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lunes, 1 de enero de 2018

#UnAñoMás: Luces de Navidad [PARTE XIV] (Año Nuevo)



Alguien llamaba a la puerta. Sonia se había ido con el bebé, y Juan Diego no sabía a dónde exactamente. Se había quedado solo, con la vergüenza de aquello. De haberse confiado, y que ella los hubiese visto así… Sólo necesitaba sentir algo, algo nuevo, después de que su esposa se aliviara, y estaba desesperado.
Atendió al llamado de la puerta. Cuando abrió, se encontró a su vecina. Vanessa traía un plato entre sus manos, y aunque se veía algo contenta, parecía también muy contrariada.
-No sé lo que pasó, y tampoco sé lo que ella te haya dicho, pero deseo que tú estés bien. ¿Puedo pasar?
Ella esperó a que Juan Diego pudiese apartarse de la puerta para entrar a la casa. Se sentó en la sala, y sobre la mesita de noche, puso el plato. Olía bien, aunque por el papel aluminio que lo cubría, ella no pudo ver nada.
-¿Aprovechaste que ella no está para venir tú a consolarme?
-No, no lo estoy haciendo por eso. Sé que cuando estábamos juntos nada fue como querías, y pues entendí todo eso. No quiero que te sientas culpable. Ahora importa que estés bien, y que no cometas una estupidez.
Juan Diego se sentó en el sillón que siempre ocupaba. Las luces del árbol no brillaban aquella noche, y a lo lejos, se escuchaban los primeros fuegos artificiales del nuevo año. La madrugada era muy fría, y con aquella soledad, se sentía aún más.
-¿Qué preparaste? Huele bien…
-Oh no, yo no lo hice. Fue parte de la cena de Año Nuevo de mi mamá. Es bacalao, y sabe muy rico. Sólo pruébalo, anda. Necesitas sentirte con ánimos, y más si alguien te hace compañía…
Juan Diego tomó el plato y le quitó la cubierta de papel aluminio. Si cubierto ya olía delicioso, ahora, con el vapor caliente, era algo suculento. Incluso a él se le hizo agua la boca. Ella solamente seguía sentada frente a él, mirándole, con aire de preocupación y ternura.
-No lo vamos a desperdiciar, ¿verdad?
Él negó con la cabeza, y con el tenedor que había dentro, empezó a comer. Era delicioso, algo salado, pero lo normal. Aquel platillo debía saber así.
Después de cinco o seis bocados, Juan Diego empezó a sentirse extraño, como satisfecho. Un momento después, hasta la respiración empezó a fallarle, y tuvo que soltar el tenedor, que rebotó en la alfombra. Nada andaba bien, y Vanessa no hacía nada más que observar, algo aterrada. El muchacho luchaba por respirar, y sentía ardor en el estómago y la boca. Unos minutos después, se desplomó, fulminado por el veneno que detuvo su corazón y su respiración.
La puerta de la casa se abrió, y Juan entró para ver cómo había terminado aquello. Vanessa se levantó del sillón, y miró el cuerpo en el suelo.
-No pensé que hiciera efecto tan rápido. Yo no quería, en serio…
-Ya está hecho, tonta. No puedes deshacer nada de esto. Sólo espero que lo demás funcione. Así que habremos de esperar, sólo esperar…
-¿A qué?
Vanessa no sabía nada. Juan casi no le contaba nada nunca. Era hermético hasta el último momento, como cuando la noche de Año Nuevo, le pidió comida de su madre para envenenarla. Juan Diego caería redondo, tal vez preso del dolor, o sólo del hambre.
-Vamos a esperar a que ella regrese. Sonia va a volver, y ver su cuerpo aquí, pudriéndose, la hará rectificar. La consolaré, y se quedará conmigo. Y todo gracias a ti, preciosa…
Juan le acarició la mejilla a Vanessa antes de salir de la casa. Mientras tanto, ella se quedó un poco más, mirando todo aquello.
Por primera vez en aquel nuevo año, sintió algo aterrador. Un año más con miedo…

domingo, 31 de diciembre de 2017

#UnAñoMás: Luces de Navidad [PARTE XIII] (Año Nuevo)



Hace mucho que Juan y Sonia no se veían. Desde que ella había preferido la compañía de Juan Pablo, se había mantenido apartado de la relación. Y, aún así, desde lejos planeaba regresar con ella.
Juan sabía que ella tenía un hijo, pero eso no parecía importarle demasiado. Aquella mañana, mientras aún yacía recostado en la cama, pensaba en la situación. A su lado, descansaba Vanessa, la hija de una de las vecinas de Sonia, con quién empezaba a salir (a pesar de las diferencias de edad), y quién le ayudaba, sin querer, a planear su regreso. Obviamente no le decía lo que pensaba, pero mientras la muchacha quedara satisfecha, nadie decía nada.
-Puedo adivinar lo que piensas, y tendrías que pagarme por eso…
Vanessa estaba despierta también, y Juan, ensimismado, ni lo había notado. Se removió un poco, y ella se apresuró a abrazarlo.
-En nada.
Vanessa frunció el ceño.
-No te creo. Algo no te dejó dormir. Parece como si aún pensaras en ella…
El énfasis de aquella última palabra fue lo que hizo que Juan reaccionara. La miró, con unos ojos vacíos y duros.
-No es verdad.
Ella se sonrió. Juan pudo ver, en los bordes de las sábanas, su piel tersa y limpia.
-El hecho de que ya no vivas cerca de nosotros no significa que no sigas pensando en ella. Si aún la deseas, sabes que puedo ayudarte. Me has dado suficiente como para no darte lo que quieres tú también. Déjame demostrarte que puedo hacerlo bien, sea lo que sea que vayas a hacer.
Claro que él no confiaba en ella, pero Vanessa tenía muchas ganas de demostrar sus talentos.
-Puede que me ayudes en algo. Algo nuevo. Vamos a cambiar la vida de esos dos de una vez por todas. Dime una cosa… ¿A ti te gusta Juan Diego?
Vanesa lo analizó un momento.
-No mucho. No es alguien que me atraiga tanto como tú. Tú eres fuerte, bastante viril, un hombre en toda la extensión de la palabra. ¿Ya te dije que Sonia se encontró a Juan Pablo en su propia casa con otro hombre?
Juan casi salta de la cama. Miró a su amante, sin dar crédito a lo que escuchaba.
-Con más razón. Maldito maricón resultó… Algo habrá que hacer al respecto. Si ella cree que pueda librarse de él, y yo pueda convencerla de dejarlo, será mejor para ella librarse de él. Y luego tú podrías ayudarme con él, mínimo a sentirse aún más culpable. ¿Qué podríamos hacer al respecto?
Vanessa se levantó de la cama, dejando ver, entre la penumbra de aquel cuarto de hotel por la mañana, una silueta hermosa. Era su cuerpo desnudo casi como la piel de una manzana roja, limpia y fresca. Sacó de su bolso un frasco. Un líquido transparente brillaba dentro del pequeño frasco, el cual tenía impreso una etiqueta en la superficie: VENENO.
-Siempre vengo preparada.
Juan sonrió.
-Deja esa cosa, y ven a la cama. Mañana va a cambiar nuestra vida…
 
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