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viernes, 20 de febrero de 2015

Sadomasoquismo: Cuento 4, Capítulo 5 (+18)



4.5

Ya ni siquiera escribo el día que es. Los he dejado pasar de largo, y a pesar de todo, sigo aquí, esperando como él me dijo. Siento que el ansia de comer me atrapa. No he probado nada desde hace varios días. Y Vlad ni siquiera ha aparecido, no lo veo en la televisión, ni siquiera mencionado entre los rumores de vampiros que me dan noticias de sus movimientos. Nada.
Tengo que admitir que, antes que amor, esto se ha convertido en una obsesión para mí. Vlad no me atrae, a pesar de que la naturaleza de nuestras propias fuerzas diabólicas nos indique que estamos hechos para eso. Para amarnos, o para matarnos. Ya había dicho que no soy buena con los pensamientos de Vlad: él es quién lee la mente, una técnica natural muy buena para saber lo que una hembra de la manada quiere. Así saben si nosotras los amamos, o los odiamos.
Y sin embargo, soy buena ocultando mis propios pensamientos. Mientras su poder se incrementa, siento cómo sí una pared de concreto me aplastara por dentro. Cuando nos vemos y desbordamos placer, cuando nuestros más salvajes actos de depravación y morbo se hacen presentes, es cuando estas barreras se acaban. El placer detiene su poder, y me mantiene al margen de seguir ocultando todo lo que estoy planeando.
Está amaneciendo, y quiero descansar. Esta noche empezaré con lo que debí haber terminado hace tiempo.

Se cree que los vampyr no sentimos nada. Ni el frío ni el calor, ni siquiera el dolor. Esta noche ha sido una de las peores. El clima se ha vuelto tan enfermizo en la ciudad, que los humanos también han empezado a notarlo. No es algo natural, y siento que algo malo se avecina.
Cuando cayó la noche, y todos estaban más preocupados en llegar pronto a sus casas o buscar el cobijo de un teatro o un antro de mala muerte, me dediqué a buscar a uno de mis contactos. Su nombre es Samael, un vampiro que ha dado todo lo que tiene en su poder para ayudarme, desde contactar a Vlad en un principio, hasta vigilarlo, y contarme de sus aventuras.
Encontré al desgraciado de Samael bajo uno de los puentes de Central Park, bebiendo lo que quedaba de una pobre niña huérfana que había secuestrado de uno de los edificios de asistencia en el centro de la ciudad. El cuerpo de su víctima no era más que carne y piel, sin algún rastro de vida o de color. Ni siquiera llevaba ropa. El muy cerdo se deleitaba, lamiéndose lo que quedaba de sangre en sus dedos, y con la otra mano tocando el sexo de aquella pobre alma desgraciada.
-Eres un enfermo.
Hice que escuchara mi voz, costara lo que costara. Ni siquiera se inmutó: me observó con ojos de deleite, y una sonrisa perversa de dientes blancos y labios manchados de sangre.
-Miren quién ha venido a la fiesta. Lo siento preciosa, pero se acabaron los bocadillos.
Me acerqué con cuidado. A pesar de ser un vampiro común, después de una suculenta cena es preferible no molestarlos, como cualquier otro animal que monta guardia ante su presa abatida.
-No tengo hambre-; era mentira: mi nariz podía oler el interior de su boca, aún llena de sangre alrededor de la lengua y las encías. –Vengo a preguntarte algo.
-Elizabeth: no sé nada de tu querido Vlad. El hombre es una persona importante, en el mundo de los humanos y en el nuestro. Es cómo tratar de acosar a Obama, o algo por el estilo. Simplemente no se puede.
-Pero no se ha largado de la ciudad.
-Si te refieres a Nueva York: sí, se mueve constantemente, pero lo hace como cualquier mortal. Prefiere levantar sospechas por eso y no por lo que realmente es. Y si sabes lo que te conviene, no lo buscarás de nuevo. No está de humor para recibir a nadie, créeme…
Eso realmente me enfureció. Samael sintió de repente el enojo que emanaba de mí, y ni siquiera fue tan rápido. Soltó el cadáver de la niña, la cual dio unos rebotes antes de dar en una coladera debajo del puente, y sintió de repente mi mano alrededor de su cuello, mientras le estampaba contra los ladrillos de la pared curva.
-Ya no sé lo que me conviene, pero no te metas en lo que no te importa. Los planes que tengo para con Vlad son sólo míos, de nadie más. ¿Qué sabes de él? ¿Qué es lo que planea?
-Yo qué sé…
Le apreté aún más el cuello, e incluso le mostré los dientes. Para Samael, era una persona con la cual no debía meterse, y mucho menos mentir.
-¡Te diré! Vlad no escogería una ciudad tan grande como esta si no tuviera un plan. Él y tú son los últimos vampyr puros en el mundo, y él lo sabe. Sabía que lo buscarías en algún lugar muy específico de este mundo. Ya no cree en mitos y leyendas como antes, y prefiere apegarse a la realidad…
-Al grano.
Estaba impaciente, era mi naturaleza humana la que me hacía sentir tan débil y desesperada.
-Te quiere para perpetuar su especie. Se siente impotente por no poder poseerte como él quisiera, eres más fuerte de lo que esperaba. Y sin embargo, mírate: te ha domado-, dijo Samael, riéndose como un poseso. Era obvio que lo divertía. Le sonreí, justo antes de clavarle los dientes en la garganta. Lo hice con tal fuerza que, antes de que gritara, le arranqué la cabeza de su sitio, y la arrojé al suelo, junto al cadáver de aquella niña. La sangre de su víctima salía a chorros de su esófago, pero no tenía intención de alimentarme de algo así.
Dejé el cuerpo bajo el puente. La policía encontrará mañana algo aterrador, si no es que alguien lo hace primero. Regresé a casa caminando lo más rápido que podía sin llamar la atención. Tenía rabia, por saber los planes de Vlad, pero también curiosidad y miedo: no podía enfrentar esto. No sólo porque ahora sabía que era la última de mi género en el mundo, sino porque era él quién me buscaba para perpetuar una especie que estaba condenada a ser la escoria de la vida. Y eso se interponía con el deseo de acabar con él, con el hombre que, sin pedirlo yo, me había dado la vida eterna.
Tengo que pensar bien mi siguiente paso, o acabaré hundida en mi más profundo infierno por el resto de la eternidad.

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