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miércoles, 26 de agosto de 2015

5CREAM SIN REGLAS: En el baño.

Emma Stone como Helen.



Kirby estaba sentada en la acera de la calle cuando los forenses se llevaron el cuerpo de Malcolm. Del asesino no había nada: al parecer había subido al segundo piso para escapar por alguna ventana.
Javier estacionó la motocicleta del otro lado de la calle, bajó corriendo y se acercó pesadamente hasta Kirby, agachándose para quedar a su altura.
-¿Estás bien?-, le preguntó, mientras veía su rostro pálido y asustado.
Kirby asintió, desganada. Tenía los ojos hinchados y rojos.
-Llegamos tarde. Dijo que si lo salvábamos, los mataría a ti y a Cameron. Estamos enfrentándonos a un loco…
Javier sabía ver mejor lo que las otras personas pensaban: tantos años oyéndolos hablar a sus espaldas y burlándose de él lo habían entrenado bien.
-¿Malcolm era algo más de ti?
Kirby le miró, extrañada. Al final, asintió.
-Sí. Éramos amigos, pero estábamos saliendo en plan de algo más. Él era lindo, y yo estaba sola. Ahora estoy más sola, y él murió. Me queda el consuelo de saber que no es un psicópata.
Javier se sentó a su lado, y sin decir nada, le pasó el brazo por encima de los hombros, para reconfortarla. Ella sentía como si abrazara a un enorme oso de peluche envuelto en ropa de motorista.
Judy se acercó a ellos, caminando decididamente.
-¿Alguien ha visto o sabe algo de Cameron?
Helen venía detrás de ella.
-Intenté llamarle de nuevo y no me contesta. O está asustado en casa, o deshaciéndose de otro cadáver…
Todos le miraron, pero ella no entendió el sentido de sus reacciones.
-Como sea, no es hora de sacar conclusiones ni de culpar a la gente. ¿Cómo llegaste aquí Javier? Intentamos llamarte y no contestabas.
Javier miró con recelo a Judy.
-Mi culpa: el celular se quedó sin batería. Vi las patrullas cuando se dirigían al pueblo, que decidí seguirlas. Fue un presentimiento, creo.
Todos guardaron silencio.
-Muy bien. El comandante Emmerson está a punto de llegar. Cuando acaben aquí nos vamos. No sé cómo decirles esto, pero separados estamos menos protegidos. Al menos quiero que estén en grupos de dos o más. ¿Está claro?-, dijo Judy, severa y muy seria.

Después de que Emmerson revisara la escena del crimen e hiciera varias preguntas, todos se fueron. Helen se quedó con Judy en su casa, y Kirby, que aún estaba algo dolida, aceptó la invitación de Javier de quedarse cerca en la gasolinera. Como no llevaba casco extra, le dejó el suyo a la muchacha, y arrancaron en la moto hasta la gasolinera. Cuando llegaron, Kirby se sentía algo mareada, pero era normal: no estaba acostumbrada a las vueltas y arrancones.
-Te agradezco traerme aquí. Ha sido un día horrible.
-No te preocupes, Kirby. Tengo un catre y una cobija en el cobertizo. Puedes descansar ahí. Yo me quedaré dentro en el sofá de la gasolinera. No tengo nada más. ¿Quieres café o algo?
La chica negó amablemente.
-Así está bien. Necesito descansar. ¿Estás seguro que no extrañarás tu cómoda cama?-, dijo ella, sonriendo.
Javier soltó una pequeña carcajada.
-No te apures. Mientras descansa, mañana pensaremos mejor qué hacer.
Mientras Kirby se alejaba, Javier no pudo contenerse.
-Y sobre Malcolm… Lo siento, era un buen chico.
-Gracias.
Sonrojada, Kirby le dio un beso en la mejilla a Javier, pero tuvo que levantarse de puntillas para alcanzarlo. Después, se dirigió al cobertizo, desapareciendo en la noche.
Javier solía sonreír sinceramente sólo cuando nadie lo veía.

Al siguiente día, una sola camioneta de paquetería exprés entregó cinco paquetes diferentes. Todos ellos iban dirigidos a cinco de los mejores atletas de la escuela preparatoria de Woodsboro. Cada caja contenía un disfraz de Ghostface, y una nota impresa: “¿QUIERES UNA GRAN RECOMPENSA? SIGUE LAS INSTRUCCIONES.” Los cinco muchachos recibieron mensajes en su celular, con lo que debían hacer. Si lo hacían bien, recibirían algo valioso al final, y no habría consecuencias.
Aquella mañana del 30 de Octubre, las cosas iban a cambiar.

-Mañana es Halloween. Y la gente aún está decidida a celebrar. Qué idiotas…-, dijo Helen despectivamente, mientras Judy la llevaba hasta la escuela. Vieron que Javier y Kirby ya estaban ahí, mientras el enorme muchacho le ayudaba a bajar de la motocicleta. Judy se estacionó un poco más apartada de ellos, y ambas bajaron de la patrulla. Judy ya estaba de servicio otra vez.
-Agente Hicks-, exclamó Cameron, caminando hasta ellos cuando todos estuvieron reunidos.
-¿Se puede saber por qué no contestabas las llamadas anoche?-, le reprendió Helen al verlo llegar.
-Lo siento. Tuve que apagar el teléfono porque mi madre se pone de nervios con todo esto. ¿Y Malcolm?
Kirby, con voz afectada, fue la que le contestó.
-Está muerto.
-¿Es broma?
Todos se quedaron en silencio. Cameron soltó una exclamación de terror.
-Van a tener que cuidarse las espaldas todo el tiempo. Y me refiero a ustedes dos-, dijo Judy, señalando a Helen y Cameron.
-Nosotros vamos a estar cerca de la escuela. No vamos a ir solos a ningún lado. Judy va a buscar la aprobación de la directora para poder estar dentro de la escuela, vigilando en todo momento-, dijo Kirby.
-Y tengan los celulares encendidos-, remarcó Javier, mientras dejaba el suyo en su bolsillo.
-¿Y quién cuida la gasolinera?-, dijo Helen, mirándole.
-No te preocupes. El dueño se hace cargo de todo hoy.

Después de las dos primeras clases, Helen ya no aguantaba más. Salió caminando rápido del salón después de que sonara la campana, y se dirigió al baño de las chicas. Durante el camino, no vio a nadie, ni siquiera a la agente Hicks, quién fácilmente podría distinguirse de todos los alumnos por su uniforme color caqui.
Al llega a los baños, se dio cuenta de que tardaría un poco más de lo usual. Las chicas incluso hacían fila para entrar. Se dio cuenta que los muchachos del comité no habían dejado espacio sin adornar: había murciélagos de cartulina colgando del techo y calabazas sonrientes adornando los espejos.
Fanáticos, pensó Helen con su usual acento británico.
Después de unos minutos, pudo entrar a uno de los baños. Se sentó y sacó su celular de la mochila. Sólo tenía un Whatsapp, de un número desconocido.
-“Te preguntarás como lo hice”-, leyó la chica. Era un archivo de vídeo, de unos cuantos segundos. Lo abrió.
En el vídeo aparecían ella y Kirby golpeando la puerta de entrada de la casa de Malcolm la noche anterior. Alguien entre las sombras del otro lado de la acera las había estado grabando.
De repente, entró una llamada a su celular, del mismo número desconocido, que hizo que Helen se sobresaltara. Afortunadamente, los baños ya estaban vacíos, y los alumnos estaban entrando a sus clases.
-¿Hola?
-Que buen trasero tienes, Helen. ¿Te gustó el vídeo?-, dijo la voz del asesino del otro lado de la bocina.
-¿Quién eres?
-Lo sabrás a su tiempo. Quiero que tú y tus amigos vean que tengo poderes, puedo estar en todas partes, verlo todo. Ayer no pudieron atraparme.
Helen se levantó del baño, como pudo, y salió del cubículo. Efectivamente, estaba todo vacío. Miró alrededor, pero no había nadie. El asesino empezó a reírse.
-¿Por qué no te fijas bajo los cubículos? Puedes llevarte una grata sorpresa…
-No caeré en tus juegos.
Helen no se agachó. Empezó a golpear las puertas de los baños, hasta que estuvieron todas abiertas. No había nadie en ellas.
-Eres un mentiroso. Si sólo querías asustarme, lo has hecho, pero no eres lo que esperaba. Si en verdad estás en todas partes, ¿dónde estás ahora?
-Más cerca de lo que crees. ¿Crees que Sidney pudo haberse salvado ya? ¿Quieres saber dónde está?
-Eres un hablador. Sidney lleva años sin aparecerse por aquí…
-Eso es lo que tú crees. Da la casualidad que vino solamente para presenciar sus muertes. Una quinta masacre la haría salir de su escondite, y yo lo logré. Ahora vamos a jugar.
La que se rió ahora fue Helen. Movió su cabello pelirrojo brillante en señal despectiva.
-¿Dónde está el asesino? ¿Preguntas y respuestas? Ya pasaste de moda. ¿A qué vamos a jugar…?
Se escuchó un estrépito desde la puerta al fondo de los baños, donde el conserje guardaba las escobas y demás productos para limpiar. Ghostface levantó su cuchillo.
-Juguemos a “destripar a Helen”…
La chica soltó su celular y corrió hasta la puerta del baño, que aún estaba muy lejos. Se volteó y le arrojó la mochila al asesino, quién no alcanzó a esquivarla, y se le enredó en uno de los brazos. Sin pensarlo dos veces, Helen corrió hasta la salida, pero antes de jalar la puerta, el asesino la alcanzó, jalándola del cabello y de la blusa, y la arrojó hasta los lavabos, donde la chica se resbaló y se golpeó la cabeza contra la porcelana.
Helen estaba desesperada, y su cabeza daba muchas vueltas, que creyó que la puerta de uno de los baños era la salida. Se arrastró por el suelo, tratando de alcanzar la salida, pero el asesino le pateó las costillas tan fuerte, que sintió que le faltaba el aire, y dejó de moverse, tosiendo.
Ghostface sacó el cuchillo de nuevo, y levantando la cabeza de su víctima, le rajó el cuello de lado a lado. La sangre salió a borbotones, y salpicó todo el piso del baño. Dejó que la cabeza de Helen cayera al suelo. Después, dedicó pocos minutos a acabar con lo que tenía planeado. Tomó el celular, y revisó los contactos de la chica…

-Judy, es Helen-, dijo Kirby, quién estaba sentada junto con la policía y Javier en las bancas de la cafetería. Revisaba su celular en cuanto llegó el mensaje de la chica.
Los tres vieron lo que decía: VÉANME EN EL BAÑO. SÉ DÓNDE ESTÁ SIDNEY…

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