillado frente al asesino, quién le miraba sin quitarse la máscara. Pudo ver los contornos de la misma, aquella blancura que asustaba y los ojos siempre fijos en él. La enorme boca parecía que le chupaba la vida, y sintiendo la sangre correr sobre su pecho, ensuciando el disfraz que él mismo llevaba.
Cuando el cuerpo de Dwight Riley cayó al suelo, su mejilla izquierda se aplastó, dejando ver sólo un ojo verde apagado, mirando hacía la noche.

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