2.2
Durante
casi dos años, tanto Travis como Shawn continuaron yendo a los baños del tercer
piso, coincidiendo en más de una ocasión. No tenían pudor al respecto, aunque
sólo se limitaban a dar y recibir sexo oral, nada más. La fascinación de probar
algo nuevo era enorme, pero también lo era la culpa, de creer que estaban
haciendo algo incorrecto y aberrante.
Y
aunque dicen que las esposas presienten bien una infidelidad, la esposa de
Travis jamás sospechó nada. A los tres años de que padre e hijo habían empezado
con su aventura sexual, ella tuvo que visitar a sus padres, en un viaje que, al
menos, se alargaría una semana. Travis se sentía feliz por Lynda, por verla
disfrutar de la idea de ver a sus suegros tantos días. Y también porque se
quedaría con su hijo siete días, en casa, completamente solos.
La
semana de Lynda con sus padres inició antes, cuando tuvo que salir al
aeropuerto. Travis la llevó y se despidieron en la sala de abordaje. Cuando
ella desapareció por la puerta 4, él se encaminó al trabajo. Su jornada del día
pasó sin pena ni gloria, y al final, no tuvo que pensar demasiado en el asunto
de los baños. Podía abandonar esa idea durante los próximos días. Esa noche,
llegaría temprano a cenar.
El
viaje a casa se le hizo largo, pero al fin, al cruzar el umbral de la puerta,
vio a su muchacho leyendo en su tableta, sentado en uno de los sillones de la
estancia.
-Llegaste
temprano hoy, campeón-, dijo Travis, dejando la bolsa de la laptop en la mesa
del comedor. Shawn ni siquiera se alteró: continuó leyendo.
Su
padre se acercó por detrás, mirando lo que su hijo veía en la pantalla. Parecía
un texto, pero no podía verlo bien.
-¿De
qué se trata ese texto?
-Oh,
nada, papá, sólo es una historia de terror. Se trata de un asesino en una
Universidad. El idiota que escribe esto lo hace por partes y ya no sé que más
sigue, me quedé a la mitad, con la protagonista recibiendo una llamada extraña.
-Vaya,
que historia…
Shawn
dejó la tableta sobre la mesita de la estancia, y se levantó. Su padre se
encaminó a la cocina, para ver que podría cocinar.
-¿Qué
tal estuvo tu día?-, le preguntó el muchacho. Travis ni siquiera se volteó.
-Bien,
como todos los días. Esos imbéciles de la firma creen que mi trabajo es sólo
hacer contratos legales toda la tarde, pero ya encontraré una oportunidad de
librarme de ellos. ¿Y tú qué tal?
Shawn
se sentó en una de las sillas del pequeño comedor.
-No
muy bien. El profesor de biología nos dejó un reporte para la semana próxima, y
estoy seco. Su clase es aburrida, parece que la dicta a la velocidad caracol o
algo así…
Travis
soltó una carcajada.
-Bueno
hijo, admito que la biología no es una materia fácil, pero confío en que lo
harás bien. Puedo ayudarte.
-Gracias,
pa… Bueno, voy a la tienda por sodas. No tardo…
El
muchacho se levantó, y se acercó a Travis, soltándole una nalgada. El hombre
sonrió, pero no dejó de cocinar. Estaba sonrojado.
Terminaron
de cenar, y se pusieron a ver la televisión: un ridículo concurso de preguntas
y respuestas. Después, Shawn se levantó, y se despidió de su padre, para ir a
dormir. El padre se quedó a solas mirando el televisor, cambiando de canal a su
antojo. Nada lo entretenía.
Después
de media hora de zapping, Travis apagó el televisor y las luces de la estancia.
Subió con cuidado las escaleras, y de repente, sintió un escalofrío, como si
alguien hubiese pasado detrás de él corriendo. Se dio la vuelta, pero no había
nadie. Ni siquiera las cortinas de las ventanas se habían movido. Tal vez fuera
el cansancio, nada más…
De
camino a la recámara nupcial, Travis bostezó, cerrando la puerta sin mirar
dónde estaba. Cuando se desperezó por completo, se dio cuenta que no estaba
solo.
Sobre
la cama, en calzoncillos nada más, estaba acostado Shawn. Estaba despierto y le
miraba con curiosidad.
-Hola,
campeón. ¿Te equivocaste de recámara?-, dijo Travis, sonriendo y aflojándose la
corbata, arrojándola después al pequeño diván que estaba en la recámara.
-No,
solo quería dormir aquí, si no te molesta.
Travis
negó con la cabeza:
-Hemos
hecho cosas que no se pueden mencionar, Shawn. Creo que no puedo impedirte que
te quedes aquí, ¿o sí?
Travis
se acercó a la cama, subiendo poco a poco, y colocándose por encima de Shawn.
El muchacho se estremeció al sentir el cuerpo de su padre justo encima del
suyo, y Travis lo notó por la carne de gallina que se dibujaba en los
antebrazos de su hijo.
-¿Estás
seguro?-, dijo Shawn.
-Completamente…
El
muchacho tomó a su padre del cuello, y lo besó apasionadamente en los labios.
Travis le correspondió con un beso apasionado, fuerte y húmedo, mientras
trataba de quitarse la camisa, botón a botón. Shawn le ayudó, y dejó al
descubierto el enorme pecho de su padre, peludo y ancho, de pelo rubio.
-Wow,
esto es delicioso…-, dijo el muchacho, dándole un beso aún más apasionado a su
padre, y bajando por la barbilla, luego por el cuello, y al final hasta el
pecho, sin dejar de aferrarse fuerte a la espalda de Travis.
No
tardaron cinco minutos, y ambos ya estaban desnudos, Travis encima de Shawn.
Ambos se miraron a los ojos, sin dejar de acariciarse y rozando sus miembros el
uno contra el otro.
-¿Lo
quieres, hijo?-, dijo Travis, jadeando y con el cabello despeinado.
-Sí,
no te detengas, por favor…
Y
por primera vez en toda su vida, Shawn sintió el infinito placer que le
producía sentir a su padre dentro de él.
En
la madrugada, padre e hijo descansaban abrazados. Habían pasado tres horas
haciendo el amor, turnándose para penetrarse el uno al otro, y estaban
agotados. Afuera, se escuchaba un grillo solitario, pero incluso por eso, la
noche estaba tranquila.
Un
tintineo hizo que Travis se despertara de repente. Miró a través de la penumbra
de la recámara, mientras Shawn se daba la vuelta, dándole la espalda. En el
suelo estaban las llaves de su auto: estaba seguro de haberlas dejado en la
cómoda. Se estiró y las volvió a poner en su lugar. Después, se recostó boca
arriba, y se quedó dormido en cuestión de minutos.
No sintió la
respiración en su oído, ni vio la sombra que los observaba desde la orilla de
la cama…
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