Segunda Parte
Patrilagnia:
Amor sobrenatural…
2.1
Era
imposible pensar en una cosa así.
Fue
hace ya cinco años, cuando Travis Ileman decidió probar suerte. Trabajaba en
una oficina en un reconocido edificio jurídico en el centro de la ciudad, y si
los rumores y pintas sobre las paredes eran ciertos, en el baño del tercer
piso, los que se encontraban detrás de las oficinas sin ocupar, sucedían
encuentros fortuitos.
Los
interesados, hombres con segundas vidas, curiosidades insatisfechas y
preferencias sexuales alternativas, siempre visitaban esos baños, con la más
absoluta discreción y sin llamar demasiado la atención. Fuera, era como cualquier
otro recinto para depositar las necesidades biológicas, pero era dentro donde
ocurría la magia. Ahí dentro había una decena de cubículos, cinco de cada lado,
además de seis mingitorios, tres en cada pared, y cerca de la puerta los
lavabos. Los cubículos del fondo tenían en sus paredes una especie de agujeros
llamados gloryholes, por donde los
invitados a la fiesta introducían sus miembros para que los hombres del otro
lado pudieran saborear. En ocasiones, y sólo si no había algún elemento de
seguridad del tercer piso en los pasillos, se podían tener relaciones sexuales
rápidas, sin saludos, sin besos ni caricias, sin cigarrillo al final. Otros más
sólo iban a mirar, extasiados por lo que se podía ahí encontrar. Los que iban
eran pocos, menos de diez personas, y todos ellos se conocían perfectamente, al
menos solo de rostro (y de pene).
Travis
se atrevió a ir, sin importarle su trabajo, su reputación varonil, su esposa y
Shawn, su hijo adolescente. Fue durante la noche, acabando su turno en la
oficina. Bajó directamente por las escaleras de servicio, y se escabulló hasta
los baños del tercer piso, los cuales lucían más abandonados y oscuros que de
costumbre. Dio unos pasos vacilantes antes de cruzar la puerta de los baños, e
incluso se golpeó el muslo con uno de los lavabos, pero no sintió dolor.
Porque, al fondo de aquel recinto, en el pequeño pasillo que separaba a los
cubículos, se encontraban ya dos hombres, uno de traje y otro de pants y
sudadera, besándose y tocándose.
El
hombre avanzó con cuidado, tocándose el bulto que crecía bajo su pantalón,
sonriendo porque, al final, se había atrevido a ir. A su derecha, en uno de los
cubículos con gloryhole, alguien
susurró:
-Hey,
aquí.
Travis
escuchó la llamada, y detectó en la voz de aquella persona algo parecido a la
excitación, pero más profunda y poderosa, como si… No, desechó la idea de su
cabeza, y la olvidó en segundos.
Entró
al cubículo, y vio que la boca de alguien ya le esperaba del otro lado, en el
otro cubículo. Aquel muchacho, porque Travis sabía que había sido alguien de
menor edad, estaba hincado, y su boca estaba abierta, esperando su miembro
detrás de la pared de lámina. Travis se bajó la cremallera, y sacó su enorme
miembro, como desplegándolo frente al muchacho. Parecía, según él, una extraña
combinación de película pornográfica y confesión de los pecados en la iglesia.
El
muchacho trataba de meter todo el miembro de Travis en su boca, pero no
alcanzaba a tanto. Se limitó a saborear en la punta y en los costados, como
quién saborea por primera vez un dulce nuevo. Como en todos los baños del
edificio, había unas pequeñas bocinas empotradas en el techo, donde se
escuchaba música de todo tipo. Esta vez, Travis no sabía si gemir de placer, o
tararear los coros de Those Good Old
Dreams de Carpenters.
Algo
en la boca del muchacho lo llenaba de deseo de saber de quién se trataba,
aunque no lo conociera. Lo hacía tan bien, tan delicioso, que simplemente se
dejó llevar, empujando su cuerpo contra el panel de metal, haciendo que su
miembro entrara y saliera. La boca del muchacho lo hacía tan bien, que Travis
cerró los ojos, como quién disfruta del sol de la playa en vacaciones. Sintió
correr el sudor en su frente, y también sintió que el orgasmo final ya venía.
Pero no quería desperdiciar su semen en algo así. Sacó su miembro rápidamente,
sin meterlo de nuevo al pantalón, y salió de su cubículo.
Se
acercó rápidamente al cubículo de al lado, el cual no tenía el seguro puesto.
Iba decidido a ver el rostro de aquel joven que le había dado el mejor sexo
oral de toda su vida. Abrió la puerta, y vio al muchacho aún hincado en el
suelo, pero que ahora miraba hacía la puerta abierta. A Travis le costó darse
cuenta durante unos segundos, pero cuando se tranquilizo, y el furor sexual se
le fue pasando, cayó en la cuenta.
Ante
sus ojos, mirándole con aquellos ojos verdes que le había heredado, Travis
Ileman tenía de rodillas a Shawn, su propio hijo.
-Papá…
No… no le diré mamá, lo juro.
Travis
puso el dedo en sus labios, para que nadie más pudiera escucharlo. Su hijo parecía
nervioso y asustado, casi a punto de llorar.
-Yo
tampoco le diré nada. Creo que vas a tener que irte primero a casa, para no
levantar sospechas. Vete…
Shawn
se levantó, y caminó torpemente hacía la puerta que su padre mantenía cerrada.
Salió caminando como si nada, pero Travis sabía, percibía más bien, que su
vástago estaba asustado, sin salida ni solución.
Y
mirando desde uno de los cubículos detrás de Travis, había un voyerista,
sentado en la taza, sonriendo. Le gustaba ir ahí y ver de lo que eran capaces
los hombres cuando nadie más los veía. Y esta vez era una situación complicada,
pero por lo demás agradable. Sin decir más, y sin que nadie más lo viera (nadie
más podía verlo en realidad), desapareció en el aire…
2 comentarios:
Me imagino que lo de sobrenatural es nomas el final, tierna historia amigo, pero le faltó algo, no sé, sangre, pero creo que el trauma del sr es suficiente jajaja
Jeje recuerda que este es el primer capítulo del segundo cuento, es decir, que continuará. La historia no queda inconclusa ahora...
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