Hace
mucho que Juan y Sonia no se veían. Desde que ella había preferido la compañía
de Juan Pablo, se había mantenido apartado de la relación. Y, aún así, desde
lejos planeaba regresar con ella.
Juan
sabía que ella tenía un hijo, pero eso no parecía importarle demasiado. Aquella
mañana, mientras aún yacía recostado en la cama, pensaba en la situación. A su
lado, descansaba Vanessa, la hija de una de las vecinas de Sonia, con quién
empezaba a salir (a pesar de las diferencias de edad), y quién le ayudaba, sin
querer, a planear su regreso. Obviamente no le decía lo que pensaba, pero
mientras la muchacha quedara satisfecha, nadie decía nada.
-Puedo
adivinar lo que piensas, y tendrías que pagarme por eso…
Vanessa
estaba despierta también, y Juan, ensimismado, ni lo había notado. Se removió
un poco, y ella se apresuró a abrazarlo.
-En
nada.
Vanessa
frunció el ceño.
-No
te creo. Algo no te dejó dormir. Parece como si aún pensaras en ella…
El
énfasis de aquella última palabra fue lo que hizo que Juan reaccionara. La
miró, con unos ojos vacíos y duros.
-No
es verdad.
Ella
se sonrió. Juan pudo ver, en los bordes de las sábanas, su piel tersa y limpia.
-El
hecho de que ya no vivas cerca de nosotros no significa que no sigas pensando
en ella. Si aún la deseas, sabes que puedo ayudarte. Me has dado suficiente
como para no darte lo que quieres tú también. Déjame demostrarte que puedo
hacerlo bien, sea lo que sea que vayas a hacer.
Claro
que él no confiaba en ella, pero Vanessa tenía muchas ganas de demostrar sus
talentos.
-Puede
que me ayudes en algo. Algo nuevo. Vamos a cambiar la vida de esos dos de una
vez por todas. Dime una cosa… ¿A ti te gusta Juan Diego?
Vanesa
lo analizó un momento.
-No
mucho. No es alguien que me atraiga tanto como tú. Tú eres fuerte, bastante
viril, un hombre en toda la extensión de la palabra. ¿Ya te dije que Sonia se
encontró a Juan Pablo en su propia casa con otro hombre?
Juan
casi salta de la cama. Miró a su amante, sin dar crédito a lo que escuchaba.
-Con
más razón. Maldito maricón resultó… Algo habrá que hacer al respecto. Si ella
cree que pueda librarse de él, y yo pueda convencerla de dejarlo, será mejor
para ella librarse de él. Y luego tú podrías ayudarme con él, mínimo a sentirse
aún más culpable. ¿Qué podríamos hacer al respecto?
Vanessa
se levantó de la cama, dejando ver, entre la penumbra de aquel cuarto de hotel
por la mañana, una silueta hermosa. Era su cuerpo desnudo casi como la piel de
una manzana roja, limpia y fresca. Sacó de su bolso un frasco. Un líquido transparente
brillaba dentro del pequeño frasco, el cual tenía impreso una etiqueta en la
superficie: VENENO.
-Siempre
vengo preparada.
Juan
sonrió.
-Deja esa cosa, y ven
a la cama. Mañana va a cambiar nuestra vida…
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