3.7
-¡Corte!
Se queda…
Todos
aplaudieron al final de la escena, incluso Alicia Grant, la actriz principal quién
interpretaba a Melinda y a Lynda en esta película de misterio. Las grabaciones
de “Besos Ajenos” habían comenzado apenas hacía unos dos meses, y con tan poco
presupuesto, había sido una de las mejores decisiones en la carrera de Thomas
Abernathy, quien fungía como director y actor ocasional en su propia opera
prima.
Aquella
noche se grababa una de las escenas más complejas, dónde Alicia, junto con el
actor que interpretaba a Marco, estaba rodeada de criaturas del espacio, y le
mostraban a su bebés, un híbrido de verdad feo que había sido generado por
computadora para darle más realismo. Las pantallas verdes rodeaban a todo el
elenco aquella noche, y lo hacían en una espectacular bodega del primer piso de
un edificio en Nueva York, el cual había sido cerrado por el dueño para darles
privacidad absoluta. Una mujer quiso entrar por la puerta principal, pero
obviamente los de seguridad tenían prohibido dar acceso a personas
desconocidas.
Thomas
no se había aparecido, y había dejado al director adjunto, Martin Shuester, a
cargo de todo. Alicia se acercó a él, mientras sus compañeros de grabación
salían a refrescarse un poco al pasillo.
-¿Dónde
está Thomas? Creo que no lo hice tan bien, parecía falso. Ni siquiera me la
creí que esa cosa estuviera dentro de la caja.
Martin
la miró extrañado y sonriendo al mismo tiempo. Sabía que Alicia era buena en lo
que hacía, pero definitivamente nunca creyó que su primera oportunidad en el
cine sería con una película muy rara en verdad.
-Todo
va a estar bien, ya verás. Lo haces de maravilla, yo siempre me lo creo cuando
Thomas me enseña las ediciones finales. Ve y descansa un poco. Haremos la
escena del trato en media hora, ¿está bien?
Martin
le dio un beso en la mejilla y se alejó, regañando a los maquillistas para que
no maltrataran demasiado uno de los trajes de látex de las criaturas
espaciales.
-¿El
trato?-, se dijo a sí misma Alicia, como si de repente hubiese olvidado el
guión. La escena versaba que, si Melinda hacía un trato con los
extraterrestres, la dejarían ir con sus recuerdos intactos y su vida pasada.
Cerró los ojos un momento, sintiéndose cansada y un poco mareada, y caminó
directo hasta su camerino.
En
realidad, era una oficina pequeña que habían acondicionado para que la joven
actriz pudiera cambiarse y tomarse una que otra siesta. Entró en ella, y la
suave iluminación ayudó para que se sintiera más tranquila. Se sentó en un
pequeño sofá al otro extremo, y se dio cuenta que había dejado la puerta
abierta. Se levantó para cerrarla, pero esta empezó a hacerlo por sí misma.
Detrás de ella estaba Thomas, escondido y con una sonrisa amplia y muy
agradable. En sus manos sostenía un pequeño ramo de rosas rojas.
-Sorpresa,
mi hermosa protagonista-, dijo él, acercándose a Alicia, y entregándole el
ramo. La joven actriz abrió la boca, sorprendida y halagada.
-¡Vaya,
Thomas, muchas gracias! Siéntate por favor.
Mientras
ella buscaba dónde poner su ramo de rosas, él se sentó en el sillón donde ella
estaba a punto de descansar. Alicia encontró la jarra de la cafetera en el suelo,
llena de agua, y puso las flores ahí, mientras pudiera conseguirse un florero
decente. Colocó la cafetera en el tocador, junto a los productos de belleza.
-¿Te
molesta?-, dijo Thomas, mientras sacaba su celular y ponía una canción. Era
extraña, le daba un aire a las canciones viejas de los años 50’s, pero con un
tono más moderno. La voz era de un hombre, distorsionada con la ayuda de algún
sintetizador.
-¿De
quién es la canción?-, preguntó Alicia. La voz del cantante le daba
escalofríos.
-Se llama Bad the John Boy, de David Lynch. Inspiradora
yo creo…
Y
era verdad: Thomas había retomado mucho del trabajo de Lynch, como director,
para hacer su propia película de misterio.
-Quisiera
usarla en los créditos finales. Sólo habría que conseguir el permiso.
Alicia
asintió, mirando a Thomas mientras éste ponía su celular junto a la cafetera
con las flores. La música inundó el lugar, con una cadencia lenta, pero muy
poco romántica. Daba miedo.
-Te
extrañé en toda la grabación. Dice Martin que salió excelente, pero lo dudo.
-Fui
por tus flores y a arreglar algunos asuntos antes de continuar. Prefiero no
dejar nada pendiente, querida. Quería preguntarte algo, si no veo inconveniente
en hacerlo.
-Para
nada, Thomas. ¿Qué pasa?
El
enorme actor se levantó del sillón, y se acercó poco a poco a Alicia, quién se
dejó llevar por sus enormes manos cuando la acercó a él, aunque Thomas sintió
algo de resistencia de su parte.
-Recuerdas
que, cuando viniste a verme para lo del casting, me dijiste que harías
cualquier cosa por obtener el papel. A pesar de todo, te dejé ser la
protagonista, sin más que tus referencias y tu talento. ¿Aún estás dispuesta a
hacer lo que sea?
Alicia
percibió dos cosas de Thomas Abernathy en ese momento: su ligero aliento
alcohólico cerca de su boca, y una erección enorme entre sus pantalones.
-No…
no sé a qué te refieres…
Thomas
acercó su boca al oído derecho de la actriz, y le susurró dulcemente:
-Recuerda
quién eres, Melinda…
La
voz masculina de Thomas hizo que Alicia se sintiera excitada, y sin embargo, el
tener tan cerca al actor con quién compartía el set sin ningún afán profesional
le hacía sentir temerosa e incómoda. Empezó a empujar a Thomas, pero este no
deseaba soltarla.
-Basta,
Thomas, por favor.
-No,
Melinda. Sé lo que sientes cuando estamos grabando y te llamo así. Te excita
sentirte como ella. Vamos, Mel, no te resistas…
-¡Thomas,
basta!
Alicia
empujó más fuerte a Thomas, quién la soltó de repente, dando traspiés hacía
atrás. El hombre empujó son su enorme espalda la cafetera con las flores, derramando
el agua hasta la toma de corriente de la oficina. Thomas sintió el agua a
través de sus mocasines de piel, pero no venía sola: la potente corriente
eléctrica lo hizo saltar hacía delante, cayendo al suelo retorciéndose. Alicia
soltó un grito y retrocedió, subiéndose al sillón de la estancia. La luz del
techo soltó un estallido, y todo el lugar se quedó en la penumbra. La chispa
del foco saltó hasta dónde estaba el biombo de papel y madera que la muchacha
usaba para sus cambios de vestuario, y este se incendió al instante.
El
fuego continuó hasta la alfombra y el mueble de la muchacha, y con el
resplandor mortal Alicia pudo ver el cuerpo de Thomas ahí en el suelo, con las
venas negras surcándole el rostro y los ojos rojos, humeantes.
-Dios,
lo maté…
Reaccionó
antes de que el fuego alcanzara el sofá. Saltó más allá del cadáver de Thomas
Abernathy, y sin tomar nada, salió corriendo de la oficina. En el pasillo no
había nadie, afortunadamente para ella, por lo que caminó despacio hacía el
final, dónde la esperaba una puerta solitaria. Era la puerta de servicio, la
que daba a un callejón justo detrás del edificio. Estaba medio abierta, aunque
recordaba que Thomas había dicho que todo debía de estar cerrado, para guardar
mejor el secreto de su trabajo.
Caminó
como si nada hasta la puerta, verificando que no viniera nadie, ni desde el
pasillo adjunto ni desde las escaleras. Cuando abrió la puerta del todo, entró
un frío aire que le hizo cerrar los ojos. Tenía la piel congelada de repente,
pero no quería estar ahí dentro para cuando encontraran el cuerpo de Thomas.
Ella lo había matado, y la culparían por eso. Ahora, más que nunca, Alicia
estaba en problemas.
Pasaron
al menos dos horas cuando el incendio se había extendido por todo el primer
piso. Los bomberos habían llegado en vano, porque el fuego no podía extinguirse
tan fácil. Pero Alicia no se había quedado para ver la desgracia. Había corrido
hasta llegar a otro callejón, más apartado del edificio, y se había escondido
entre los contenedores de basura verdes que había en casi todas partes.
Ahí
no la encontraría nadie. Tampoco le achacarían el homicidio de alguien. Tal vez
el cuerpo de Thomas sería irreconocible, si es que sus dientes tampoco se
hubiesen salvado al desastre. Podrían creer que ella estaba muerta, y cómo él
había desaparecido, sería el perfecto homicida de su estrella principal.
Sin
esperar a confirmar si esto podía darse o no, Alicia se sentó sobre el frío
suelo del callejón. Estaba asustada, y debía relajarse. Sintió sus dedos en el
borde de su bikini, debajo de su falda. Empezó a masturbarse, creyendo poder
ver a Thomas frente a frente, como si fuera él quien la penetraba.
Tenías razón, amor, se
dijo a sí misma, mientras tenía un orgasmo espectacular. Soy Melinda.
Siempre he sido
Melinda.
Alorgasmia:
Parafilia sexual que
lleva a una persona a pensar en otra diferente con la que está compartiendo un
coito.
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