Emma Stone como Helen. |
Kirby estaba sentada en la acera de la
calle cuando los forenses se llevaron el cuerpo de Malcolm. Del asesino no
había nada: al parecer había subido al segundo piso para escapar por alguna
ventana.
Javier estacionó la motocicleta del otro
lado de la calle, bajó corriendo y se acercó pesadamente hasta Kirby,
agachándose para quedar a su altura.
-¿Estás bien?-, le preguntó, mientras
veía su rostro pálido y asustado.
Kirby asintió, desganada. Tenía los ojos
hinchados y rojos.
-Llegamos tarde. Dijo que si lo salvábamos,
los mataría a ti y a Cameron. Estamos enfrentándonos a un loco…
Javier sabía ver mejor lo que las otras
personas pensaban: tantos años oyéndolos hablar a sus espaldas y burlándose de
él lo habían entrenado bien.
-¿Malcolm era algo más de ti?
Kirby le miró, extrañada. Al final,
asintió.
-Sí. Éramos amigos, pero estábamos
saliendo en plan de algo más. Él era lindo, y yo estaba sola. Ahora estoy más
sola, y él murió. Me queda el consuelo de saber que no es un psicópata.
Javier se sentó a su lado, y sin decir
nada, le pasó el brazo por encima de los hombros, para reconfortarla. Ella
sentía como si abrazara a un enorme oso de peluche envuelto en ropa de
motorista.
Judy se acercó a ellos, caminando
decididamente.
-¿Alguien ha visto o sabe algo de
Cameron?
Helen venía detrás de ella.
-Intenté llamarle de nuevo y no me
contesta. O está asustado en casa, o deshaciéndose de otro cadáver…
Todos le miraron, pero ella no entendió
el sentido de sus reacciones.
-Como sea, no es hora de sacar
conclusiones ni de culpar a la gente. ¿Cómo llegaste aquí Javier? Intentamos
llamarte y no contestabas.
Javier miró con recelo a Judy.
-Mi culpa: el celular se quedó sin
batería. Vi las patrullas cuando se dirigían al pueblo, que decidí seguirlas.
Fue un presentimiento, creo.
Todos guardaron silencio.
-Muy bien. El comandante Emmerson está a
punto de llegar. Cuando acaben aquí nos vamos. No sé cómo decirles esto, pero
separados estamos menos protegidos. Al menos quiero que estén en grupos de dos
o más. ¿Está claro?-, dijo Judy, severa y muy seria.
Después de que Emmerson revisara la
escena del crimen e hiciera varias preguntas, todos se fueron. Helen se quedó
con Judy en su casa, y Kirby, que aún estaba algo dolida, aceptó la invitación
de Javier de quedarse cerca en la gasolinera. Como no llevaba casco extra, le
dejó el suyo a la muchacha, y arrancaron en la moto hasta la gasolinera. Cuando
llegaron, Kirby se sentía algo mareada, pero era normal: no estaba acostumbrada
a las vueltas y arrancones.
-Te agradezco traerme aquí. Ha sido un
día horrible.
-No te preocupes, Kirby. Tengo un catre
y una cobija en el cobertizo. Puedes descansar ahí. Yo me quedaré dentro en el
sofá de la gasolinera. No tengo nada más. ¿Quieres café o algo?
La chica negó amablemente.
-Así está bien. Necesito descansar.
¿Estás seguro que no extrañarás tu cómoda cama?-, dijo ella, sonriendo.
Javier soltó una pequeña carcajada.
-No te apures. Mientras descansa, mañana
pensaremos mejor qué hacer.
Mientras Kirby se alejaba, Javier no
pudo contenerse.
-Y sobre Malcolm… Lo siento, era un buen
chico.
-Gracias.
Sonrojada, Kirby le dio un beso en la
mejilla a Javier, pero tuvo que levantarse de puntillas para alcanzarlo.
Después, se dirigió al cobertizo, desapareciendo en la noche.
Javier solía sonreír sinceramente sólo
cuando nadie lo veía.
Al siguiente día, una sola camioneta de
paquetería exprés entregó cinco paquetes diferentes. Todos ellos iban dirigidos
a cinco de los mejores atletas de la escuela preparatoria de Woodsboro. Cada
caja contenía un disfraz de Ghostface, y una nota impresa: “¿QUIERES UNA GRAN
RECOMPENSA? SIGUE LAS INSTRUCCIONES.” Los cinco muchachos recibieron mensajes
en su celular, con lo que debían hacer. Si lo hacían bien, recibirían algo
valioso al final, y no habría consecuencias.
Aquella mañana del 30 de Octubre, las
cosas iban a cambiar.
-Mañana es Halloween. Y la gente aún
está decidida a celebrar. Qué idiotas…-, dijo Helen despectivamente, mientras
Judy la llevaba hasta la escuela. Vieron que Javier y Kirby ya estaban ahí,
mientras el enorme muchacho le ayudaba a bajar de la motocicleta. Judy se
estacionó un poco más apartada de ellos, y ambas bajaron de la patrulla. Judy
ya estaba de servicio otra vez.
-Agente Hicks-, exclamó Cameron,
caminando hasta ellos cuando todos estuvieron reunidos.
-¿Se puede saber por qué no contestabas
las llamadas anoche?-, le reprendió Helen al verlo llegar.
-Lo siento. Tuve que apagar el teléfono
porque mi madre se pone de nervios con todo esto. ¿Y Malcolm?
Kirby, con voz afectada, fue la que le
contestó.
-Está muerto.
-¿Es broma?
Todos se quedaron en silencio. Cameron
soltó una exclamación de terror.
-Van a tener que cuidarse las espaldas
todo el tiempo. Y me refiero a ustedes dos-, dijo Judy, señalando a Helen y
Cameron.
-Nosotros vamos a estar cerca de la
escuela. No vamos a ir solos a ningún lado. Judy va a buscar la aprobación de
la directora para poder estar dentro de la escuela, vigilando en todo momento-,
dijo Kirby.
-Y tengan los celulares encendidos-,
remarcó Javier, mientras dejaba el suyo en su bolsillo.
-¿Y quién cuida la gasolinera?-, dijo
Helen, mirándole.
-No te preocupes. El dueño se hace cargo
de todo hoy.
Después de las dos primeras clases,
Helen ya no aguantaba más. Salió caminando rápido del salón después de que
sonara la campana, y se dirigió al baño de las chicas. Durante el camino, no
vio a nadie, ni siquiera a la agente Hicks, quién fácilmente podría
distinguirse de todos los alumnos por su uniforme color caqui.
Al llega a los baños, se dio cuenta de que
tardaría un poco más de lo usual. Las chicas incluso hacían fila para entrar.
Se dio cuenta que los muchachos del comité no habían dejado espacio sin
adornar: había murciélagos de cartulina colgando del techo y calabazas
sonrientes adornando los espejos.
Fanáticos,
pensó
Helen con su usual acento británico.
Después de unos minutos, pudo entrar a
uno de los baños. Se sentó y sacó su celular de la mochila. Sólo tenía un
Whatsapp, de un número desconocido.
-“Te preguntarás como lo hice”-, leyó la
chica. Era un archivo de vídeo, de unos cuantos segundos. Lo abrió.
En el vídeo aparecían ella y Kirby
golpeando la puerta de entrada de la casa de Malcolm la noche anterior. Alguien
entre las sombras del otro lado de la acera las había estado grabando.
De repente, entró una llamada a su
celular, del mismo número desconocido, que hizo que Helen se sobresaltara.
Afortunadamente, los baños ya estaban vacíos, y los alumnos estaban entrando a
sus clases.
-¿Hola?
-Que
buen trasero tienes, Helen. ¿Te gustó el vídeo?-, dijo la voz del asesino
del otro lado de la bocina.
-¿Quién eres?
-Lo
sabrás a su tiempo. Quiero que tú y tus amigos vean que tengo poderes, puedo
estar en todas partes, verlo todo. Ayer no pudieron atraparme.
Helen se levantó del baño, como pudo, y
salió del cubículo. Efectivamente, estaba todo vacío. Miró alrededor, pero no
había nadie. El asesino empezó a reírse.
-¿Por
qué no te fijas bajo los cubículos? Puedes llevarte una grata sorpresa…
-No caeré en tus juegos.
Helen no se agachó. Empezó a golpear las
puertas de los baños, hasta que estuvieron todas abiertas. No había nadie en
ellas.
-Eres un mentiroso. Si sólo querías
asustarme, lo has hecho, pero no eres lo que esperaba. Si en verdad estás en
todas partes, ¿dónde estás ahora?
-Más
cerca de lo que crees. ¿Crees que Sidney pudo haberse salvado ya? ¿Quieres
saber dónde está?
-Eres un hablador. Sidney lleva años sin
aparecerse por aquí…
-Eso
es lo que tú crees. Da la casualidad que vino solamente para presenciar sus
muertes. Una quinta masacre la haría salir de su escondite, y yo lo logré.
Ahora vamos a jugar.
La que se rió ahora fue Helen. Movió su
cabello pelirrojo brillante en señal despectiva.
-¿Dónde está el asesino? ¿Preguntas y
respuestas? Ya pasaste de moda. ¿A qué vamos a jugar…?
Se escuchó un estrépito desde la puerta
al fondo de los baños, donde el conserje guardaba las escobas y demás productos
para limpiar. Ghostface levantó su cuchillo.
-Juguemos
a “destripar a Helen”…
La chica soltó su celular y corrió hasta
la puerta del baño, que aún estaba muy lejos. Se volteó y le arrojó la mochila
al asesino, quién no alcanzó a esquivarla, y se le enredó en uno de los brazos.
Sin pensarlo dos veces, Helen corrió hasta la salida, pero antes de jalar la
puerta, el asesino la alcanzó, jalándola del cabello y de la blusa, y la arrojó
hasta los lavabos, donde la chica se resbaló y se golpeó la cabeza contra la
porcelana.
Helen estaba desesperada, y su cabeza
daba muchas vueltas, que creyó que la puerta de uno de los baños era la salida.
Se arrastró por el suelo, tratando de alcanzar la salida, pero el asesino le
pateó las costillas tan fuerte, que sintió que le faltaba el aire, y dejó de
moverse, tosiendo.
Ghostface sacó el cuchillo de nuevo, y
levantando la cabeza de su víctima, le rajó el cuello de lado a lado. La sangre
salió a borbotones, y salpicó todo el piso del baño. Dejó que la cabeza de
Helen cayera al suelo. Después, dedicó pocos minutos a acabar con lo que tenía
planeado. Tomó el celular, y revisó los contactos de la chica…
-Judy, es Helen-, dijo Kirby, quién
estaba sentada junto con la policía y Javier en las bancas de la cafetería.
Revisaba su celular en cuanto llegó el mensaje de la chica.
Los tres vieron lo que decía: VÉANME EN EL BAÑO.
SÉ DÓNDE ESTÁ SIDNEY…
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