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lunes, 24 de agosto de 2015

5CREAM SIN REGLAS: "El Novio".

Kevin McHale como Malcolm.



Se pusieron de acuerdo: Javier tenía que regresar para cuidar la gasolinera, así que no podía quedarse. Los padres de Cameron estaban preocupados por él, y Malcolm se ofreció a llevarlo de paso a su casa. Kirby y Helen fueron las únicas que aceptaron quedarse, siempre y cuando Helen llamara a sus padres antes que nada.
-Muy bien. Helen, tú dormirás conmigo en mi habitación, y Kirby en la habitación de los invitados, si no te importa, claro…-, dijo Judy.
La chica rubia sonrió.
-Para nada, gracias.

Después de prestarle a Helen ropa para dormir, Judy bajó a la estancia, donde aún estaba Kirby, tomando té caliente antes de dormir.
-Dejé un pijama en la recámara. Dormirás más cómoda.
-Gracias, agente Hicks.
-No, dime Judy. Me haces sentir más vieja cuando me dices agente…
Las dos se rieron.
-¿Cómo lo lograste?-, preguntó Judy, más seria.
-¿Sobrevivir aquella noche?
Judy asintió.
-No lo sé. Ya sé que cuando eras ayudante del alguacil, mucha información no fue dada a conocer, ni siquiera a ustedes. Me quedé quieta hasta que llegaron. Si Charlie estaba por ahí, era mejor no llamar demasiado la atención. No fue tan grave, al menos no tanto como creyeron.
Kirby se levantó un poco la blusa para que Judy viera las cicatrices de su abdomen. Sin duda se veían horribles.
-Lamento mucho que tengas que revivir esto. Después de todo, la vez pasada fue algo terrible para todos. Yo también tengo miedo.
Kirby miró a Judy con toda tranquilidad.
-No me asusta esto, Judy. Tengo más miedo de saber que este loco está allá afuera. Pero no temo por mí. He visto bastantes películas para saber en qué va a acabar esto. No quería decirlo frente a los demás, pero el final será tan doloroso y sorpresivo que acabará con nosotros para siempre, de una forma u otra.
Judy tragó saliva al escuchar eso. Era como si las cosas estuvieran tomando un rumbo más alarmante cada vez más.
De repente, sonó su celular. Lo sacó del bolsillo y lo revisó. Era el comandante Emmerson.
-Disculpa un momento, es el comandante. Vuelvo enseguida…
Kirby tomó un sorbo de su té, mientras veía cómo Judy salía de la casa al porche.
-Hicks…
-Malas noticias, agente. Simon está muerto. Su madre no aparece, pero no creemos que le haya pasado algo malo. ¿Qué pasó con los muchachos?
-Tengo a dos en mi casa. Los demás tuvieron que regresar a sus hogares, pero les hice prometer que regresarían mañana. No voy a dejar que les pase nada, si es que ese loco los tiene en la mira.
-No se preocupe, agente. Por favor, tómese mañana el día. Quiero a esos muchachos a salvo hasta que Halloween haya pasado. Mientras tanto, seguiremos buscando a la madre del chico. No le va a agradar la noticia, pero no tengo alternativa…
-Por supuesto. Llámeme en cuanto sepa algo, comandante.
-Así será. Descanse, Hicks.
Y colgó.
Judy cruzó los brazos, soltando un suspiro. Estaba cansada, asustada y preocupada. Todo a su alrededor parecía desmoronarse. Su celular sonó otra vez, pero no era un número conocido.
-¿Diga?
La voz del otro lado era de mujer, pero se escuchaba asustada.
-Lo siento, señorita Hicks. En la comisaría me dijeron que podía llamarla a este número. Soy la madre de Simon.
Judy hizo de tripas corazón.
-Señora, no se preocupe. Gracias por llamar aquí. Tengo algo que decirle…
-Estoy llamando a casa, pero nadie contesta. ¿Podría decirme qué pasa? Mi hijo se quedó solo, con ese asesino rondando por ahí, yo…
-Tranquila señora. Necesito que se tranquilice. ¿Dónde está?
-Voy hacía su casa, agente Hicks. Mi hijo puede estar en peligro…
Judy frunció el ceño.
-¿A mi casa? ¿En la comisaría también le dieron mi dirección?
Con un clic, la voz de la aterrada madre de Simon cambió, a la de un hombre sin escrúpulos, de voz fría y afilada como cuchillo.
-Lo siento, agente Hicks. La madre del chico no se encuentra disponible por el momento. Pero yo sí, y uno de sus protegidos también…
Judy volteó para todas partes, acercándose poco a poco a la puerta de su casa.
-¿Qué le hiciste a esa mujer?
-Ella está bien, en serio. Lo que me preocupa es que uno de sus amiguitos perderá la vida si no adivina una sencilla pregunta. No tiene nada que ver con Sidney Prescott, eso se resolverá a su tiempo.
-¿Qué es lo que quieres?
-Sencillo. Ahora que Kirby ha hablado con ustedes, sabrán muchas más cosas acerca de mi plan. Lo que tengo preparado para ustedes no tiene comparación. Ni Billy y Stu tenían algo tan grande entre manos. Vamos, ni siquiera Jill Roberts o la señora Loomis. Dígame, agente Hicks, ¿qué aprendió de la primera experiencia de Sidney con el asesino? ¿Qué le faltó a Casey Becker para sobrevivir…?
-Si quieres hablar de eso, hablemos. No hay que tomar drogas ni tener sexo, eso es seguro. Tampoco contestar “¿quién está ahí?”; y mucho menos decir “enseguida vuelvo…”
-Muy bien, agente Hicks, hace muy bien su trabajo. Sin embargo, hay un detalle importante. Sidney confió demasiado en Billy, y después desconfió de Derek, aunque se equivocó. Estoy rompiendo las reglas, agente… Piense…
Judy empezó a barajas las opciones. Conocía bien los detalles de los casos de homicidio que rodeaban la vida de Sidney. Billy, el primero de los asesinos, y Derek, su novio, en quién perdió la confianza al creerle asesino…
-Dios mío. ¿No es el novio? ¿Quién es el novio? ¡Dímelo!
La risa del asesino se volvió afilada.
-Hace muy bien su trabajo. Merece que la asciendan a detective. Uno de los tres muchachos está a punto de morir, y aun puede salvar a los otros dos. Sólo dígame quién de ellos es “el novio”. Averígüelo, e intente salvar su vida. Pero si lo hace, los otros dos morirán. Prepárese, agente Hicks. La tengo en la mira…
De repente, del techo de la casa cayó algo pesado hacía el jardín, algo que sonó como líquido y viscoso. Con la poca luz que salía de las ventanas de la casa, Judy vio con horror lo que había caído en el césped: era el cuerpo de una mujer, con el rostro aterrorizado y salpicado de sangre, y varias puñaladas en el pecho. Sin gritar, la atemorizada policía entró a su casa, pálida de miedo. Buscó en la estancia a Kirby, pero ya no estaba. Subió con cuidado las escaleras y revisó el pasillo del segundo piso. No había nadie.
Tocó la puerta de la habitación de invitados, y Kirby se asomó, ya con el pijama puesta.
-¿Sucede algo, Judy?-, preguntó la chica, preocupada por la apariencia de Judy.
-Habló conmigo, el asesino. Va a matar a alguien…
La puerta contraria se abrió, y Helen salió, algo adormilada y confundida.
-¿Qué pasa?
-¿Qué te dijo?-, preguntó Kirby, poniendo su mano en el hombro de Judy para que esta se tranquilizara.
-Sabe que los muchachos no están en casa. Va a matar a uno de ellos, pero si lo salvamos a él, va a matar a los otros dos…
-Dios mío… Les voy a llamar-, dijo Helen, regresando a la habitación para marcar con su celular.
-¿Te dijo algo más?
-Sí. Me dijo que uno de ellos era el novio de alguien. Al que va a matar tiene pareja. Está rompiendo las reglas en todos los sentidos…
Kirby se quedó pálida, analizando la situación. Tal vez…
-Ninguno me contesta. Cameron tiene el celular apagado y Javier también. Malcolm ni siquiera me dio su número. ¿Qué hacemos?
Kirby y Judy miraron a Helen.
-Tienes que insistir con todos. Vamos a casa de Malcolm primero, es la que queda más cerca. Pero necesito que salgan de la casa en silencio, vean lo que vean…
-¿A qué te refieres?-, preguntó Kirby.

Su respuesta llegó al salir de la casa. Ni Helen ni Kirby gritaron: sería un error. El cuerpo de la mujer seguía ahí, tendido boca arriba con ese rictus eterno de terror. No debían llamar la atención de los vecinos.
-Es la mamá de Simon, yo la conozco-, dijo Helen con un susurro aterrorizado.
-Muy bien. Suban al auto. Vamos a la casa de Malcolm antes que pase algo. ¿Ya has intentado llamar a Cameron y a Javier?-, dijo Judy, mientras abría el auto.
-Ninguno me contesta. Tengo miedo.
-Todos lo tenemos, Helen. Kirby, ¿sabes si Malcolm está sólo en casa?
Kirby se quedó un momento en silencio antes de contestar.
-Creo que sí. Sus papás visitaron a un familiar o algo así, no estaba poniendo demasiada atención. Vamos…
Judy asintió y arrancó el auto a toda prisa.

Malcolm estaba en su habitación, mirando una película porno en su computadora. Mirar aquello le quitaba el estrés, y además lo ponía con el sonido tan fuerte como quisiera. Nadie lo estaba escuchando.
Su celular sonó en la parte más caliente de una escena sexual muy explícita, por lo que Malcolm tuvo que usar su mano derecha para contestar.
Era Kirby.
-Hola, preciosa. ¿Te arrepentiste de estar con la agente Hicks?
-No es broma, tonto. Alguien llamó para amenazarnos. Van por ti. ¿Estás bien?
Malcolm miró por la ventana, mientras las ramas del árbol del patio de atrás se movían con el viento otoñal.
-Claro. La casa está bien cerrada. ¿Cómo sabes que van por mí?
-Porque estoy cerca de tu casa, imbécil… ¿No pensabas que iba a ser tan fácil, verdad?
Malcolm seguía escuchando la voz de Kirby detrás del teléfono, y la película se le antojó cada vez menos deliciosa.
-¿De qué estás hablando Kirby? Si es una broma, te salen tan mal las interpretaciones de Ghostface. Se supone que tendrías que cambiar de voz repentinamente.
-No lo necesito. Cuando lleguemos te mataré frente a todos. Yo soy la asesina, Malcolm, menuda sorpresa. ¿Quién si no los reuniría para acabar uno a uno con ustedes?
El muchacho puso pausa a la película y se levantó para salir de su habitación. La casa estaba completamente a oscuras y muy silenciosa.
-No es gracioso Kirby. Vamos, ¿Judy te dijo que me asustaras? Seguramente fue Helen, esa perra me odia…
-No tienes imaginación, Malcolm. Déjame decirte una cosa: eres un personaje mediocre para una película de terror. En este caso, eres Randy, pero no cómo quisieras. No te vas a quedar con la chica bella, y por supuesto, morirás…
-Randy no tuvo muchas oportunidades con Sidney de todas maneras. Era el que les salvaba el pellejo a los guapos y protagonistas. Ni siquiera tengo nociones de las películas de terror.
Malcolm bajaba las escaleras, sin soltar el teléfono. Buscó el interruptor de la luz del pasillo y la estancia, para no sentirse tan aterrado.
-Las secuelas apestan. Con la quinta parte, hay que saber bien hasta donde detenerse. Por esto las sagas como Viernes 13 o Halloween terminaron siendo fracasos, con remakes innecesarios y todo eso. Y no creo que seas Kirby…
La chica soltó una carcajada, que se escuchó extraña y algo distorsionada.
-Puede ser. La duda te está persiguiendo, Malcolm. Será mejor que te asomes a la puerta. Cuando llegue, te llevarás una gran sorpresa.
Kirby cortó la llamada, mientras Malcolm miraba directamente a la puerta de la cocina, que daba al patio trasero. La casa se llenó de un silencio incómodo, hasta que alguien empezó a aporrear la puerta principal.
-¡Malcolm, ábreme!-, gritó Kirby desde el otro lado.
El muchacho no dijo nada, mientras le llegaba un mensaje a su celular. Venía directamente del número de Kirby.
“Abre la puerta, Malcolm. Si te atreves…”

Del otro lado de la puerta, Kirby seguía dando golpes en la puerta. Judy había sacado su pistola y la llevaba por lo bajo. Helen las seguía más atrás, sin dejar de llamar por teléfono.
-Voy por atrás, no se muevan de aquí. Si alguien viene, regresen al auto, ¿entendido?-, dijo Judy, caminando hacia la parte lateral de la casa.
La agente Hicks caminó directo hasta la puerta trasera de la casa, sin dejar de vigilar por todas partes. El patio trasero estaba oscuro y solitario, a excepción de una bombilla encendida en la puerta de atrás.

Malcolm vio que alguien se movía por la puerta trasera, sin hacer ruido y muy lentamente. Volvió a analizar sus opciones y vio que la puerta que daba directamente al sótano desde la cocina estaba entreabierta. Caminó despacio y llegó hasta la puerta, cerrándola con cuidado tras de sí. El lugar estaba oscuro, pero con el flash de su celular pudo alumbrar hacía delante. Bajó con cuidado las escaleras y esquivó varias cajas de cosas apiladas en las paredes.
Su celular volvió a vibrar con otro mensaje de Kirby: “Cada vez más cerca…”
Malcolm ignoró el mensaje y volvió a buscar un buen lugar para esconderse. Cuando estaba a punto de llegar al fondo del sótano, donde sus padres guardaban una enorme mesa de billar sin usar, unas cajas con revistas se vinieron abajo detrás de él. Dio un salto y alumbró donde estaba el desorden de revistas.
No había nadie, ni siquiera su sombra.
-Maldita sea…
Justo cuando se dio la vuelta para volver a buscar refugio, Ghostface estaba frente a él, con el cuchillo levantado por encima de su cabeza. El muchacho soltó un grito y salió corriendo para el otro lado, sin percatarse de una pila de cajas cerca de él, las cuales tiró e hicieron que se tropezara. Sintió el peso de una bota encima de su espalda, y luego, el horrible dolor de la hoja del cuchillo entrando por entre sus costillas.
Apenas si pudo levantarse, pero Malcolm sentía la sangre empapando su ropa y un dolor que se le extendía por todo el costado. Buscó la salida del sótano, y cuando alcanzó por fin las escaleras, empezó a subir, casi gateando. Jaló la puerta para poder salir, y vio las luces de la estancia. Se desplomó cuando Ghostface le tomó del tobillo y empezó a jalarlo.
-¡AYUDA! ¡KIRBY, AYUDA!-, gritó el muchacho lo más fuerte que el dolor le permitía, y los golpes en ambas puertas de su casa se hicieron más y más fuertes. El asesino seguía jalando, y aunque Malcolm se aferraba fuerte al borde de la alfombra, no era suficiente. Ghostface tiró una última vez, y el muchacho se desplomó boca abajo en el suelo. Luego, sintió que lo volteaban, para quedar viendo hacia el techo. La horrible mascara blanca quedó frente a frente de su rostro, y pensó que sería lo último que vería con vida.

Cuando Judy Hicks se atrevió a tirar la puerta trasera de la casa de Malcolm, ya era demasiado tarde. Corrió hasta la cocina, y en la puerta del sótano estaba el muchacho, mirando hacía el techo, con del cuerpo lleno de puñaladas y la mirada apagada. El terror se reflejaba en su rostro.
Kirby y Helen entraron después que Judy, pero sólo Helen soltó un grito de terror. Kirby estaba en shock: se arrodilló frente al cuerpo de Malcolm y empezó a llorar, agarrándole una mano, la cual se sentía fría al tacto, con sangre aún caliente manchándole los dedos.
-El asesino tenía razón…
-¿De qué hablas?-, preguntó Judy, guardando de nuevo su pistola en el cinturón.
Pero Kirby no dijo más, y siguió llorando hasta que las patrullas se escucharon cerca de la casa.

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