4.5
Ya
ni siquiera escribo el día que es. Los he dejado pasar de largo, y a pesar de
todo, sigo aquí, esperando como él me dijo. Siento que el ansia de comer me
atrapa. No he probado nada desde hace varios días. Y Vlad ni siquiera ha
aparecido, no lo veo en la televisión, ni siquiera mencionado entre los rumores
de vampiros que me dan noticias de sus movimientos. Nada.
Tengo
que admitir que, antes que amor, esto se ha convertido en una obsesión para mí.
Vlad no me atrae, a pesar de que la naturaleza de nuestras propias fuerzas
diabólicas nos indique que estamos hechos para eso. Para amarnos, o para
matarnos. Ya había dicho que no soy buena con los pensamientos de Vlad: él es
quién lee la mente, una técnica natural muy buena para saber lo que una hembra
de la manada quiere. Así saben si nosotras los amamos, o los odiamos.
Y
sin embargo, soy buena ocultando mis propios pensamientos. Mientras su poder se
incrementa, siento cómo sí una pared de concreto me aplastara por dentro.
Cuando nos vemos y desbordamos placer, cuando nuestros más salvajes actos de
depravación y morbo se hacen presentes, es cuando estas barreras se acaban. El
placer detiene su poder, y me mantiene al margen de seguir ocultando todo lo
que estoy planeando.
Está
amaneciendo, y quiero descansar. Esta noche empezaré con lo que debí haber
terminado hace tiempo.
Se
cree que los vampyr no sentimos nada.
Ni el frío ni el calor, ni siquiera el dolor. Esta noche ha sido una de las
peores. El clima se ha vuelto tan enfermizo en la ciudad, que los humanos
también han empezado a notarlo. No es algo natural, y siento que algo malo se
avecina.
Cuando
cayó la noche, y todos estaban más preocupados en llegar pronto a sus casas o
buscar el cobijo de un teatro o un antro de mala muerte, me dediqué a buscar a
uno de mis contactos. Su nombre es Samael, un vampiro que ha dado todo lo que
tiene en su poder para ayudarme, desde contactar a Vlad en un principio, hasta
vigilarlo, y contarme de sus aventuras.
Encontré
al desgraciado de Samael bajo uno de los puentes de Central Park, bebiendo lo
que quedaba de una pobre niña huérfana que había secuestrado de uno de los
edificios de asistencia en el centro de la ciudad. El cuerpo de su víctima no
era más que carne y piel, sin algún rastro de vida o de color. Ni siquiera
llevaba ropa. El muy cerdo se deleitaba, lamiéndose lo que quedaba de sangre en
sus dedos, y con la otra mano tocando el sexo de aquella pobre alma desgraciada.
-Eres
un enfermo.
Hice
que escuchara mi voz, costara lo que costara. Ni siquiera se inmutó: me observó
con ojos de deleite, y una sonrisa perversa de dientes blancos y labios
manchados de sangre.
-Miren
quién ha venido a la fiesta. Lo siento preciosa, pero se acabaron los
bocadillos.
Me
acerqué con cuidado. A pesar de ser un vampiro común, después de una suculenta
cena es preferible no molestarlos, como cualquier otro animal que monta guardia
ante su presa abatida.
-No
tengo hambre-; era mentira: mi nariz podía oler el interior de su boca, aún
llena de sangre alrededor de la lengua y las encías. –Vengo a preguntarte algo.
-Elizabeth:
no sé nada de tu querido Vlad. El hombre es una persona importante, en el mundo
de los humanos y en el nuestro. Es cómo tratar de acosar a Obama, o algo por el
estilo. Simplemente no se puede.
-Pero
no se ha largado de la ciudad.
-Si
te refieres a Nueva York: sí, se mueve constantemente, pero lo hace como
cualquier mortal. Prefiere levantar sospechas por eso y no por lo que realmente
es. Y si sabes lo que te conviene, no lo buscarás de nuevo. No está de humor
para recibir a nadie, créeme…
Eso
realmente me enfureció. Samael sintió de repente el enojo que emanaba de mí, y
ni siquiera fue tan rápido. Soltó el cadáver de la niña, la cual dio unos
rebotes antes de dar en una coladera debajo del puente, y sintió de repente mi
mano alrededor de su cuello, mientras le estampaba contra los ladrillos de la
pared curva.
-Ya
no sé lo que me conviene, pero no te metas en lo que no te importa. Los planes
que tengo para con Vlad son sólo míos, de nadie más. ¿Qué sabes de él? ¿Qué es
lo que planea?
-Yo
qué sé…
Le
apreté aún más el cuello, e incluso le mostré los dientes. Para Samael, era una
persona con la cual no debía meterse, y mucho menos mentir.
-¡Te
diré! Vlad no escogería una ciudad tan grande como esta si no tuviera un plan.
Él y tú son los últimos vampyr puros
en el mundo, y él lo sabe. Sabía que lo buscarías en algún lugar muy específico
de este mundo. Ya no cree en mitos y leyendas como antes, y prefiere apegarse a
la realidad…
-Al
grano.
Estaba
impaciente, era mi naturaleza humana la que me hacía sentir tan débil y
desesperada.
-Te
quiere para perpetuar su especie. Se siente impotente por no poder poseerte
como él quisiera, eres más fuerte de lo que esperaba. Y sin embargo, mírate: te
ha domado-, dijo Samael, riéndose como un poseso. Era obvio que lo divertía. Le
sonreí, justo antes de clavarle los dientes en la garganta. Lo hice con tal
fuerza que, antes de que gritara, le arranqué la cabeza de su sitio, y la
arrojé al suelo, junto al cadáver de aquella niña. La sangre de su víctima
salía a chorros de su esófago, pero no tenía intención de alimentarme de algo
así.
Dejé
el cuerpo bajo el puente. La policía encontrará mañana algo aterrador, si no es
que alguien lo hace primero. Regresé a casa caminando lo más rápido que podía
sin llamar la atención. Tenía rabia, por saber los planes de Vlad, pero también
curiosidad y miedo: no podía enfrentar esto. No sólo porque ahora sabía que era
la última de mi género en el mundo, sino porque era él quién me buscaba para
perpetuar una especie que estaba condenada a ser la escoria de la vida. Y eso
se interponía con el deseo de acabar con él, con el hombre que, sin pedirlo yo,
me había dado la vida eterna.
Tengo que pensar bien
mi siguiente paso, o acabaré hundida en mi más profundo infierno por el resto
de la eternidad.
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