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lunes, 21 de enero de 2013

El Último Sacrificio: Verdades a Medias.


Javier no podía dar crédito a las palabras del misterioso visitante. ¿Qué le había ocurrido a Flor Chávez?
-Hace diez años nos vimos, y usted me dijo que era el comandante Méndez. ¿Cómo sabe qué conocemos a la señorita Chávez?-, preguntó Javier, con tono escéptico pero contundente. Luis no decía nada, pero en su cabeza pasaban las peores ideas.
Efectivamente, el comandante Méndez fue el mismo hombre que pidió a Javier revisara el cadáver del extraño hombre asesinado.
-Lamento haberle mentido, señor Carrillo, pero era necesario esconderle mi verdadero nombre. Comandante Hiram Molina de IECM, Investigaciones Especiales de la Ciudad de México. Estudiamos e investigamos los casos más difíciles y contradictorios de la ciudad, cosa que ha hecho usted muy bien.
Hiram se sentó y Salvador hizo lo mismo, tratando de comprender un poco la situación en la que estaba metido. Ni Javier ni Luis se sentaron, pero este último prefirió comenzar a caminar, cómo cuando estaba nervioso.
-¿Qué pasó con Flor Chávez?-, comentó Luis, tratando de averiguar un poco más. A Hiram no le sorprendió su nerviosismo, pero decidió no comentar nada al respecto.
-Perdimos comunicación con ella hace casi dos horas. La última vez que hablé con ella fue ayer por la noche, al leer el informe del caso en el museo. Soy ajeno a ese evento, ya que soy jefe de IECM desde hace unos 3 años. Ella me pidió permiso para investigar algunas pistas, las cuales le llegaron a través de un informante anónimo, al cual ya estamos rastreando. Flor Chávez desapareció en la llamada Isla de las Muñecas, ya que uno de los vendedores de flores de alrededor le hizo el favor de llevarla hasta ahí. Al parecer vieron salir una lancha cerca del canal de la isla, pero le perdieron el rastro. No sabemos donde está…
Las palabras de Hiram dieron en el blanco perfecto. Javier se sentía agradecido con Flor Chávez, por un favor que aún no se cumplía, pero que seguía como una promesa.
-No podríamos rescatarla, no tenemos pruebas, y además me ha mandado usted a examinar cadáveres, si es que no me equivoco. El hecho de que mande una orden anónima para hacerlo no significa que yo no sepa de quien se trataba. ¿Qué es lo que quiere de nosotros?
Hiram no se movió ni un poco, ni siquiera a pesar de que Salvador había empezado a juguetear con sus dedos, aunque ponía atención a todo lo que decían.
-De la señorita Chávez no hay problema. Estamos buscando por todas partes, y creemos que no saldrá muy fácil de la ciudad. Cómo sea, lo de los cadáveres es el primer paso para dar con alguien a quién hemos perseguido. Señor Zaldívar, es su turno…
Javier miró a su amigo con ceño fruncido, y junto a lo imponente que se veía, levantado con toda su enorme estatura, Luis se hizo un tanto pequeño y dejó de caminar. Le sudaban las manos, pero nadie más se dio cuenta.
-Traté de decírtelo muchas veces, pero no tuve la fuerza, y tampoco me dejaban. He colaborado para IECM durante mi estancia contigo en esta oficina. He transferido parte de nuestras investigaciones para el señor Molina, a través de Flor. Lo hice por que ellos me lo pidieron, y querían seguirte los pasos, ya que desde lo del museo habían hecho conexión contigo, acerca de algo más grave. En diez años, y en muchas investigaciones, nada había sido relacionado con lo que te queremos contar. Sé que ya no confiarás en mí, jefecito, pero te lo pido, escucha todo con atención.
-No sé qué pensar de ti, Luis-, dijo Javier, en un tono lúgubre y enfadado. Luis entendía, pero no haría nada para cambiar el pensamiento de su amigo. Javier había confiado en él, y Luis nunca le había dicho nada.
-Tranquilo, señor Carrillo. Queremos que trabaje usted, el señor Zaldívar, el señor Ángeles y otras cuatro personas más en un equipo especial. Quisiéramos que busquen a un hombre, a quién conozco muy bien…
Luis se acercó al escritorio, y revolvió entre los papeles. Había una foto impresa, de una cámara escondida, mostrando a un hombre entrando a un bar en el extranjero, ya que las letras de los anuncios y demás letreros eran en alemán. Javier no lo conocía. Cuerpo fornido, poca estatura, barba y lentes oscuros, con el cabello rapado.
-Se llama Viktor Kunnel, pero lo conocen cómo “El Sicario”, entre muchos nombres. El señor Molina y algunos miembros lo han seguido por algunos años, en pesquisas internacionales, que han reunido a las mejores mentes del mundo, pero no han podido con él. Evade muy fácil a las autoridades, y se cree, o es un rumor, que pueda ser partidario o el líder de alguna célula neonazi con mucho poder. El problema es que puede estar radicando en México desde hace 10 años…
Javier no podía creer lo que estaba escuchando de la boca de Luis. Había alguien más dentro de todos los cuerpos, desde aquel asalto en el museo, solamente era Viktor Kunnel, un mafioso demasiado inteligente, y al parecer muy peligroso.
Javier tomó la fotografía, y la dobló por la mitad, o al menos lo intentó. Volvió a ver a Luis, a quien le estaba teniendo mucho enfado por no haberle contado nada. Javier se sentía traicionado, completamente indispuesto para poder hacer algo.
-Puede hacer lo que quiera, señor Molina, pero el hecho de que Luis no me haya contado nada significa un golpe más bajo de lo que puede creer. Pero ya tendré algunas palabras que decirle cuando usted se retire a este dizque “amigo”…
-No es el momento para peleas, Javier. No hay nadie más quién pueda ayudarnos, excepto tu. Y si aún sigues molesto, puedes trabajar junto al equipo, yo no soy necesario, no tienes que ponerte así…
-Para nada, señor Zaldívar, todos participan, o no habrá equipo, y sabe usted bien que sin ustedes no podemos hacer nada al respecto. Señor Carrillo, le pido de la manera más atenta que me escuche antes de ponerse peor. El muchacho hizo lo que pudo, pero ni siquiera él sabe muchas cosas, le pedí que leyera un libro, pero aún así no ha llegado a la respuesta. ¿Por qué consideramos a Viktor Kunnel de alta peligrosidad?
Luis volvió a sus pasos desesperantes por la estancia, tratando de dar vueltas al asunto. Javier no lo miraba, pero ponía atención a lo que Hiram Molina tomaba del escritorio. Era el libro que Luis estaba leyendo, acerca de…
-¿Ciencia marginal? ¿Pseudociencia? No lo entiendo, señor Molina.
El aludido empezó a hojear el libro, cómo si estuviera leyéndolo a una velocidad impresionante.
-Combustión humana, realidades alternas, poderes mentales, telepatía, criptozoología. Es fascinante este libro, señor Carrillo. Viktor Kunnel lo ha leído todo, por supuesto, y no se ha limitado a este, sino a muchos otros, y de la misma temática. Es de los pocos seres humanos que cree aún en que estas ciencias están basadas en hechos tangibles y estudiados. Y no sólo eso. Kunnel debe su aterradora fama a que ha practicado estudios en seres humanos para “mejorarlas”.
Salvador casi se cae de su silla. Cómo médico, sabía que la importancia de respetar la vida humana y la integridad del paciente eran de relevancia en la carrera. Pero estas declaraciones lo dejaban atónito.
-Eso es aberrante. ¿Por qué quisiera investigarlos así? No lo entiendo, no podría demostrar nada…-, dijo Salvador, mientras Javier asentía con la cabeza. También había palidecido, pero temía decir algo para no distraer sus cavilaciones.
-Lo sé, señor Ángeles, por eso se le considera peligroso. Muchos de sus experimentos no han resultado, y lo peor de todo es que ha muerto gente, cientos o miles de personas, tratando de buscar las respuestas que quiere. Hay quienes aseguran que quiere cambiar de una manera al mundo, pero que sea definitiva, algo que muestre que estábamos equivocados, y nos haga abrir de nuevo los ojos. Quiere demostrar algo que podía ser imposible antes, y para ello está buscando algo…
Luis se detuvo, pero no dijo nada, solamente se le secó la garganta y se quedó estupefacto. Javier lo comprendió justo antes:
-¿Está detrás del Cuchillo de los Sacrificios?
-No, señor Carrillo, la pieza que ayudaron a salvar fue protegida y escondida permanentemente, aunque no le voy a negar que también fue una primera opción para Kunnel. Por eso la aparición de los cuerpos, por eso su repentina llegada a México. Kunnel se esconde bien para buscar más información de algo que quiere experimentar, y creo que la señorita Chávez está en un gran peligro…
-Y no hay nada que hacer si tú no estás en el equipo, Javier. Necesitamos tu mente, que es igual de rápida y buena que la de Viktor, y lo atraparemos más fácil…
-¡Tu no me hables, pendejo! ¿Pensaste que no diría nada si me enteraba? Le ventilaste todo nuestro trabajo a este desconocido, quién además nos ha estado vigilando, esperando a que hagamos algo. ¿No pensaste en nada? ¡Carajo!
Esta vez, a Luis se le puso roja la cara, cómo nunca antes, era un coraje de aquellos dónde te duele la panza y no puedes hacer nada hasta que explotes.
-¡Tu no entiendes! Jamás escuchas, siempre te molesta que vaya al contrario. Lo hice para encontrar a ese cabrón y encerrarlo, ya ha hecho suficiente en otros lugares y aquí no se va a detener hasta lograr lo que desea. ¿Por qué no te callas un momento y nos dejas explicarte mejor?
-¡Por que solamente haces tonterías! Y no por qué esté aquí Salvador puedes estar tranquilo que todo esto va a terminar bien. Antes te parto la pinche cara y te olvidas de todo el trabajo, y empiezan a hacerlo ustedes solitos…
Una tos lejana se dejó escuchar del otro lado. Javier ya tenía los puños muy apretados, y Luis no dejaba de desafiarlo con la mirada, Salvador también ya estaba de pie, para tratar de separarlos por si había alguna pelea, pero sólo alcanzó a voltear cuando Hiram se levantó, llamando la atención de los presentes.
-Si ya dejaron de pelear, señores, quisiera decirles algo. Me acaban de mandar un mensaje importante. Al parecer, dos miembros de su equipo especial vienen ya para acá, pero yo tengo que retirarme, aún hay cosas que hacer y no puedo permitirme perder el tiempo con sus rencores.
Luis y Javier se miraron, y luego a Hiram, esperando más respuestas, pero el rostro del comandante les decía que no había nada más que pudieran decirse.


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