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jueves, 20 de octubre de 2016

El reencuentro (Jaime Martínez)




Caminar cada tarde hacia el parque Álamos, se ha vuelto un hábito para Genaro.  La avenida Tlalpan es una buena opción para aminorar los problemas cotidianos, sobre todo, los económicos. Aunque renuente a los cambios, deja que la gente nueva del barrio lo distraiga de sus preocupaciones. Desde hace mucho tiempo, no sentía una sensación de tranquilidad. Tal vez sentado en uno de estos nuevos cafés, me venga la inspiración para pintar nuevamente, tal vez, y hasta logre vender, pensaba mientras caminaba. El entusiasmo por la posibilidad de volver a pintar se fue desvaneciendo conforme avanzaba por la acera hasta quedarse en una vaga inspiración, del que apenas recordaba al llegar al parque.

Como en los últimos dos años se sentó en la segunda banca, del lado derecho, de la entrada oriental del parque, en donde la sombra levemente diluida, apenas cobija. Siempre solitario, débil y encorvado, a pesar de tener cuarenta años.  Recordó algunos lugares que visitó de joven, amistades que no veía desde hace años y no pensaba volver a ver. El recuerdo de la familia lo evitaba al recordar las deudas. Hizo un inventario mental de todos los cuadros que tenía y no había logrado vender desde hace más de diez años. El conteo empezó por del estudio, guardados, pasando por los empeñados, hasta terminar por los obsequiados. De repente la banca ya no era tan cómoda.  Se paró a caminar por el parque. Al caminar un par de pasos  algo le llamó la atención. Era una imagen en una hoja fotocopiada y pegada a un poste. Fijó su vista en el anuncio. Sintió que los pensamientos de toda la tarde bajaban como uno solo al estómago, mientras leía el anuncio, para después sentirlos subir al cerebro.

Se vende autorretrato en óleo, técnica mixta, con marco original, autor: Mauricio Moliner, siguió leyendo: Sólo se darán informes personalmente y por las mañanas. Concentró la mirada en la imagen fotocopiada de la pintura, antes de releer nuevamente el anuncio, memorizó la dirección. El resto de la tarde Mauricio vio la imagen del cuadro entre pensamientos. Toda la noche sintió como los ojos del joven muchacho retratado en la pintura, miraban a los suyos, retándolo a recordar. Sería posible que fuera la del anuncio su primera pintura. Su primer autorretrato. Pero no recordaba, la había olvidado desde hace muchos años. Y por qué la había olvidado nunca más le interesó recordar qué había pasado con ella, hasta esta tarde. Al día siguiente despertó con el recuerdo del cuadro incrustado en el pensamiento, en el aliento, cómo algo que se trae guardado, escondido en la mente desde hace mucho, y de repente se puede llegar a él. Como un sueño que se sabe que algún día va a salir de ahí, del resguardo onírico, para volverse realidad y ya nunca más ser un recuerdo.

Al tomarse el resto del café frío, de hace un día, se dirigió inmediatamente al domicilio señalado como una máquina que se mantiene viva gracias a las reservas de energía. Como un autómata que vive sin saberlo, pensando en algo que está fuera del mundo real tocó el portón de madera estilo colonial. Abrió la puerta una mujer anciana  de cien años de edad. Encorvada y con arrugas donde antes lucía una papada lo miró. Despreocupada por el efecto natural de la vejez dirigió su mirada penetrantemente. Él,  vio sus arrugas, sus canas, sus manos reumáticas. Ahí estaban los dos, mirándose mutuamente. Dos personas, obsequios perdidos de añoranzas extraviadas de alguien, o de algo. No intercambiaron palabras. Mauricio, con el anuncio de la ubicación de la pintura y, con una velocidad sorprendente se lo mostró a la vista de la anciana. Se adentró a las fuertes paredes de tezontle pidiendo permiso con la mirada. La anciana le señaló el camino sin decir nada. Cuando pasaron un recibidor de cedro perfectamente barnizado pasaron un pasillo de tapiz amarillento que direccionaba hacia la pintura. Era lo único que adornaba. Observó detenidamente la obra. La iluminaba una ligera luz venida de los tragaluces puestos correctamente, simétricamente. Mantuvo la vista fija en el cuadro unos minutos, de repente tuvo la sensación de estar descansando de toda una vida de insomnio. No pudo reflexionar sobre el tiempo que llevaba viéndola. Tampoco de cuantas veces había releído su firma, “Mauricio Moliner” diez veces, “Mauricio Moliner” cincuenta veces. No cabe duda, es mi firma, soy yo, es mi autorretrato. El pensamiento fue interrumpido con la invitación para abandonar la vieja casa. La anciana, lastrada por una larga vida. Sacando fuerza de su común perplejidad, lo invitaba a salir motivada por el extraño espectáculo. Mauricio salió de la introspección, Regresó a su casa intrigado y confundido, como si hubiera permanecido una vida entera ahí, tratando de reflexionar sobre la extraña introspección.

Se dirigió hacia el trasporte público, se bajó en Tlalpan en la altura de la zona de hospitales. Concentró sus pasos al hospital psiquiátrico de san Fernando. En la entrada, el agente de seguridad lo recibió con la misma mirada con la que lo vio partir hacia el pabellón principal.  Recorrió el pasillo principal y se metió a su casa. Escuchó arrastrar con sus pies los ladridos de los perros que resguardaban las puertas de sus vecinos. Una enfermera con el uniforme más blanco de todo el psiquiátrico la cogió del brazo. Lo dirigió hacia el sofá manchado de líquidos amarillentos. Le descubrió sus antebrazos para inyectarle un líquido pulposo de color casi transparente. No quiso pensar en nada, era mejor así, siempre había sido mejor no pensar.  

 El día antes de ver su muerte, vio su imagen en una pintura reflejada en las paredes de tezontle. Sintió el líquido pulposo en diferentes tonos y periodos. Tranquilo, muy tranquilo, se durmió.

sábado, 30 de mayo de 2015

X: Ars-Mental.

A finales del siglo XXI se desarrolló un nuevo tipo de arte, algo que revolucionaría para siempre el mercado y la forma de mostrar al mundo la capacidad creativa del hombre frente a la misma naturaleza y otras especies animales.
Se le llamó Ars-Mental, la combinación de representación artística con la capacidad mental del hombre. Según los principios de la ciencia noética, el pensamiento bien dirigido puede actuar sobre la materia, de una manera más o menos extensa, siempre y cuando el ejecutor tenga un poderoso poder sobre sus pensamientos dirigidos. Muchos trataron de efectuar estas nuevas obras artísticas sin el equipo necesario, incluso sin estar preparados del todo, por lo que sufrían las consecuencias más aterradoras de su insolencia.
Al final, después de mucho debatir, la Academia Mundial de Ars-Mental (que más bien funcionaba como una corporación global del género) se quedó con los derechos de la maquinaria para efectuar tales trabajos, además del nombre y de los permisos necesarios para realizar estas actividades. La misma Academia, junto con su trabajo de estandarizar el Ars-Mental, propuso a todo aquel interesado estudiar los principios del género artístico, sus métodos y técnicas, así como elevar el propio coeficiente de la mente para lograr tales empresas. De al menos 30 millones de aspirantes en todo el mundo, en cualquiera de las sucursales de la Academia, al menos 3000 se graduaban con honores, y no todos conseguían inmediatamente los permisos.
Uno de los egresados de la primera generación de Ars-Mental, Gregorio Szandor, se había convertido no sólo en un respetado artista, sino en mentor de muchos otros que deseaban conseguir el anhelado primer lugar de las academias. Gregorio ya contaba con 57 años cuando presenció una de las propuestas más interesantes y arriesgadas del Ars-Mental hasta la fecha. Se trataba de la tesis de titulación de una joven artista, Nora Mandel, quién pretendía usar la escenografía más grande hasta ahora propuesta por alumno alguno en el Ars-Mental.
Para este trabajo se dispuso de una enorme instalación al aire libre, colocada en las praderas. Esta consistía en una enorme estructura con forma de regadera, tan alta como un edificio de 30 pisos. Justo al lado de la estructura descansaban dos enormes pantallas holográficas de alta definición, que mostrarían no sólo la ejecución de Nora, sino las representaciones mentales de su trabajo. Para ello, la muchacha tendría que conectarse al aparato estándar de Ars-Mental, el casco de neuroactividad, con el cual no sólo sería posible elevar su ya creciente actividad cerebral, sino mostrar al mundo lo que su cerebro procesaba en ese momento, en imágenes reales.
Todos creían en la actividad neural de Nora, incluso el mismo Gregorio le había visto manipular objetos pequeños, moviéndolos sólo con la ayuda de su mente sin aparato alguno, después de años de entrenamiento y demás sesiones, en las que le ayudaban a su organismo a lograr el máximo necesario para pequeñas representaciones de Ars-Mental en papel o lienzos de tamaño pequeño. Esta vez, con la instalación artística más grande de la historia, Nora lograría algo que estaba más allá de lo que cualquier otro artista podría hacer jamás.

La instalación dio inicio con la llegada de Nora al centro de la estructura, bajo aquella enorme regadera. Le fue colocado el aparato neurológico, que consistía en un casco cerebral que se conectaba automáticamente a los nervios de su nuca y a todos los que se encontraban a lo largo de la columna vertebral, sin dolor alguno. Varios cables sobresalían de los costados del cableado cerebral conectándose directamente a las yemas de sus dedos. Todo el aparato abarcaba por completo la enorme estructura y las dos pantallas holográficas. A lo lejos, sobre plataformas instaladas a distancia segura, se encontraban varios miembros del equipo de Nora tomando lecturas y grabando todo el proceso. Gregorio Szandor los acompañaba para supervisar el trabajo de la chica.
Alrededor del mediodía empezó la muestra de Ars-Mental de Nora. La muchacha trataba de concentrarse en encender por ella misma la enorme estructura, la cual, con un chasquido, soltó el agua sobre sí misma, como una enorme cascada que retumbaba entre la instalación de metal. Después de que las pantallas mostraran sólo el rostro de la muchacha, empezaron a emitir colores diversos conforme el agua caía hacía el depósito del fondo, sin desperdiciarse, como en una fuente. El peso del agua hacía que Nora se tambaleara, pero jamás dejó la instalación ni canceló el proceso, se concentró hasta que sus dedos quedaron rojos y las yemas de los mismos le escocieran.
Con un poco más de fuerza de voluntad, Nora empezó a manipular el entorno a su alrededor, formando una cúpula de aire que la protegía del agua, y también a manejar los chorros de agua que caían cerca de ella, dibujando en su superficie formas geométricas simples. Era tal la cantidad de agua que los trazos de la muchacha se diferenciaban perfectamente con el caos de chorros que caían en picada directamente al depósito.
En las pantallas holográficas aparecían las mismas formas representadas por colores básicos. De repente, empezaron a dibujarse otras formas más infantiles pero complejas, como flores y animales sin forma definida. Estos mismos aparecían en el agua que la muchacha manipulaba con más tranquilidad que antes.
Cuando las figuras se volvieron más complejas, empezaron a escucharse los sonidos que emitían. El claxon de un pequeño auto, el trino de los pájaros y hasta el aullido casi real de un enorme lobo que se materializaba en el agua. El proceso neuronal de Nora para el Ars-Mental empezaba a relacionar los sentidos, hasta el punto de poder oler la fragancia de un pino que se movía al ritmo del viento en su cabeza, y no tan sólo en aquel recóndito lugar, sino también en el agua de la enorme instalación.
En lo más secreto de su mente, en la parte que aún la máquina no procesaba, Nora sabía que el momento del clímax había llegado, y que necesitaría toda su fuerza para culminar.
Desde el fondo de sus más oscuros secretos y recuerdos más vergonzosos, Nora dejó salir la verdad que quería plasmar con una fuerza casi sobrenatural. En las imágenes que aparecían en el agua y posteriormente en las pantallas, aparecía ella misma observando a una persona que todos en el lugar conocía. La voz tranquila de Gregorio Szandor brotaba del agua como música viva nunca antes escuchada.
-El Ars-Mental es la nueva puerta de la publicidad. Imagina las grandes posibilidades, Nora. Tenemos en las manos el control de lo que queramos, del pensamiento ajeno.
Nadie dijo nada, aunque todas las cámaras seguían grabando. Junto a los recuerdos de esta conversación, salieron imágenes que Nora había recreado en su imaginación, de una sociedad siempre mirando hacia arriba, gente que observaba en el cielo un enorme anuncio mundial, del dominio de la mente.
-Tenemos el poder de manipular la mente de cualquiera, de mostrarle cosas que jamás se habían visto y de conducirlos hasta el bienestar final. Ponerlos en contra del gobierno, de sus represores, darles mente propia controlada desde el fondo. Y después, ponerlos en su propia contra, unos contra otros, experimentar
Nora no podría controlar más las imágenes que provenían desde el futuro, desde un futuro que ella misma se había construido. El calor del fuego evaporaba el agua, y el olor de la muerte y el polvo nuclear inundaron la pradera. Junto al susurro de la voz de Gregorio, se escuchaba también el grito de alguien, que se multiplicó por miles y luego por millones.
-Imagina las posibilidades. Crear una conciencia colectiva tan poderosa que se comporte como un animal. Barrer con el mundo, poner al mundo a nuestros pies. Ser uno para siempre, poderosos e inmortales.
Con el último aliento, y soltando un grito desgarrador que se dibujó en el agua, Nora se dejó caer. Sintió que su mente le pertenecía de nuevo, dejando caer el agua sobre ella y cayendo de rodillas en el depósito de la regadera gigante. Las pantallas se apagaron y empezaron a humear, incluso una de ellas prendió en llamas. Los miembros del equipo se pusieron en acción, algunos para detener el flujo de agua y rescatar a Nora, quién estaba conmocionada y sollozante, y otros para apagar el incendio de la pantalla.
Algunos de los miembros del equipo retuvieron a Gregorio Szandor hasta que las autoridades de la Academia vieran los resultados de la ejecución de Nora, quién estaba recuperándose de su conmoción en un hospital cercano. Era claro que las palabras del profesor habían sido sinceras, considerando sus años como profesor quería obtener un beneficio más grande y peligroso para la humanidad. El Ars-Mental, según las autoridades, debía ser una expresión de la mente humana y no de la dominación de todas las demás. Sin embargo, aunque las autoridades aclararon los hechos, las malas lenguas aseguraron que el propósito de Gregorio Szandor respondía a intereses más grandes.

Y a ustedes, que leyeron estos diez cuentos, les quiero enseñar algo. Acaban de usar el método más sencillo y antiguo de Ars-Mental que se conoce, sin ayuda de ningún otro aparato más que sus computadoras o celulares. Han usado esta herramienta del futuro desde siempre, y hasta ahora se darán cuenta de su verdadero potencial. Porque no hay elemento más grande para ver el pasado y el futuro, lo que está y lo que no, que la imaginación, el verdadero Ars-Mental.
Los quiero mucho.


Luis Zaldivar, 21-30 de Mayo de 2015.


viernes, 29 de mayo de 2015

IX: Cómic.

CUADRO 1
-¿Ya tienes todo en su lugar?
-El papel dividido en cuatro, y los dos lápices.
-¿Crees que funcione?

CUADRO 2
-Espero que sí, todos lo están haciendo y subiendo sus videos a Internet, tiene que funcionar.
-Bueno, sí, pero igual puede ser una farsa. No sé cómo le hagan pero ese lápiz no pudo haberse movido solo.
-Es obvio que en muchos es un truco. Tenemos que intentarlo de todas maneras. Muy bien, apaga la luz…

CUADRO 3
-¿Listo? Pregunta.
-Ok… Charlie Charlie, ¿estás ahí?
-Nada. Intenta otra vez.

CUADRO 4
-Charlie Charlie, ¿estás ahí?
-Creo que no va a…
-¡Mira, mira! Se está moviendo, dice que SÍ.

CUADRO 5
-Esto es imposible. No puede ser real, no…
-Bueno, pero ya contestó y no podemos echarnos para atrás. Tienes que ser valiente y terminar esto. Nuestro video va a tener un montón de visitas en YouTube.
-Eso espero. Voy a preguntar. Bien, Charlie Charlie, ¿eres un fantasma?

CUADRO 6
-Dijo que NO. Intenta con otra. No sabemos a lo que nos enfrentamos.
-Ok. Charlie Charlie, ¿Vienes en son de paz?
-Vaya, no se mueve…

CUADRO 7
-Qué cobarde eres Charlie. No quieres dar tu verdadera identidad, ¿eso es? Ok, tienes que contestar, si no, no vale de nada.
-Mira, el lápiz…
-¡Está girando sin control! Dios, ¿qué demonios está pasando?

CUADRO 8
-Se detuvo. Dice que NO. Vamos, ya no lo retes. No sabemos si esto es verdad o una maldita broma. ¿Tú lo estás haciendo?
-Por favor, no haría nada. Mira mis manos, están limpias. ¡Vamos Charlie! ¡Demuestra de lo que eres capaz!
-Basta, no lo hagas. Vamos a terminar, rompe los lápices y quememos la hoja.

CUADRO 9
-Vamos Charlie, contesta: ¿no me la quieres chupar?
-¡No, no lo hagas! ¿Qué fue eso…?
-Dios, eso… ¡Corre, corre!

HOJA FINAL:
La lección fue clara para estos dos amigos que decidieron retar a Charlie en su propio terreno. Si no lo puedes ver, pero está ahí, no lo molestes.

NUNCA.


jueves, 28 de mayo de 2015

VIII: El fotógrafo.

Cada tarde, Irvin salía a los lugares más conocidos de Izcalli a fotografiar lo que se encontrara: animales, pájaros, árboles y hasta los atardeceres. Varias de sus mejores tomas las subía a su blog, para que sus seguidores las admiraran y también para compartirlas con profesionales.
Aquella tarde Irvin fue a uno de los muchos parques cercanos a su casa, esperando encontrar algunos niños jugando en la resbaladilla o en los columpios. Había fotografiado en el camino un par de aves, una paloma sobre un cable y hasta una oruga en medio de la banqueta. Cuando llegó al parque, no había niños, pero sí un pequeño grupo de alumnos de la secundaria jugando una cascarita de futbol. Tomó unas cuantas fotos, una mientras jugaban y otra cuando uno de los muchachos anotó gol. Después, tomó otras dos a una hermosa flor que había nacido en un árbol.
Mientras enfocaba para una foto del parque en general, divisó algo al fondo. Era una persona que él solía conocer, pero sin embargo había decidido olvidar. Era una muchacha, de estatura media y de figura robusta, aunque su rostro era un encanto, de piel color crema y ojos grandes, con los labios pintados de rojo, que contrastaban con su cabello negro largo y ondulado. Trataba de recordar su nombre, pero estaba más concentrado en enfocar, esta vez, a la muchacha, quién estaba sentada solitaria en una banca más allá de los árboles.
De repente, al fondo de la imagen, apareció un hombre, más viejo que la muchacha pero vestido muy elegante, con traje y corbata. En ese momento, Irvin tomó una foto, quedando plasmado el rostro de aquel hombre sonriente. Después, el hombre tomó a la chica de la mano, levantándola delicadamente de la banca, y se la llevó del brazo, cruzando con cuidado la avenida y dando la vuelta hasta una de las calles menos transitadas de la colonia.
Sin pensarlo dos veces, Irvin aferró bien su bolsa y dejando que la cámara colgara en su cuello, corrió hasta donde la pareja había desaparecido. Al llegar a la esquina, se detuvo para observar a través del obturador de su cámara. La chica iba del lado derecho, y el hombre le platicaba algo que a ella le causaba risa. Caminó discretamente detrás de ellos, separado muchos metros de la pareja, sin mirarlos demasiado. Casi al final de la calle, cruzaron de nuevo detrás de un auto rojo que iba en sentido contrario, y se pararon ante la puerta de un edificio, que Irvin sabía que antes había sido un bar, aunque no había tenido mucho éxito.
Justo antes de entrar, Irvin volvió a tomarles una foto, y esperó a que desaparecieran en el umbral de la puerta para cruzar. Aún le quedaban algunos metros para llegar hasta la puerta del lugar, cuando le llegó una extraña sensación, entre pertenencia y miedo. Algo en ese lugar le indicaba que estaba cometiendo un error, pero que era necesario entrar para saber cómo se llamaba la chica y que era lo que tenía que hacer a continuación. Cuando llegó ante la puerta, se dio cuenta que estaba entreabierta, y dentro se escuchaba música, lejana, como si proviniera de otra parte.
Sin pensarlo dos veces, Irvin entró en aquel lugar…

El bar estaba atestado de gente, y algunos otros jugaban en las cuatro mesas de billar dispuestas alrededor del recinto. Al fondo, en la barra, había una figura que contrastaba con las demás, un muchacho alto que vestía un smoking de color amarillo. Estaba sentado con un tarro de cerveza de color azul entre sus manos, y cuando Irvin entró, volteó para verlo a los ojos y dirigirle una sonrisa un tanto extraña. Con un ademán de la mano izquierda le indicó que se acercara. Irvin, con la cámara aún en el cuello, se acercó, esquivando a unas cuantas personas antes de sentarse al lado del hombre de amarillo.
-Llegas algo tarde, y con ese atuendo, no, no, no…-, dijo el hombre de amarillo, con tono burlón en su voz.
Irvin se miró a sí mismo y luego al hombre.
-Diría lo mismo en tu lugar.
-Es lo único que he traído de casa, Irvin. Creo que sabes a lo que has venido aquí.
-Quiero saber el nombre de la chica, la que entró antes que yo con el viejo-, dijo el muchacho.
El hombre de amarillo levantó su tarro y bebió un largo sorbo de su cerveza azul.
-Estás aquí por eso y más. Necesito que me hagas un pequeño trabajo. Acompáñame por favor.
El hombre de amarillo dejó su tarro en medio de la barra y se levantó, caminando hacía una puerta al fondo del bar. Irvin también se levantó y le siguió, mirándole atentamente y aferrando bien su cámara con ambas manos. Detrás de la puerta estaba la bodega del bar. Al fondo, en una pared mugrosa, había un traje, de un color que a Irvin le recordó algo que había pasado hace mucho tiempo.
-Necesito que te cambies, no puedes salir así.
Irvin empezó a quitarse la ropa, sin que el hombre de amarillo se inmutara de ello. Dejó su ropa en una caja de cartón que estaba en la esquina de la bodega, con todo y la bolsa y la cámara. Cuando estuvo listo, Irvin se miró y quedó fascinado con su nueva imagen, más elegante, sin importarle la barba y los lentes.
-Lleva tu cámara, porque necesito la evidencia de que lo has hecho bien. Esto es lo que tienes que hacer.
El hombre de amarillo se acercó a Irvin y le susurró algo al oído, como si supiera que alguien le estaba viendo. El muchacho escuchaba todo atentamente, y asintió cuando el misterioso hombre acabó.
-Ahora, ve y hazme ese favor. Ella te dirá cuanto quieras cuando lo hayas cumplido. Sabes dónde encontrarla, y no quiero que la decepciones, y a mí tampoco.
-¿Qué más voy a ganar? No quiero sólo respuestas.
El hombre de amarillo abrió la puerta y acompañó a Irvin de regreso al bar. Ya llevaba de nuevo la cámara en el cuello.
-Hazlo, y te daré lo que me pidas.

De regreso en la calle, Irvin se dio cuenta que ya era de noche, sin embargo, eso no le impidió regresar sobre sus propios pasos, hasta la esquina de la calle. Ahí se quedó esperando hasta que llegó una chica, la cual no se veía muy bien con la penumbra del parque y los árboles a aquella hora. Le tomó una foto desde donde estaba, y corrió hasta la banca donde, hace mucho tiempo, había encontrado a una pareja sospechosa.
Se sentó justo al lado de la chica, sin mirarle el rostro, pero sintió su calor y su presencia. Ella le dirigió la palabra con una voz dulce.
-¿Él te mandó?
-Si te refieres al extraño del bar, sí.
-Me imagino que quiere las evidencias. El diputado llegará en un momento más y tendrás lo que deseas. Mira, ahí está.
Desde el otro extremo del parque llegó un hombre muy bien vestido, e Irvin recordó algo que no pudo ubicar, algo de otro tiempo, o de otro mundo. La muchacha se levantó para recibir a su nuevo invitado, aunque Irvin prefirió quedarse en la penumbra, escondido detrás de la banca y apuntando con la cámara. La pareja se saludó con un beso, y ella le llevó hasta un lugar más iluminado por la luz de un farol.
Cuando la luz abarcó a la pareja, Irvin se quedó de una pieza, con el rostro desencajado de miedo y desesperación. La chica era la misma mujer rolliza y bonita con quién compartía su vida, quien besaba apasionadamente al diputado, recién electo. La muchacha sacó de su bolsita, sin que nadie se diera cuenta, un cuchillo, y se lo clavó en el cuello al hombre que acababa de besar. Este se llevó la mano al cuello, tratando de detener el flujo de sangre, y sin perder tiempo, la muchacha lo acuchilló dos veces más, esta vez en el vientre.
-¡Toma las fotos que quieras!-, gritó hacía el vacío la muchacha, corriendo hacía otra calle, perdiéndose para siempre.
Irvin empezó a tomar fotos, apretando una y otra vez el obturador sin detenerse. Las imágenes eran la secuencia de un hombre que había muerto a mitad del parque, un hombre importante.
Detrás del muchacho, se escuchaba una risa etérea, que parecía diluirse con el aire, una risa macabra de alguien que esperaba que hiciera bien su trabajo. Irvin salió corriendo de ahí, aferrando bien su bolsa y su cámara. No regresaría al bar, pero encontraría un lugar seguro para ver las fotos.
Después de correr varios metros sin mirar atrás, Irvin encontró un espacio hueco entre dos negocios, como un callejón. Ahí, entró al menú de su cámara para ver las fotos. La chica sentada en la banca, otra de ella con el diputado besándose, y varias más del hombre muriendo a mitad del parque. Si tenía que entregarlas a alguien, no sabía a quién. El hombre de amarillo no le había dicho donde verlo otra vez. Un pitido de la cámara le indicó que había nuevas fotos.

Cuando Irvin las vio, no podía creerle a sus ojos, y sentía que su mente le había traicionado. Las fotos tenían la fecha para dentro de dos años. y sin embargo, ahí estaban. Pájaros, una paloma en un cable, una oruga en la banqueta, una flor, chicos jugando soccer… y una donde aparecía una chica, la chica del parque, como en un sueño, sentada en la misma banca, con un hombre de traje amarillo.


miércoles, 27 de mayo de 2015

VII: Vídeo prohibido.

Se dice de un vídeo que está maldito, en parte porque incluye toda una sesión completa de sexo de una actriz casi desconocida llamada Bianca Amore con un sujeto desconocido, sino porque entre el celuloide se esconde algo siniestro que muy pocos han podido ver hasta el final.
Uno de estos “valientes”, quién ha subido su propia experiencia con el vídeo llamado “Bianca Amore lo recibe todo” a través de una entrada a su blog, describe la experiencia como algo aterrador en verdad. Consiguió la copia del vídeo en un casete de VHS de un amigo, quién aseguraba haberlo comprado en un mercado de pulgas, tan solo con la etiqueta que figuraba en el dorso del casete. Este muchacho, al vivir solo, no tardó en poner el vídeo después de que su amigo se lo prestara. No sabemos si el amigo ya lo había visto o tan sólo se lo prestó como algo circunstancial.
Después de la acostumbrada primera sección de estática, el vídeo empieza con la escena de una cama vacía. La fecha del vídeo sólo muestra 15 de Octubre, sin especificar el año, aunque lo que deduce este chico es que podría tratarse de los 80’s o 90’s. Aparece en escena Bianca Amore, una mujer de piel blanca y cabello negro, recogido en un elaborado chongo detrás de su nuca. Junto a ella se acerca un hombre, musculoso, que lleva ropa entallada y que, por lo que se ve, ya tiene una erección muy firme entre los pliegues de su pantalón de mezclilla.
La escena cambia abruptamente, cuando ambos ya están completamente desnudos, y ella le está dando el mejor sexo oral de su vida al hombre musculoso, quien sólo está recostado en la cama, boca arriba, disfrutando el momento y soltando gemidos. La calidad de la grabación es deficiente, pero parece que alguien los está grabando, ya que la cámara se mueve conforme los deseos de quién la porta, grabando de repente a la mujer chupando y después la cara de placer de su acompañante.
Después de otro corte, y de una serie de zumbidos y rayones en la imagen, aparece una nueva escena, desde una toma diferente, donde se ve a Bianca siendo penetrada por su acompañante, de forma alternada: durante unos minutos el enorme pene del hombre musculoso entra en la vagina de la actriz, y en otra escena entra por el ano, y es cuando se escuchan los gemidos aún más y más fuertes por parte de ella. La fuerza con la que Bianca es penetrada analmente es suficiente para que ella experimente un squirt, es decir, la llamada eyaculación femenina. El hombre se deleita con lo que la actriz ha hecho, y la sigue penetrando en repetidas ocasiones, apretando sus senos con firmeza.
El muchacho que describe todo esto declara que se sintió tan bien viendo el vídeo que empezó a masturbarse, aunque la imagen empezó a fallar y se escuchaba otro audio pegado con el que originalmente mostraba la película. Al fondo había una plática entre dos hombres, y aunque no pudo escuchar bien lo que decían, distinguió palabras como “grabar”, “invisible” y “señor”. Lo que más le llamó la atención era que, a pesar de las escenas sexuales, ni Bianca ni su compañero parecían “saber” que los estaban grabando.
La escena volvió a cambiar, esta vez, grabando el rostro de Bianca, mientras estaba en la posición de perrito, siendo penetrada por detrás por su compañero, quién la sostenía de las caderas y la empujaba casi con violencia. A cada embestida, los senos de la actriz se movían hacía delante de manera rápida y muy constante. La cámara se mueve un poco hacía arriba para captar el torso y el rostro del actor, quién gemía de placer al penetrar a Bianca de aquella brutal manera. Sin embargo, se alcanza a distinguir algo detrás de él, y es precisamente ahí donde muchos no han podido ver más allá.
Nuestro amigo narra que, al enfocar la cámara en el espejo detrás del actor, se muestra la identidad del camarógrafo. Sin embargo, no es algo fácil de ver. Es como si la imagen viniera de otra grabación superpuesta, una sombra negra que se distorsiona en otras formas más. Se alcanza a ver un hombre con traje, una mujer de pantalón, otro hombre desnudo y hasta un anciano, todos ellos sosteniendo por turnos la cámara y alternando con la sombra negra. En un determinado momento, la figura ya no muestra una silueta humana, sino algo que parece más inhumano, largo, hecho de materia negra, y con ojos que pasan del blanco al rojo.
La cámara vuelve a dejar de hacer zoom, para enfocarse una vez más en la pareja, quienes han cambiado de posición, esta vez, para grabar como el actor eyacula sobre la cara y el pecho de Bianca. Después, él empieza a masturbarla, para causarle un nuevo squirt, esta vez más potente que el anterior. La cámara se aleja, saliendo del cuarto y azotando la puerta de la recámara. Desde atrás llega un grito de mujer, y la voz del hombre que grita:
-¿Qué fue eso? ¿Quién anda ahí?
Después, el vídeo termina con al menos dos minutos de estática.
Nuestro contacto en el blog aclara que, después de sentirse intrigado y hasta excitado, el miedo que le provocó ver aquello en el espejo le hizo pensar que, después de todo, ese vídeo no era la clásica escena porno de cualquier celebridad haría y que después se filtraría. Era más bien como un plan para ver si algún experimento funcionaba. Los distintos rostros en el espejo le dan a entender que tal vez muchas dimensiones se mezclaron en ese momento, o cuando eres invisible, la tela de la realidad se rompe, mostrándote con distintas facetas.
Dice que, en sus sueños, sigue viendo aquella cosa de ojos blancos y negros, que acecha detrás de todos los espejos, con una cámara que salpica semen y que tiene dientes que devoran carne. Después de ver el vídeo, le contó a su amigo el hecho, y ambos decidieron que deberían abandonar el vídeo en cualquier otra parte donde nadie más pudiera sufrir los efectos aterradores de aquellas extrañas visiones. 
Hasta la fecha, no hay copia en Internet de dicho material, y las identidades de Bianca Amore (si es que ese era su verdadero nombre) o del actor que la acompañaba siguen siendo un misterio. Tampoco se sabe quién o qué grabó aquellas imágenes.


lunes, 25 de mayo de 2015

V: Creepypasta.

La estación nuclear de Chernóbil y la ciudad de Pripiat a los alrededores de la misma tuvieron que ser abandonadas con premura después del accidente nuclear el 26 de Abril de 1986. Uno de los reactores explotó, liberando gran cantidad de radiación, lo que obligó al personal y al gobierno de la Unión Soviética a desalojar el área, con sus casi 116 mil habitantes y con daños ambientales en trece países de Europa Central y Oriental. La causa oficial del desastre obedeció a un fallo en el reactor 4 en el momento de un ensayo para probar la máxima capacidad del reactor en caso de un posible desastre. Lamentablemente, este hecho terminó siendo una terrible realidad que, hasta la fecha, sigue presentando secuelas, como enfermedades y contaminación en el medio ambiente del lugar.
Todo el acceso a la planta y al poblado circundante es limitado, casi prohibido. El reactor fue sellado con un sarcófago para evitar fugas masivas de material radioactivo, y oficialmente la planta cerró operaciones en el año 2000.
Sin embargo, las causas oficiales del incidente fueron investigadas por el periodista soviético Iván Korsakov, quién trabajaba como agente de la CIA para investigar más de cerca la actividad nuclear de su propio país. Intuyendo que pruebas de este tipo en reactores nucleares eran tan complejas que casi no se efectuaban, empezó a indagar meses después de ocurrido el incidente. Era obvio que el gobierno soviético no le dejaría ingresar a las facilidades de la planta nuclear, y mucho menos revisar los asuntos y papeleo de lo ocurrido. Sin embargo, investigando con algunos de los trabajadores sobrevivientes de aquel fatídico día, encontró uno de ellos (figurando como “Anónimo” en las conversaciones posteriores) que se atrevió a hablar de lo que había pasado.
Anónimo daba cuenta de un experimento soviético de alto secretismo llamado AZATHOTH, en honor a la criatura espacial que había descrito Lovecraft en varios de sus cuentos y relatos. Durante las expediciones posteriores al incidente natural conocido como Evento Tunguska en 1908 en Siberia, se había encontrado una de las posibles causas de tal explosión. Lo habían guardado celosamente para así poder hacer experimentos secretos, sin embargo, con el inicio de la era nuclear, la Unión Soviética pensó en usar esta nueva fuerza para sacar más información de “lo que habían encontrado ahí”.
Durante la prueba final en 1986, los trabajadores de la planta, aquellos elegidos para la “prueba”, observaron por fin el secreto más grande que su gobierno tenía entre manos. Anónimo lo describía como una persona, aunque su apariencia era más alargada, un humanoide alto y de piel color crema que se tambaleaba mientras los científicos lo llevaban hasta el reactor. Detrás de la comitiva, otros dos científicos llevaban envuelto un objeto similar a una lanza con extrañas letras grabadas en su cromada superficie. El extraño aparato estaba conectado a una serie de sondas especiales, que fueron a su vez conectadas a la fuente central del reactor.
Lo que vino después Anónimo lo explicaba tal como lo entendía, ya que no fue testigo presencial. Mientras él y sus compañeros manipulaban el reactor hasta su máxima capacidad, Anónimo le explicó a Korsakov que tal vez pusieron a la criatura frente al objeto que le habían quitado desde su llegada, porque “no era de este mundo, ni de ningún otro conocido”. Tal vez necesitaban la energía suficiente para encender algo en ese objeto, y sólo con el reactor hasta su máxima capacidad pudo ser posible. No sabe si atacaron a la criatura con aquel objeto, o si simplemente le pidieron que les enseñaran cómo usarlo. La energía contenida en aquel objeto era suficiente para causar todo lo que a continuación sucedió.
La explosión mató a dos de los compañeros de Anónimo aquella noche, aunque todo el personal científico que acompañaba a la criatura y al objeto se esfumó. Sin embargo, entre el caos y la destrucción, Anónimo le confió algo muy extraño a Korsakov, algo que el periodista capturó en sus sesiones de vídeo y de audio.
“Corrí hasta la salida de la planta nuclear, seguro de que ya estaba contaminado y que moriría, si no pronto, con una lenta agonía. Y detrás de nosotros también corría aquella cosa, con su cuerpo tan frágil, sus movimientos ágiles y su cabeza enorme, desproporcionada. Emanaba un resplandor terrible. Y de alguna parte de su rostro se había dibujado una boca, una mueca con dientes afilados que gritaba en constante desesperación y emitía palabras que nadie fue capaz de entender y menos de procesar en algún idioma o voz. Dio la vuelta en un pasillo, y desapareció para siempre de nuestras vidas.”
Nadie más daba cuenta de alguna presencia extraña en las afueras de Chernóbil o Pripiat aquella noche, y los que vieron aquel evento fueron silenciados con amenazas, aunque solo Anónimo, quién ya no tenía nada que perder, fue más valiente al contar todo. Se sabe que Iván Korsakov alcanzó a transcribir mucho del testimonio de su fiel confidente en papeles que escondió con el gobierno estadounidense, antes de que los soviéticos dieran al fin con él. Su desaparición sigue siendo un misterio.
Las pruebas más recientes afirman que el cierre definitivo de la central nuclear en Chernóbil sólo ha sido un pretexto para usarla más a menudo, con nuevo personal, y obviamente, nuevas credenciales. Aquellos que han sido lo suficientemente audaces de infiltrarse entre la seguridad del edificio han declarado haber visto las letras NWO en varios lugares, en documentos e incluso en banderas que adornan los pasillos del lugar. Una fuente anónima, a través de un cable en Internet, sugiere que la búsqueda de la criatura de 1986 sigue vigente, a través de códigos secretos transmitidos en una señal de radio muy difusa y extraña que nadie más ha podido descifrar. 
Sin embargo, con la caída del meteorito el Cheliábinsk en 2013, los científicos encontraron algo que pensaron perdido después de casi 30 años. Dentro había otra criatura similar a la de Chernóbil. Sin embargo, no había objeto. Aunque el objeto de aquellos años se había quedado abandonado en las entrañas del reactor, pudo ser rescatado. Afirma la misma fuente anónima del cable en Internet que la criatura ya no es igual a cómo llegó hace dos años, y que incluso su tamaño podría ser ahora un problema para contenerla más tiempo. ¿Qué pretenden hacer con semejante cosa encerrada ahí? ¿Y quiénes son las mentes detrás de todo esto?


domingo, 24 de mayo de 2015

IV: El experimento.

Alicia había escuchado, entre los alumnos más avanzados, que en el gran depósito de los instrumentos musicales se aparecía un fantasma. Algunos hablaban más bien de un monstruo, algo tan aterrador que mataba con sólo ver a su víctima. Lo curioso era lo fácil que una leyenda había convencido a otros alumnos a enfrentarse a lo desconocido, siempre con consecuencias: siempre que alguna persona entrara al depósito sin el permiso necesario, firmado por uno de los maestros, podía ser suspendido.
Sin embargo, si la leyenda era cierta, de alguna manera habría que provocar al fantasma para que se apareciera. Nadie lo mencionaba jamás, y sólo quedaba en que cualquier persona que entrara al recinto podría verlo si era lo suficientemente paciente. Alicia no lo creyó así. A pesar de que sus clases de piano iban muy bien, y sus ensayos casi diarios no le quitaban tiempo en su vida social y en la escuela, la muchacha de 16 años podría ponerse a investigar un poco más al respecto. A través de varias páginas de Internet, empezó a buscar maneras de hacer que las entidades fantasmales se apareciesen a quien lo quisiera.
Descartó cosas como palabras mágicas, invocaciones con velas y otros materiales químicos, e incluso la Ouija, ya que no quería gastar demasiado, o correr un riesgo mayor de tratarse de una realidad. Sin embargo, en una página que dejó al final de sus pesquisas, encontró el mejor método para atraer a una energía oculta. Lo más asombroso es que el material que necesitaba lo podía encontrar en la escuela de música. Alicia sólo tenía que pedirlo a la persona indicada.

-Necesito tu diapasón-, le preguntó la muchacha a Tomás, su mejor amigo en la academia de música, quién estudiaba guitarra acústica. Esto días después de sus investigaciones.
-Pero si tú estudias piano, no necesitas un diapasón para afinar tu música-, le dijo el muchacho, sonriéndole a su amiga mientras se acomodaba los lentes por encima de la nariz. Ella le miró, casi rogándole.
-Vamos, lo necesito. Si funciona lo que necesito hacer, te lo contaré a ti primero. Por favor…
Tomás se le quedó viendo un momento.
-Te lo prestaré, si me enseñas lo que vas a hacer. Tengo curiosidad, y ya no puedes echarte para atrás.
Alicia tragó saliva. No quería decirle a nadie más acerca de su plan, y mucho menos llevar a un alumno inocente a un castigo severo si no podían demostrar nada. Al final, suspiró como si no tuviera más opción.
-Está bien. Voy a salir al baño del segundo piso a los 15 minutos de clase. Te veré ahí, y si no estás, regresaré al salón, ¿está claro?
Tomás asintió, satisfecho. Sus clases iniciaban a la misma hora, así que no habría problema si ambos salían, ya que estaban en salones diferentes. Se dieron la mano y se despidieron.

Llegado el momento, Alicia se detuvo en su práctica de una hermosa melodía, sintiendo sus dedos engarrotados, no por el cansancio, sino por los nervios. El profesor Sánchez le miró, un tanto extrañado.
-¿Sucede algo Alicia?
-Necesito ir al baño, profesor…
-Claro, no te tardes mucho por favor-, dijo Sánchez, revisando el trabajo de su otra alumna dentro de aquella enorme aula.
Alicia se levantó y salió despacio hacía el pasillo. Ya que estaba prohibido correr por ahí como si nada, caminó rápidamente hasta el final del pasillo, subiendo las escaleras de dos escalones a la vez, y cuando llegó a su destino, ya estaba Tomás esperándola.
-Tardaste demasiado.
-Te adelantaste. Además no quería correr. Tenemos que ser cautelosos. Ven.
Alicia tomó a su amigo de la mano y juntos siguieron hasta el final del pasillo del segundo piso. Se detuvieron frente a las puertas dobles del depósito de los instrumentos. La muchacha vigiló que nadie más se acercara por ahí, y empujó la puerta para entrar. Su amigo la siguió cauteloso.
-¿Qué pretendes?
-Verificar una leyenda.
Tomás la detuvo del brazo, a través de las penumbras de aquél abandonado salón que sólo tenía una pequeña ventana al fondo, que apenas iluminaba el lugar.
-Quieres ver si lo del fantasma es verdad… Es una tontería. Y si nos cachan aquí, nos van a castigar.
-No creo que sea una tontería. Por eso te pedí tu diapasón. ¿Lo trajiste?
Tomás vaciló un momento. Sacó del bolsillo de su pantalón un aparato de metal, que parecía más bien una horquilla de metal. De su propio bolsillo, Alicia sacó una varilla de metal sencilla.
-¿Qué vas a hacer?
La muchacha guiñó el ojo a su amigo.
-Ya verás…
Tomó el diapasón con la mano izquierda y lo golpeó en uno de los extremos gemelos, haciéndolo vibrar. Ella sabía que el sonido hipnótico de las barras paralelas del aparato no duraría mucho, aunque con la vara de metal que ella había traído de casa haría magia. Tocó el diapasón con la varita y empezó a frotarlo, como si estuviera prendiendo fuego con dos pedazos de metal. El sonido del diapasón, además de perpetuarse, se intensificó, haciendo que a ambos les zumbaran los oídos.
-¡Eso es molesto!-, exclamó Tomás, con la voz un poco alta para que Alicia le escuchara. Sin embargo, ella no se detuvo.
El sonido del diapasón empezó a retumbar en las paredes del salón, entre los metales de otros instrumentos, y bajo los anaqueles donde estos descansaban. De repente, uno de los platillos que usaban para la orquesta cayó de su lugar, haciendo su particular sonido estridente sobre el suelo de la estancia. Rodó unos metros y se detuvo.
Alicia dejó de frotar la vara de metal contra el diapasón, y el sonido del aparato se hizo más débil. Tomás se quedó detrás de ella, y ambos escucharon con atención. El sonido del platillo se había ido, y a pesar de que el diapasón seguía vibrando, poco a poco el silencio ocupaba todo el lugar.
-¿Qué fue eso?-, dijo Alicia, casi en un susurro.
-No lo sé…
Lo que vino fue tan repentino que hizo que los dos se quedaran petrificados, tan cerca de la puerta pero sin poder moverse ni un poco. Varios de los instrumentos cayeron estrepitosamente al suelo, haciendo mucho ruido. Sin embargo, no parecía haber nadie ahí. De repente, un gemido muy fuerte empezó a escucharse al fondo del recinto, que iba creciendo conforme parecía acercarse más y más. Alicia no lo pensó mucho y salió corriendo dejando las puertas entreabiertas.
Tomás se quedó ahí, quieto, mientras la figura al fondo de la sala se iba dibujando poco a poco contra la penumbra. Era una persona que él conocía muy bien. Se llamaba Isabel, su novia, quién llegó caminando como si nada, riéndose. Tomás la tomó de las manos y la acompañó con sus carcajadas.
-Se la creyó. Hiciste bien en decirme lo que sospechabas. Al menos le metimos un buen susto a tu amiguita-, dijo Isabel, mirando a su novio con ojos alegres y algo de maldad.
-Ya me había preguntado muchas cosas acerca de la leyenda. Qué mejor que hacerle pasar un momento como ese…
-Muy bien por ustedes-, dijo una voz detrás de ellos.
Isabel y Tomás voltearon. Por un momento, pensaron que podría ser algún profesor que los había descubierto y que ahora los castigaría. Sin embargo, lo que había detrás no era siquiera humano. Tenía la apariencia de un felino apoyado solo en sus patas traseras, con enormes manos con garras afiladas que arrastraban justo a los costados. La cabeza era felina, sin embargo, los rasgos eran como los de un reptil, con un hocico enorme y alargado del cual sobresalían un montón de dientes putrefactos. 
La criatura abrió las fauces, escurriendo saliva sanguinolenta, y los dos aterrados alumnos gritaron antes de sentir las afiladas garras en sus gargantas. Al fondo del salón, como si viniera del fondo del abismo infernal, el viejo piano de la escuela empezó a tocar sin que ninguna mano humana lo manipulara.


sábado, 23 de mayo de 2015

III: Tríptico.

Cuando tenía 12 años de edad, Jonah aprendió a pintar por sí mismo. Lo que veía lo plasmaba, e incluso lo que no. Sabía que los sentimientos no tenían una forma específica de representarse en el lienzo, y sin embargo resultaban más vívidos que nunca, incluso como una visión más clara que la que tenía en su corazón al respecto. Después, empezó a mezclar la realidad con los sentimientos y pensamientos, como un bello paisaje soleado cuando se sentía feliz o su propio rostro (no tan perfecto), es que se encontraba pensando alguna cosa. Muchas veces dibujaba criaturas, ya fueran simples animales, e incluso algunas que podía ver en las caricaturas o que había leído en algún cuento.
Sin embargo, un día justo después de su treceavo cumpleaños, empezó a dibujar algo más extravagante, movido por un sentimiento ajeno, algo que lo hacía sentir temeroso e incluso nervioso, como si supiera que algo le fuera a pasar. Después de dos o tres días mezclando colores y dibujando siluetas, la pintura estaba lista, pero para sorpresa de sus padres y conocidos, el resultado había sido algo abrumador: se trataba de una especie de pasillo, que aunque por el ancho de sus dimensiones parecía más bien un cuarto pequeño, con una mesa y una silla al centro. Sentado en la silla se encontraba un hombre, vestido de varios colores, como si su ropa estuviera hecha de tiras de los colores del arcoíris, que contrastaba demasiado con el fondo gris del cuarto.
Sin embargo, en la penumbra que Jonah pintaba en la pared detrás del hombre, había una silueta, muy difuminada, que parecía salir desde la pared. Era delgada y alta, y parecía tener una mano extendida y levantada por sobre la cabeza del hombre feliz sentado en medio de la pintura.
Los padres del muchacho exhibieron con orgullo el trabajo de su hijo, que sin duda era uno de los mejores que jamás hubiese hecho hasta ese momento. Aunque, quién veía la pintura, se sentía extrañamente invadido por un sentimiento de tremenda confusión, como si la felicidad del hombre sentado se mezclara con la agonía de algo que surgía detrás de la pared, justo hacía ellos.

Nadie más recordó aquella extraña imagen, ni siquiera después de que Jonah cumpliera 26 años. Después de muchos años de estudio en una de las mejores academias de arte, el joven ahora trabajaba en sus propios proyectos, la mayoría de los cuales eran exhibidos de manera profesional con el público conocedor. No sólo incluía sus trabajos más recientes, sino que también se podían admirar algunos hechos desde su infancia. Entre estos, incluía el mejor de todos: el hombre de colores sentado en aquel ambiente depresivo, con la sombra cerniéndose sobre su cabeza.
El trabajo de Jonah con la pintura cada vez era más estilizado y genial. Las figuras adquirían una apariencia más humana o animal, y hasta las criaturas que sólo existían en su imaginación estaban más cercanas a una realidad que jamás podría ser. Estos trabajos, los de corte fantástico y mitológico, le valieron ser contratado para elaborar afiches o posters de las películas de moda, e incluso para elaborar toda una tanda anual de un famoso juego de cartas, que incluía siempre criaturas extravagantes, y que sólo incluía a pintores de renombre o talentos no muy bien reconocidos.
Se había conseguido un departamento pequeño, pero muy cómodo para hacer su trabajo. Las paredes de la estancia estaban hermosamente decoradas con su propio arte, mostrando siempre escenas de la realidad mezcladas con una fantasía impresionante. Un enorme pulpo atacando un barco antiguo abarcaba toda la pared del fondo, si se veía desde la puerta de entrada, la cual era una enorme boca con dientes, como la de un tiburón. En las otras paredes se observaban elfos, hadas, aves gigantescas y hasta una especie de animal de cuatro patas que recordaba a un dinosaurio. Todos los que visitaban a Jonah se quedaban asombrados ante el colorido de la estancia, que le daba un aire más alegre a todo el lugar, aunque en ninguna otra parte de la casa hubiese tal despliegue de grandeza.
Una noche, llegando a su departamento después de comprar material, Jonah vislumbró algo que, él pensó en ese momento, le daría un impulso más grande a su trabajo. Puso el caballete ahí mismo, cerca de la puerta de entrada, casi sin perder tiempo en lo que tenía que hacer. Mezclando colores, se quedó toda la noche hasta que terminó, cansado y absorto, la segunda parte de aquella pintura que le valdría el reconocimiento cuando niño.
Esta vez, se había basado en la estancia para dibujar con mejor proporción el cuarto, que ya no parecía un pasillo. Descartó los muebles, pero reprodujo casi con extrema exactitud las pinturas de las tres paredes que veía. En el centro estaban de nuevo la mesa y la silla, y el hombre sentado en ella que ahora se veía más serio, vestido con traje y corbata. De la pared, justo donde estaba el pulpo y el barco, sobresalía una vez más la sombra, esta vez como si una persona en realidad estuviera ahí reflejada en la pared de colores. Otra vez el brazo extendido de la sombra se cernía sobre la cabeza del hombre serio, esta vez aferrando algo, que no pudo determinar bien, a pesar de que él la había pintado y dispuesto así.
Tardó unos días en mostrar su trabajo a una galería de arte, y fue por todos aclamado como uno de sus mejores cuadros. Junto a él, Jonah exhibía el cuadro de su infancia, como esperando formar una historia, de un hombre que, después de vivir feliz rodeado de la depresión, ahora toda esa felicidad lo hiciese sentir abrumado. Quién podría imaginar siquiera que ese cuadro sería uno de los últimos que le darían a Jonah un reconocimiento especial en el arte.

Ya no era de sorprender que, a los 39 años (una edad demasiado corta para vivir así), Jonah se encontrara sumido en la depresión que su propio cuadro le había dejado. Sus trabajos ya no fueron los mismos desde entonces, y la calidad de cada uno mostraba algo que dejaba mucho qué desear. La mayoría exploraba el lado oscuro de las personas, la muerte, la violencia, la depresión, el suicidio. Empezó a alejarse de los círculos que frecuentaba, y poco a poco, también dejó de exhibir el arte que otrora le había dado todo. Al final, refugiado en su departamento, con apenas qué comer, pintó su casa una vez más, esta vez, de un gris uniforme, sin que pudieran verse las antiguas representaciones fantásticas de sus sueños y anhelos.
Justo a mediados de Diciembre, sin calefacción y con los pensamientos abatidos por la tristeza y la agonía de no volver a pintar, Jonah se sentó en lo que quedaba de sus muebles, justo al centro de la estancia: una silla y una mesa, simples recuerdos de una época pasada. Observó el entorno que solía ser su vida, cómo el primer cuadro donde la felicidad se encontraba en él a pesar de la mala suerte, y cómo la alegría había salido para llenar un espacio que ahora no podía más que contener sufrimiento.
Sobre la mesa, dispuestos para trabajar una última vez con su dueño, ya se encontraban el lienzo, los pinceles y el óleo. Volvió a plasmar, sin querer pero con todo el deseo de su corazón, el cuarto. Esta vez, sin que nadie lo pudiera creer tiempo después, más que una pintura de un niño aficionado o que un trabajo profesional, ahora estaba plasmando una fotografía, tan real como lo que lo rodeaba. Su rostro era tan tangible que ni siquiera pensaba que podría ser una pintura como cualquier otra que hubiera hecho. Este sería, quizá, la obra maestra de su carrera, y de su vida…
Sin embargo, a punto de culminar, la puerta del departamento se abrió, dejando pasar a un visitante que ni siquiera él esperaba. De pie en la puerta, mirando con su rostro absorto, se encontraba Jonah de niño, a sus 13 años, pero no parecía real. Parecía sacado de una imagen de televisión, hecho con interferencias o resonancias. Se quedó ahí, mirándole como si estuviera estudiando la situación. Después, así como llegó, desapareció en el aire. Jonah, de 39 años, mirando sorprendido hacia la puerta, volvió a pintar…
Cuando las autoridades le encontraron días después, estaba sentado, con la cabeza hacia atrás. Concluyeron que había sido un paro cardiaco. En la mesa encontraron su material y la pintura más real que jamás nadie hubiese visto. Completado el tríptico, la imagen mostraba un hombre que de la felicidad pasaba a la depresión eterna. Y la última pintura era la más aterradora. El cuarto era completamente blanco, sin las líneas donde empezaban o terminaban las paredes. La mesa y la silla esta vez eran negras, sin detalles, como si estuvieran hechas de oscuridad absoluta. El hombre de la silla ahora estaba desnudo, y su cara reflejaba un grito de miedo y locura, con los ojos completamente abiertos, como si algo en la cuarta pared le hubiese asustado.

La sombra detrás de él ya no era lo que solía ser. Con una túnica café, se encontraba un esqueleto, de pie, justo con la mano por encima de la cabeza del hombre que ahora gritaba. Y en su huesuda mano sostenía una soga que rodeaba el cuello del desdichado, lista para jalar…


 
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