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jueves, 26 de febrero de 2015

Patrilagnia: Cuento 2, Capítulo Final (+18)



2.7

Una de las características propias de los seres alados es que pueden aparecer en varios lugares al mismo tiempo. La carga de sus trabajos se hace más ligera gracias a esta grandiosa habilidad, que aunque no les permite estar en todas partes al mismo tiempo, pueden bien dividirse en varios sitios, y cumplir sus propósitos lo más rápido posible.
Travis Ileman no podía creer lo que pasaba. Le había golpeado un ser alado con su enorme arco de madera, y amenazaba matar a su hijo. Estaba completamente seguro de haber escuchado pasos en el piso de arriba, lo que quería decir que Shawn estaba en peligro. Y su único pecado había sido amar a su propia sangre.
-No le hagas daño…
La criatura sonrió, moviendo las alas en señal de indignación. No iba a dejar que una simple súplica como esa le hiciera cambiar de opinión.
-Vamos, sabes que es imposible detenerme. Eres un simple mortal, y si algo puedo hacer bien es matarte si lo deseo. No te interpongas en mis planes…

-No te interpongas en mis planes.
La criatura alada no había dejado la flecha en ningún momento. Seguía apuntando directamente al corazón de Shawn, quién no podía moverse, y contemplaba a aquella cosa con ojos llorosos y el esfuerzo de querer hacer algo en su estado tan deplorable.
-¿Por qué? No quiero morir-, decía el muchacho con los ojos repletos de lágrimas y un dolor lacerante en las costillas.
-Tu padre y tú han tenido la osadía de enfrentarse a mis propios designios, muchacho. Hubieran tenido la consideración de mantener sus relaciones apartadas. Pero tenían que involucrarse más y más. Eso no puedo permitirlo.
La furia de la criatura hacía que los aparatos de la casa se encendieran y apagaran, al igual que las luces. En la tableta de Shawn podía escucharse Führe Mich de Rammstein en intervalos, como si la señal llegara desde un radio viejo.
Un silbido agudo y constante se dejó escuchar por toda la casa, colándose entre los muebles e incluso entre los poros de las paredes. Las ventanas empezaron a romperse, quebrándose tan fácil como hojas en otoño bajo los pies de las personas. Shawn intentó moverse, pero las punzadas en los costados no lo dejaban ir más allá de la orilla de la cama. Hizo un último esfuerzo, sintiendo el sudor recorrer su rostro lacerado, y sintió que la gravedad actuaba sobre su cuerpo, haciéndolo caer al suelo. Cayó boca abajo, y eso permitió que el dolor no fuera tan potente. Trató de arrastrarse lo más que pudo hasta la pared, moviendo los pies desnudos y las manos sudorosas que se le resbalaban al contacto con el suelo.
La criatura se elevó de un salto hasta la cama, posándose suavemente y sin dejar de batir sus enormes alas, las cuales movían el aire de la habitación como si se tratara de un huracán pequeño dentro de una casa. Las cosas empezaron a salir volando por todas partes, y uno de los cuadros de la pared, donde aparecía toda la familia Ileman sonriendo, cayó sobre la cabeza de Shawn, aunque no le hizo daño.
-Si te mueves, será difícil disparar, pero aún así…

-… lo haré.
La criatura parecía hablar consigo misma, con la mirada en el techo, mientras la casa empezaba a temblar desde sus cimientos. Travis se levantó como pudo, aunque sus piernas temblaban y no lograba mantener bien el equilibro. Con una mano en el estómago, observó a la criatura, con las alas extendidas y distraída. Sin pensarlo dos veces, corrió lo más rápido que pudo, directo hasta esa cosa. Cuando estuvo a unos centímetros, Travis soltó un grito.
Chocó contra la criatura, y aunque le derribó, había sido como querer tirar un árbol de un solo golpe. Le dolía todo el costado, y la cabeza le daba vueltas, pero logró enfocarse. Tenía a aquel monstruo en el suelo, con las enormes alas dobladas hacía arriba formando un arco, como cuando un cazador derriba a una hermosa ave en pleno vuelo. La criatura soltó un aullido de enojo y frustración, soltando el arco y la flecha. Levantó a Travis de los hombros, inmovilizándolo por completo, mientras este pataleaba para soltarse.
-¡Nadie puede matarme, maldito!-, gritó la criatura, con aquellos ojos rosas encendidos, casi rojos de furia. Lanzó el cuerpo de Travis al único lugar dónde le dio oportunidad. El padre de Shawn cayó de espaldas en los primeros peldaños de la escalera, aún manchados de sangre. No podía perder tiempo. El hombre se levantó y echó a correr hacia arriba, aunque el ser fue más rápido. Remontó el vuelo, y alcanzó a llegar hasta la cima de las escaleras, derribando con su velocidad a Travis, que cayó de bruces. Arrodillado, miró a su verdugo, formando una barrera con sus enormes alas. Pudo ver en su mente a Shawn, cerrando los ojos, acorralado por aquella cosa que estaría a punto de traspasar su cuerpo con aquella flecha.
-¡Por favor, no lo mates! ¡Mátame a mí, a mi hijo déjalo en paz!-, dijo Travis, con lágrimas en los ojos y el cabello volando en todas direcciones por el viento mordaz de las alas de aquella criatura.
La criatura le miró ahí, sumiso y desesperado. Veía en su corazón que decía la verdad, que, a pesar de todo lo que habían hecho, Travis sí amaba a Shawn como a él le gustaba que pasaran las cosas. Pero sobre todo ese amor, nublado entre las tinieblas del deseo y la desesperación de más placer, había una luz mucho más fuerte.
-Sacrificio. Travis Ileman, te sacrificas para salvar la vida de tu hijo.
No había amor más grande que el de alguien que da su vida para salvar a otra persona. Travis asintió, sin decir palabra alguna. La criatura le miró a los ojos.
-Muy bien-, y desapareció.
La casa dejó de temblar, y el viento sobrenatural amainó de repente. Las pocas cosas que se tambaleaban en las paredes o en los muebles cayeron antes de que la casa quedara de nuevo en el silencio sepulcral de antes.
Travis miró a su alrededor. En las escaleras no había nadie. Se había ido. Echó a correr de nuevo hasta la recámara dónde estaba su hijo, a pesar de que le dolía la espalda y las rodillas. Cuando llegó, encontró la recámara tan derruida y desordenada como toda la casa. Shawn estaba en el suelo, recargado precariamente en la pared, y cubriéndose los ojos.
Se acercó ante él, y le zarandeó. El muchacho soltó golpes y un grito de susto, pero al ver los hermosos ojos de su padre, se soltó a llorar, abrazándolo al instante. Travis tardó un momento en reaccionar, hasta que sintió el cálido abrazo de su hijo alrededor de su espalda. Lo tomó con cuidado, y lo levantó hasta la cama.
-Estás a salvo, campeón. Todo terminó, esa cosa se fue. Estaremos bien. Tenemos que salir de aquí…
Shawn asintió con rostro de miedo, tratando de contener el llanto y el dolor de las costillas rotas. Travis le dedicó su mejor sonrisa, a pesar de que tenía el rostro demacrado y algo golpeado. Se levantó de la cama como pudo y le revolvió el cabello a Shawn, haciéndolo sentir más tranquilo. Al darse la vuelta, una fuerza impresionante le empujó unos pasos hacia atrás. El dolor se hizo insoportable, y sintió que algo le atravesaba el cuerpo. Travis Ileman tocó con sus dedos la flecha de plomo que le había atravesado el pecho, saliendo por el otro lado, escurriendo sangre caliente de la punta.
-¡NO!-, gritó Shawn, viendo como su padre retrocedía y caía casi justo a su lado, con la flecha en su cuerpo, y la sangre manando de la herida. La criatura alada bajó el arco mirando la escena desde la puerta de la recámara. Sus alas volvían a ser hermosas y su rostro era triste, pero sereno.
-Tu padre se sacrificó por ti. Si no fuera por él, estarías muerto, y seguramente él también por desafiar el poder de la naturaleza. Lo lamento mucho. Estas cosas no deberían pasar.
Sin más, como un suspiro, aquel ser desapareció, dejando plumas de colores en el suelo.
Las sábanas de la cama estaban llenas de sangre, y las manos de Shawn impedían que saliera más, pero no podía. Sus lágrimas caían desde sus mejillas hasta el rostro de su padre, el cual estaba pálido.
-Lo siento Shawn… Yo te orillé a esto…
El muchacho negaba desesperado.
-No, los dos tuvimos la culpa. Lo siento mucho también, pa…
Travis Ileman tosió gotas de sangre fresca, y su último suspiro salió de su pecho, hasta que su cuerpo quedó inerte sobre el de su hijo, quién no podía moverse.
-No, no por favor, ¡no, no te vayas…!
Shawn soltó a llorar, y abrazó el cuerpo de su padre, quién ahora miraba con ojos inexpresivos el techo de la habitación. Su mejilla izquierda se manchó de sangre, pero no le importaba. Su padre había muerto, y era culpa suya.
Solos en la noche, rodeados de sus recuerdos rotos, Travis y Shawn no se dijeron una palabra más. El muchacho se soltó a gritar, pidiendo ayuda, hasta que los vecinos acudieron a su ayuda.
El amor podía ser un maldito desgraciado, pero siempre terminaba siendo justo…



Patrilagnia:
Contacto, en busca del placer genital, entre un padre y su hijo o hija.

domingo, 22 de febrero de 2015

Patrilagnia: Cuento 2, Capítulo 6 (+18)



2.6

Fue cómo en un suspiro o un parpadeo. Travis había visto la silla moverse, sin nadie quién lo hiciera, y en un momento después, un instante casi invisible, ahí estaba, sentado en la misma silla, mirándole.
Era tal como le había dicho Shawn: un albino delgado, de ojos rosas, con una túnica blanca envolviendo parte de su cuerpo, descalzo y con un par de enormes alas que, en ese momento, parecían mecerse por un viento sobrenatural, con hermosas plumas que brillaban con cada movimiento. Tenía cuatro dedos en cada extremidad, y en la mano derecha sostenía un arco, recargado de manera horizontal sobre su rodilla. En la mano izquierda, sus dedos se cerraban alrededor de una flecha de metal plomizo.
-Lamento aparecer en estas circunstancias, Travis Ileman. Pero es necesario. Siéntate por favor.
Con un ademán de su mano derecha, dejando un momento el arco en su pierna, hizo que otra de las sillas del comedor viajara directo hasta donde estaba Travis. Chocó contra su pierna. La tomó, y se sentó, con una pierna a cada lado, y las manos sobre el respaldo, como si montara un caballo de madera.
-¿Quién o qué eres?-, dijo Travis, mirando a su incómodo invitado a los ojos. Este ni siquiera se inmutó: los humanos no le causaban temor.
-Todos saben quién soy. Eres la primera persona que me lo pregunta. Creo que es obvio, cuando me ves por primera vez.
-Pero no deberías hacer esto. Mi hijo casi muere.
La criatura sonrió. Su rostro, a pesar de su palidez y de aquellos voraces ojos, era hermoso, en cualquier pose y demostrando cualquier emoción.
-Hay una cosa que debes aprender. No sólo me dedico a viajar por el mundo, buscando el amor verdadero y dándole a cada quién su flecha de oro y bronce. No todos se la merecen. Para eso existe esta belleza-, dijo, mientras le mostraba a Travis la flecha de plomo, haciéndola girar entre sus dedos.
-Yo amo a mi hijo. Pensé que iba a morir, lo llevé hasta el hospital, y haría cualquier cosa por protegerlo.
El rostro de la criatura ahora era de pura burla.
-No, Travis Ileman. No te confundas: el muchacho podrá ser tu hijo pero no lo amas. Eres su padre, y el amor que sientes por él en ese sentido es algo natural, algo con lo que no puedo lidiar. Este “amor”, como le llamas tú, es algo enfermizo. A ambos los atrae el morbo y la lujuria antes que el amor verdadero. Lo que están haciendo es una aberración a todas las leyes que yo mismo me he dignado en concebir a través de miles de años…
La voz de la criatura era dulce, pero cuando se enojaba parecía la de un hombre resentido, con la voz de haber fumado tantos años, que ahora estuviese pagando las consecuencias de su vicio.
-¿Por eso intentaste matar a mi hijo?
Travis quería llorar, pero la fuerza no lo dejaba. Estaba enfrentando con todo lo que tenía a aquel ser, que ahora se burlaba de su condición. Era como si sintiera lo que pasaba por su cabeza y por su corazón.
-Soy hijo de la Guerra y del Amor. Pienso a veces con rectitud, y otras veces me dejo llevar por la pasión inflamada que vive en mi corazón. Actúo bien, o actúo mal, y eso no me importa. Ese tal Cervantes hizo un poema para mí:

Yo soy el dios poderoso
En el aire y en la tierra
Y en el ancho mar undoso
Y en cuanto el abismo encierra
En su báratro espantoso.
Nunca conocí qué es miedo;
Todo cuanto quiero puedo,
Aunque quiera lo imposible,
Y en todo lo que es posible
Mando, quito, pongo y vedo.

Travis escuchaba atento las palabras de la criatura, como si estuviese hablando con un amigo más. Sin embargo, aquel poema le había dado miedo, una sensación incómoda e indescriptible que le hizo sentir escalofríos en los vellos de la nuca.
-Cuando los seres humanos buscan con desesperación mi ayuda, la obtienen casi de inmediato. Pero yo decido qué hacer con ellos. Si su sentimiento es puro, ni siquiera sienten la flecha. Sea de Oro y Bronce o de Plomo, la flecha delimita lo que ha de pasar con su vida y con el sentido de su alma junto a la de otra persona. Cuando les toca la flecha buena, es hermoso ver a dos personas enamoradas, viviendo uno con el otro, apoyándose en los buenos y en los malos momentos. Eso me da energía.
“Sin embargo, cuando la flecha mala los toca, se ven invadidos por la desidia. Las personas no les hacen caso, los humillan y apartan. Se pelean entre sí, y no merecen volver a estar juntos de nuevo nunca. Y a pesar de todo, eso también me alimenta. Cada emoción, positiva o negativa, me da aliento para seguir con mi viaje alrededor del tiempo. No importa nada: sean hombre y mujer, hombre y hombre, dos mujeres, o personas separadas por la edad o la distancia, mi trabajo culmina, y me siento satisfecho.
“Pero cuando se atreven a romper mis reglas, todo cambia: relaciones entre más de dos personas, narcisismo, relaciones antinaturales con otras criaturas o con los muertos, o aquellos que creen que está bien abusar de niños para su satisfacción y gozo. Y ustedes, que pensaron que sería bueno demostrar lascivia a pesar de que son familia… Los seguí desde la primera vez que se encontraron, aquella noche en el baño. Y pensé que todo acabaría, que se arrepentirían.”
-Y no fue así…
Ahora el que se burlaba era Travis, y la criatura lo notó, molestándose al instante.
-No intentes jugar conmigo, Ileman. Parece que no entiendes la gravedad del asunto que me trae aquí.
-Tal vez no la quiero entender, por eso. ¿Qué importa que tenga una relación con mi hijo? Nadie me dijo que eso fuera malo. ¿Por qué debería obedecerte?
La criatura agitó las alas, como si aquellas palabras le hirieran. Las plumas dejaron de brillar con aquellos hermosos colores, y todas se vetearon de gris y negro.
-¡Ustedes dos han roto las reglas que he establecido para los humanos! No tuvieron el cuidado necesario para esconderlo de mí. Si la gente llegara a enterarse, que es lo que pasará si les dejo en paz, terminarían en la cárcel o muertos. No es una simple coincidencia social, no es algo que ustedes hayan establecido en sus leyes como algo prohibido. Lo hice yo, a través de los años. Y arreglaré lo que sea necesario para…
-¿Para qué? ¿Satisfacer tus caprichos? No sé de dónde vienes, ni de lo que eres capaz. Casi matas a mi hijo, y eso no lo voy a perdonar. Por el amor de Dios, mírame: estoy desesperado, manchado con su sangre, y asustado-, dijo Travis, levantándose de la silla para encarar a su enemigo. –Antes de bajar, le di un beso en la boca, ¿y eso qué? Lo amo como no tienes una idea.
-Basta…
-Hicimos el amor aquella noche, y pasamos los últimos cinco años escondiéndonos de las personas que nos conocen para tener sexo oral. Porque nos gusta…
-He dicho que basta.
-Puse mi semen en su cuerpo, y nos encantó.
-¡YA BASTA!
La criatura se levantó, con las alas totalmente extendidas, y con el arco, le propinó un golpe a Travis en el estómago, que hizo que se doblara y cayera de espaldas, soltando un aullido de dolor.
-Travis Ileman, sabes que no puedo dejar esto sin resolver. No puedes entender las cosas como yo las veo, y sin embargo me retas. Tú y tu hijo merecen ser castigados hasta la eternidad. Ya me estoy encargando de ello.
Pálido y con ojos de terror, Travis miraba a la criatura desde abajo, como una presa abatida y a punto de ser terminada. Aunque no se lo hubiese dicho literalmente, sabía lo que aquella cosa estaba dispuesta a hacer: iba a matar a Shawn.

El muchacho estaba acostado boca arriba, con las manos levemente levantadas. Miraba con dificultad la pantalla de su tableta. Leía la segunda mitad de aquella creepypasta que no había terminado aquel día. La chica estaba atrapada en aquella vieja iglesia, con su novio herido de bala y su mejor amiga apuntándole con una pistola. Shawn escuchó cómo se abría la puerta de la recámara, aunque no quería dejar de leer. El final era impresionante, y ni siquiera escuchó los pasos que se acercaban poco a poco a él.
-Ven, pa, quédate conmigo-, dijo el muchacho, sintiendo una leve brisa en sus manos y su rostro. Por un instante, esperó a sentir el peso de Travis cuando se sentara en el sillón a hacerle compañía, sin embargo, por encima de la pantalla, pudo ver el par de alas extendidas. Dejó caer el aparato en su vientre, y sus costillas estallaron en dolores insoportables, porque estaba temblando.
La criatura le miró, con ojos de odio, apuntándole con la flecha de plomo, directamente al corazón.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Patrilagnia: Cuento 2, Capítulo 5 (+18)



2.5

Travis no esperó a que su hijo volviera a marcar. Cuando escuchó la voz ahogada de Shawn a través del celular, colgó y salió corriendo hacia el estacionamiento del edificio donde trabajaba. Trató de no ir rápido en el coche, para evitarse alguna multa o accidente. Cuando llegó a casa, estacionó el auto donde pudo, y bajó corriendo. La puerta de entrada a quedaba justo enfrente de las escaleras, con el estrecho pasillo cerrándole el paso a ambos lados. Y desde ahí, pudo ver a su hijo, con el bóxer a media pierna y tirado en los escalones. Corrió, cerrando la puerta tras de sí, y se acercó lo más que pudo a su hijo.
Shawn estaba realmente mal: la herida en su hombro no había dejado de sangrar, parecía tener huesos rotos y su cara era un mapa de moretones y heridas abiertas. Tenía el vello púbico manchado de semen, y para Travis era esperar lo peor: su hijo había sido violado o peor.
-Dios, no, esto no…
Trató de ser cuidadoso, y cargó como pudo a su hijo. Shawn se mantenía en forma, y pesaba un poco, pero a Travis no le importó. Tampoco le importó que su ropa se manchara de rojo, ni que su hijo gritara de dolor, o que fuera a sacarlo medio desnudo hacía la calle. Estaba llorando, pero él ni siquiera se había dado cuenta.

Shawn ya descansaba en su propia cama aquella noche. Las fracturas en las costillas no habían sido tan graves, según el doctor que le había atendido (y que de paso había regañado a Travis por atreverse a mover a su hijo). Además, tenía una pequeña fisura en la nariz y varios golpes. La herida del hombro había requerido varias puntadas, pero al parecer no había perforado nada importante.
Travis estaba sentado junto a su hijo, en la orilla de la cama, mirándolo a los ojos. Ni siquiera se había quitado la ropa manchada de sangre. Sonrió.
-Estás bien. Pensé que te perdería.
Shawn le hizo una mueca con la boca, porque realmente le dolía mover la cara aunque fuera un poco.
-Creo que tuve suerte. Puta madre, cómo duele…
Travis se puso más serio, pero no por la blasfemia que su hijo acababa de soltar. Pensaba en algo más grave.
-¿Quién te lo hizo?
-Vamos papá, ya lo conté a todos… Entró alguien a la casa, ni siquiera me dio tiempo de reaccionar…
Shawn podía ver en los ojos de su padre otra cosa: no se la estaba creyendo.
-Hijo, por favor, necesito que me digas la verdad. Te lo voy a poner claro: si te violaron, harán estudios. Y mi ADN va a figurar en las muestras de semen que te saquen. No podemos dejar que se den cuenta de que tú y yo… ¿Qué fue lo que en verdad pasó?
El muchacho cerró los ojos y suspiró.
-Estaba desayunando y algo o alguien echó abajo el refrigerador. Si era alguien, no pude verlo, era como si esa persona fuera invisible. Antes de que hablaras, había alguien en la escalera, y de alguna manera, se movió hacía el pasillo. Traté de razonar con él. Era delgado y albino, con alas enormes. Me clavó una maldita flecha en el hombro, y me golpeó. Antes de desaparecer, me masturbó. Sus manos…
Parecía que Shawn quería llorar, pero logró controlarse, cerrando de nuevo los ojos.
-Está bien. Voy a limpiar la cocina. Trata de estar tranquilo…
Travis sintió que la mano de su hijo se cerraba alrededor de su muñeca justo antes de levantarse. Miró al chico a los ojos, y vio en ellos un miedo atávico difícil de describir y comprender. Algo que sólo podría sentir aquella persona que hubiese sufrido un ataque como ese.
-No te vayas. No me dejes solo.
El padre se acercó un poco más, y le dio un cálido beso en los labios, que parecía durar minutos.
-No me iré. Si te sientes mal o necesitas algo, estaré abajo. Vas a estar bien, campeón.
Le acarició con cuidado el pelo, y con una última sonrisa, salió de la recámara, apagando la luz para que Shawn pudiera descansar.

En la cocina, Travis se quedó de pie, frente a la enorme mancha de comida y líquidos derramados que ya había acabado de extenderse. Ahora estaba pegajosa, y parecía más bien la escena de un homicidio surrealista. El refrigerador seguía volcado en el mismo sitio, silencioso y abatido.
Las huellas seguían ahí. Sus dedos, había dicho su hijo antes de darle un beso. Era un pie con cuatro dedos.
-Esto debe ser una puñetera mentira.
Se inclinó un poco para ver más de cerca aquellas huellas, y tratar de pensar que lo que había visto no era una ilusión. En realidad aquella huella sobre el helado seco tenía cuatro dedos solamente. Un olor nauseabundo le llegó desde el suelo, y tuvo que taparse la boca y la nariz con la mano derecha. La comida del refrigerador tal vez estaba echándose a perder.

Fue cuando, después de levantarse para tratar de levantar aquel enorme armatoste, una de las sillas del comedor se movió, arrastrada por una fuerza invisible, y con las patas rechinando sobre el suelo de linóleo. Travis alcanzó a escuchar algo que, en la penumbra de su casa, se parecía a una risa, malvada, fría y apagada…

sábado, 14 de febrero de 2015

Patrilagnia: Cuento 2, Capítulo 4 (+18)



2.4

Shawn se levantó poco a poco del suelo. No quería acercarse demasiado a la mancha de comida en el suelo, pero tenía que cerciorarse de que aquellas huellas no eran producto de su imaginación o del miedo. Se quedó boquiabierto cuando observó lo que estaba marcado en el suelo: eran genuinas huellas humanas, solo que les faltaba el dedo meñique. El rastro terminaba en la pared, como si aquella cosa hubiese traspasado por ahí sin ningún problema y sin dejar rastros más que sus extraños pies mutilados.
Se acercó para observar mejor la pared, pero en ese momento, el sonido de su celular lo espantó. El aparato vibraba encima de la mesa, pero no era el sonido de una llamada ni un mensaje. Shawn lo tomó entre sus manos, temblando, y revisó la notificación: era el recordatorio que había dejado en el calendario para aquel día. En el mensaje se leía “San Valentín con Papá”.
-Maldita sea, lo había olvidado.
El muchacho recordó que había hecho planes con su padre para cenar en casa, algo muy íntimo, y tal vez, por la noche, volver a coger como nunca antes en sus vidas. Sin embargo, el asunto del refrigerador le iba a quitar puntos a aquel día tan especial si no se apuraba a arreglar ese desastre. Sea lo que fuese, aquello ya no estaba ahí. Tenía que darse prisa. Apagó la alarma del celular, y corrió de nuevo a las escaleras. Sin embargo, cuando llegó al pie de éstas, ya estaba alguien más, esperándole a la mitad del camino.
Estaba de perfil, pero Shawn no tardó en adivinar su extraña silueta, borrosa entre la penumbra del lugar. Era un hombre, o tal vez un muchacho como él, alto y fornido, pero con una espalda anormalmente muy ancha, como si sobre sus hombros estuviera cargando algo. Su cabeza estaba volteada hacia él, observándole fijamente a pesar de la poca luz. En la mano derecha tenía algo agarrado, posiblemente un bastón, porque se veía alargado y curvo.
De repente, el celular del chico volvió a sonar, esta vez, con una llamada de su padre. Tardó en contestar, pero cuando lo hizo y miró hacía las escaleras, ya no había nadie.
-Shawn, ¿estás ahí?
-Lo… lo siento. Estaba viendo algo por la ventana. ¿Qué pasó?
-Bueno, quería preguntarte qué tienes planeado para hacer hoy. Voy a salir a la misma hora del trabajo, así que puedo pasar por algo para preparar y comemos en casa.
Shawn recordó el desastre que se había quedado en la cocina, y respondió rápidamente.
-Mejor vamos a cenar. No creo que haya mucha gente en los restaurantes. Y después, podríamos venir a casa a… bueno, ya sabes.
-Bueno, si eso es lo que quieres, está bien. Te arreglas y paso por ti después de la oficina. Me tengo que ir, hay un asunto con unos papeles muy importantes que debo resolver. Nos vemos en la tarde campeón…
Travis colgó primero, mientras el muchacho respiraba aliviado. Tendría que apresurarse a arreglar todo el lío antes de que su padre llegara, y prepararse para salir. Antes de subir las escaleras, volvió a sentir ese escalofrío en la espalda, que le hizo voltear casi por instinto.
Esta vez, sus ojos no lo engañaban. Aquel hombre o ser que estaba en las escaleras un minuto antes estaba frente a él, bloqueando el pasillo con sus enormes alas a medio desplegar. Eran enormes: blancas como la nieve, y curveadas por arriba, casi arrastraban en el suelo. Podía escuchar como crujían en la base de los hombros. El ser no llevaba mucha ropa, a excepción de una toga que le cubría medio pecho y las partes íntimas. Iba descalzo, y era extremadamente pálido, con el cabello blanco resplandeciente y hermosos ojos color rosado. Lo que Shawn había creído que era un bastón, era en realidad un arco, y una flecha con punta de plomo le apuntaba directamente al corazón.
-¿Quién eres tú?-, dijo Shawn, asustado y temblando. El celular se le cayó de entre los dedos.
La criatura se limitó a sonreír primero, y a tensar aún más la cuerda de su arma.
-Vengo a arreglar lo que no está en su sitio, y a eliminar lo que no va bien…
El muchacho retrocedió unos pasos, mientras aquella criatura afianzaba más sus pies sobre el suelo. Shawn vio que en cada extremidad sólo tenía cuatro dedos. E incluso en las manos le faltaban los meñiques, y sus dedos eran más largos y finos.
-No puedes estar aquí. Y menos amenazarme, así que lárgate de mi casa…
-¿O si no qué? No puedes detenerme, muchacho. Yo soy la vida misma, y en esta ocasión, seré tu muerte…
Shawn reaccionó lo más rápido que pudo. Dio media vuelta y subió corriendo las escaleras. Para la criatura, el tiempo se movía más lento, y pudo darse la oportunidad de apuntar bien antes de disparar. La flecha salió zumbando directamente hacía el muchacho, quién intentó agacharse para esquivarla. Pero no lo logró: la punta de plomo se le clavó a la mitad del hombro, quedando como un viejo cuchillo sin afilar a medio cortar un pan. El estallido de dolor y sangre hizo que Shawn gritara y se tropezara con uno de los escalones, cayendo de bruces sin poder volver a levantarse. No sentía todo el brazo izquierdo, y el hombro le escocía demasiado.
-Jamás fallo, Shawn Ileman. Menos con las flechas de plomo, que traen la desgracia a los corazones que son tocados por ella.
La criatura fue rápida, a pesar de que sus alas parecían no caber en el reducido espacio del pasillo. Se abalanzó contra Shawn, y le sometió con una de sus fuertes piernas desnudas, haciendo que se lastimara el pecho con el borde de los escalones. Sin soltar el arco con la derecha, tomó la flecha incrustada en el hombro del muchacho con la otra mano, y la jaló sin piedad. La sangre brotaba, y Shawn no podía ni gritar porque le oprimían el pecho. Con el mismo pie con el que le sometía, la criatura le dio una patada en el costado a Shawn, y escuchó perfectamente cuando sus costillas se rompían.
El muchacho se dio la vuelta hacia arriba, y empezó a gritar, aunque no se podía mover. Con el arco, la criatura le propinó un golpe en la cara. Primero uno, después otro y otro más. El rostro de Shawn terminó moreteado y con serias cortadas en la frente, una mejilla y el cuello. La criatura se puso cara a cara con su víctima, casi tocándose la nariz, y Shawn pudo sentir su aliento, el olor a dulce miel que manaba de su boca directo hasta la suya. La mano de aquel ser apretó fuerte el pene del muchacho, haciendo que este sintiera una erección. Lo frotó un momento hasta sentir el semen empapando la ropa interior de su víctima.
-Esto es una lección: tú y tu padre han corrompido mi trabajo, y deben pagar por ello. Volveré, y acabaré con ustedes-, dijo la criatura, sonriendo, limpiando su mano en el pecho adolorido y marcado del muchacho.
Shawn alcanzó a balbucear algo:
-¿Quién eres…?
Aquella cosa extendió las alas hacía arriba, como si fuera a soltar a volar de repente. Miró al muchacho una vez más a los ojos, y le dijo en un susurro:
-Amphitalés.
Se llevó uno de sus largos dedos a los labios, como quién desea silencio, y empezó a desvanecerse en el aire, como una sombra que pasa de repente.
El dolor era insoportable, y con las últimas fuerzas, alcanzó a tomar el celular. Shawn marcó el teléfono de su padre, y cuando éste contestó, sólo pudo soltar pequeños alaridos y quejidos, entre sollozos y escupitajos de sangre. Travis intentaba comunicarse en vano con su hijo, cuando éste se desmayó.
 
Licencia Creative Commons
Homicidio Mexicano por Luis Zaldivar se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported.
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