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jueves, 12 de febrero de 2015

Sadomasoquismo: Cuento 4, Capítulo 3 (+18)



4.3

6 de Febrero:

Es de día y no he podido dormir. Hablar con Vlad después de tanto tiempo me dejó ensimismada. Era como reencontrarse con aquellos miedos que tenía desde niña, y que sirvieron para satisfacer mis más bajas necesidades una vez me convertí en condesa. Todo lo que hice me está llevando a la desesperación, y es imposible aplacar este miedo con la muerte. Él tendría que hacerlo conmigo, y no permitiré que suceda.
Tendré que buscar algo de comer, lo que sea y que no levante sospechas. No sé qué pasará esta noche, y necesito fuerzas para afrontarlo y plantarle cara a ese aberrante monstruo.

7 de Febrero, por la madrugada:

Tengo que aceptar que pensé que Vlad era un monstruo. Pero lo que es no se compara en nada a algo tan sobrenatural como su propia existencia.
Conseguí que una muchacha drogadicta se me acercara, y tuve que matarla debajo de un puente antes de que anocheciera. Fui lo más rápida posible, y ahogué sus gritos con mi mano. No sé si me pasé de fuerza, pero en verdad estaba hambrienta. Su sangre era una delicia, a pesar de estar tan intoxicada. Eso no me preocupaba: si me hacía efecto la droga, mejor para mí.

Caminé durante una hora hasta el edificio de Vlad. Esta vez, no me recibió el portero de aquella ocasión. El vestíbulo se veía muy silencioso y oscuro, pero desde el tercer piso me llegó la música, una tonada clásica a cuatro cuerdas, que no supe identificar.
Subí lo más rápido que mis piernas me permitían, porque había empezado a temblar de la cabeza a los pies. No me ponía nerviosa a menudo, pero esta vez parecía que mi mundo entero se desmoronaría. No estaba preparada para enfrentarme a Vlad, y era porque lo sabía de antemano: uno de los poderes especiales de un vampyr puro es el de leer la mente de otra persona. Si Vlad ya había leído mis intenciones, no estaba segura. Pero yo sí había visto los planes que él me tenía reservados.
Me miré en una de las ventanas en el pasillo. No me había dado cuenta que mi boca estaba llena de sangre coagulada. Mi hambre había sido tan voraz que no había tenido los modales para limpiarme. Así me quedé, y entré decidida a la oficina 2…
El recinto estaba suavemente iluminado, dándole a aquel sitio un aire de bodega y salón de baile. Ya no había vampiros vulgares tirados por el suelo, ni víctimas dando vueltas ofreciendo sus cuerpos. Sólo estaba él, vestido de nuevo elegantemente, de pie, con los brazos cruzados y su sonrisa, seductora pero terrible.
-Sabía que vendrías, Elizabeth.
-Lo sabías desde antes, Vlad. Ahora, terminemos con esto antes de que me arrepienta…
Traté de no cerrar los ojos. De repente, Vlad ya no estaba ahí. Había sido más rápido que yo, y se encontraba detrás de mí en menos de un segundo. Me di la vuelta y le tomé del cuello, pero él fue rápido y más fuerte. A pesar de que mi mano se aferraba fuertemente alrededor de su tráquea, Vlad me golpeó con su antebrazo en el vientre, y salí despedida hacía el suelo, arrastrándome varios metros.
No tardé en incorporarme, aunque Vlad ya había dado un salto, y cayó encima de mí, dejándome boca arriba en el suelo, con sus manos sobre mis senos.
-Esto te excita, ¿verdad perra?
Grité y traté de zafarme, pero no pude. Su peso y su fuerza me mantenían en el suelo, y escuché como el azulejo debajo de mi espalda se resquebrajaba.
-Suéltame, asqueroso hijo del demonio, suéltame-, empecé a vociferar, pero sin éxito.
-Esto te va a encantar, y querrás más para cuando termine…
Con increíble rapidez, puso mi cuerpo boca abajo. Sin dejar de aplastarme, sentí como se sentaba literalmente sobre mi espalda, pero mirando hacía mis pies, inmovilizando con sus pies mis manos. Las sentía adoloridas, algo que ningún otro vampiro común podría haberme hecho sentir. Sólo entre nosotros, los más puros, podíamos hacernos daño de verdad, como un humano contra otro.
-No te resistas preciosa. Puedo olerte, sentirte…
Con una de sus manos, arrancó de un solo tirón parte de la mezclilla de mi pantalón, dejando ver mi trasero al aire. Vlad se estremeció.
-¿Qué me vas a hacer? Maldito idiota y…
Pero no terminé de decirle sus verdades. Vlad se había abalanzado en cuanto vio la piel de mis glúteos, y de un mordisco me arrancó un pedazo de carne. La sangre no alcanza a nutrir nuestros cuerpos, y con ella en nuestros organismos, nos pudriríamos rápidamente. Por eso no sentí líquido alguno escurriendo de mi herida, y sabía que se regeneraría con el tiempo. Pero dolía como nunca antes.
-No he terminado, no te muevas, o juro que te parto en dos, hija de puta.
De un bolsillo que tenía dentro de su saco negro, extrajo una especie de macana color negro, similar a la que usan los policías en las calles. Pero esta no era tan larga, y lo compensaba siendo más gruesa, como una especie de cono: la punta redondeada y cada vez más amplio hacía abajo.
-Vas a venir cada vez que te lo pida. Si no, te buscaré y te mataré. Y si vienes, nos divertiremos como no tienes idea. Haremos lo que los mortales jamás se podrán imaginar, y nuestro amor será grande y traspasará las barreras del tiempo. Ahora relájate…
Me sentía usada y débil. Sin aviso y sin más precaución, Vlad empezó a insertar aquel aparato en mi orificio anal. Primero no sentí mucho, pero con su increíble fuerza comenzó a lastimarme. Era, como había dicho él, como partirme en dos. Hubiera preferido el sentido literal. Gritaba como loca, pero no ofrecí resistencia. No podía moverme, y cuando sentí que mi recto empezaba a abrirse más y más, había empezado a gustarme.
Cerré los ojos, e intenté, por primera vez, sentirme atraída por ese hombre al que llamaba demonio.

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